Los cuatro días de cárcel en Israel de los activistas del ‘Freedom’: “Nos encerraron entre cucarachas y heces”
Poco a poco, de forma escalonada, pero los tripulantes del buque sueco ‘Freedom’ ya están en casa. El último en llegar ha sido el único andaluz del grupo, el concejal del Ayuntamiento de Alájar (Huelva) Francisco Canales. El miércoles, nada más pisar el aeropuerto de Barajas, denunció el “abordaje militar” al que fue sometido su barco por parte de las autoridades de Israel, a las que acusa de “haber jugado con la psicología” de sus compañeros y de haber intentado “romperles el ánimo”.
Uno de sus compañeros en el buque, el periodista madrileño Ian Díez, es más explícito, y recuerda que intentaban dormir en una celda “con cucarachas y heces, despertados cada dos horas por los carceleros para comerles la moral y minarles el físico todo lo posible”.
Canales explica que “la estancia en la prisión ha sido bastante dura”. “Han jugado con nuestra psicología, no nos dejaban dormir, nos cortaban el sueño. Nos pusieron en un ala independiente completamente aislados en las peores condiciones que había en la cárcel, que ya de por sí eran malas”, dice, y presionándoles para que firmaran un documento como inmigrantes ilegales, algo que rechazaron porque fueron arrestados en aguas internacionales.
Recuerda que “el momento de la captura fue de muchos nervios porque fue un acto militar con siete barcos”, y otro dispositivo militar les aguardaba en el puerto, con más de 300 militares desplegados que procedieron a realizarles distintos registros, en los que su afán era intervenir “tarjetas de teléfonos y fotografías”, fruto de “un gobierno israelí muy prepotente y con una actitud militar muy avasalladora”.
Y todo ello ha hecho que el ‘Freedom’ haya saltado a los titulares de prensa tras ser detenido a pesar de que llevaba una carga solidaria. Sin armas en el buque de bandera sueca, sólo con el trabajo solidario de una quincena de personas, el viernes por la noche fue abordado “por chavales de 20 años, obligados en su país a hacer un servicio militar de tres años, en un ejercicio más para ellos”. Lo relata a el diario.es/andalucia Ian Díez, el periodista madrileño corresponsal en Reino Unido de HispanTV, que, a sus 35 años, decidió realizar la cobertura de la labor del buque y la flota que lo complementa, aunque acabó durmiendo tres noches en una cárcel, a pesar de que sostienen que fueron arrestados en aguas internacionales.
“Habíamos dejado atrás la barrera de las 49 millas náuticas donde se nos dijo que fue apresado el Al Awda, buque insignia de la expedición de la flotilla solidaria, y en ese momento caía la tarde y no había ningún barco a la vista, salvo uno que nos perseguía en la distancia desde Egipto hacía ya unas 24 horas. Dimos por hecho que nos abordarían de noche”, explica, recordando que “tomamos nuestras precauciones y nos abastecimos con agua, huevos cocidos y una ensalada de atún para doce. Sabíamos que sería una noche larga”.
A la una de la madrugada -hora local de Israel- les comunicaron por radio que se acercaban a una zona “ilegal”, pero el capitán, John Turnbull, “les comunicó que nuestro plan era la entrega de un material sanitario muy necesitado y que la ley internacional nos permitía circular libremente”.
A pesar de que el capitán advirtió de que abordar un buque solidario sería un acto de piratería, dos horas después ya estaban en manos del ejército de Israel. Ian pudo grabar una embarcación tipo zódiac acercándose por estribor, y cuando iba a esconder la tarjeta, sabiendo que le sería requisada, ya tenía encima cinco o seis militares con las caras cubiertas. “Nuestra tripulación había acordado no ofrecer ninguna resistencia al asalto, y recibimos al personal militar de Israel con las manos sobre las rodillas y las palmas hacia arriba. Nuestro capitán, quien se negó a tomar el timón bajo órdenes israelíes, fue apartado y mi equipo de grabación, teléfono y portátil fueron confiscados. Habían tomado el barco en cosa de un minuto”.
Ellos mismos se graban en vídeo“
Para este reportero, el uso de cámaras de vídeo incorporadas en los chalecos de los militares motiva en todo momento un trato educado y respetuoso por su parte. “Ganar la guerra mediática es fundamental para el gobierno de Israel, tras el desastre del Mavi Marmara en el que diez activistas turcos perdieron la vida en 2010 después de su encuentro con las tropas de Israel, lo que les provocó una crisis diplomática de enormes proporciones”.
Una vez detenidos, enfilaron rumbo a la costa, y desde el barco vieron como parte del litoral estaba iluminado (Israel) y parte a oscuras (Gaza). “Es el ejemplo más gráfico y certero que representa la diferencia entre aquellos que gozan de la garantía de los derechos humanos, y aquellos que no”.
Al grito de “Palestina Libre” desembarcaron en el puerto de Ashdod. A esas alturas ya llevaban despiertos 24 horas. “El médico, My Leffler, de unos 68 años, pese al tremendo cansancio y a una muñeca fracturada, aguantó de pie sin aceptar la ayuda que el personal israelí tan ansiosamente trataba de ofrecer, bien mediante una silla o una botella de agua y bajo la atenta mirada de dos fotógrafos listas para inmortalizar la humillación. No lo consiguieron”.
Ahí, fueron separados. Comenzó el calvario de registros, Rayos X y la petición de firmar un documento “admitiendo que habíamos entrado de forma ilegal en el país, cuando la realidad era que nos habían llevado allí en contra de nuestra voluntad”.
El periodista madrileño labró ahí su estrategia. Afirmó en el interrogatorio que era periodista, no activista: “Firmé sus documentos de deportación ‘express’ y les di completo acceso a mi portátil y a mi teléfono con la idea de esconder la totalidad de mi material grabado donde menos lo esperarían, a simple vista. Funcionó. Aunque confiscaron mi teléfono móvil, y rompieron mi cámara, hoy tengo más del 70 % de mi material seguro”. Los israelíes no se dieron cuenta, pero todo el material que había podido grabar estaba volcado en el disco duro de su ordenador, y volvió con él a casa.
“Nos unieron y nos separaron”
Lo que parece evidente es que la batalla psicológica iba a ser dura. Fueron juntados en una celda y separados enseguida. “Nos llevaron a celdas donde cucarachas muertas y restos de heces en un agujero que hacía de retrete, formaban el decorado tercermundista. Cuatro camas pero tan sólo dos con acolchado, probablemente ideado para motivar conflictos entre nosotros”.
En ese momento, se inició el continuo proceso de llamarles continuamente, de no dejarles dormir, recontándolos cada dos horas. “Llevábamos 36 horas sin dormir y nos volvieron a despertar”.
Los hombres, salimos media hora a un patio, y disfrutamos del calor mañanero donde pudimos ver fugazmente a las mujeres que andaban de un sitio para otro escoltadas por sus propias guardias“, recuerda. El domingo, el cónsul español Ricardo Añino, me confirmó que mi vuelo de vuelta a Londres saldría a las 18:45 de ese mismo día. No obstante, hasta el último momento estuvo vigilado, ya que ”pasé el resto del día en otro centro de internamiento junto al aeropuerto de Tel Aviv, rodeado de personas de distintas nacionalidades, incluyendo un ruso grande y fuerte que me daba muy mala espina. Sólo tenía que aguantar tres hora más, y me encontré a bordo de un vuelo de las líneas aéreas de Israel con rumbo al Aeropuerto de Luton, al norte de Londres. Me senté en el asiento 22C, junto a la ventana“.
“A mi lado, una adorable familia Israelí con un bebé me preguntaron por mi viaje. Les dije había sido secuestrado por fuerzas militares de Israel en aguas internacionales cuando trataba de llevar medicamentos de primera necesidad a la Franja de Gaza, que había pasado la noche en la cárcel y que estaba siendo deportado. Allí terminó la conversación. Camilla, mi novia, me esperaba al bajar del avión. La pobre lo pasó mucho peor que yo”.
La Flotilla de la Libertad, que comenzó sus actividades de desafío al bloqueo a Gaza en 2008 y desde entonces ha fletado más de treinta barcos -tres este año-, salió de Escandinavia a mediados de mayo y desde entonces se ha detenido en 28 puertos.