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Sevilla acoge la Semana del Aforismo, el género literario que resucitó con Twitter y Facebook… y contra Paulo Coelho

Antonio Rivero Taravillo, aforista

Alejandro Luque

Aunque ha tenido memorables cultivadores, desde Heráclito a Kafka o Schopenhauer, el aforismo era un género que languidecía hasta hace bien poco, cuando la parquedad comunicativa de las redes sociales pareció concederle una nueva primavera y cada vez más escritores fueron midiéndose con él. Así, el auge actual del aforismo se manifiesta en la existencia de editoriales y colecciones especializadas, antologías y premios, y desde este lunes en la celebración de toda una Semana del Aforismo, que el colectivo Apeadero de Aforistas ha organizado en la sevillana Biblioteca Infanta Elena.

Mesas monográficas, conferencias, certámenes, lecturas y presentaciones de libros componen un programa coordinado por José Luis Trullo, editor del sello especializado Libros al Albur, por el que desfilarán algunos de los más destacados artífices de estas píldoras de pensamiento y poesía concentrados. “Sobre todo, va a subrayarse que para ser buen aforista hay que evitar la frivolidad, ser exigente y no quedarse en la mera enunciación de una idea lapidaria, sino lograr que se te quede resonando: es, al fin y al cabo, un enigma que te plantea la inteligencia, y que tú como lector tienes que desarrollar”.

Entre los invitados destacan el jerezano José Mateos, que recientemente ganó un prestigioso premio en Italia por sus aforismos; Manuel Feria, canario, catedrático de Farmacología que a sus 70 años se ha convertido en autor de culto al autoeditarse sus brillantes aforismos; el sevillano Antonio Rivero Taravillo o la granadina Erika Martínez, entre otros muchos autores, editores y profesores interesados.

Para uno de los invitados, Eduardo Cruz Acillona, este encuentro es necesario entre otras cosas porque la proliferación de aforistas no ha venido acompañada de un conocimiento en profundidad del género. “Con la llegada de Twitter a nuestras vidas hemos descubierto que sabemos pensar, y que somos capaces de sintetizar nuestras ideas en menos de 140 caracteres (ahora 280). Y a nada que hemos tenido más de cinco ‘me gusta’ en nuestras sesudas publicaciones, ya nos hemos colgado el título de aforistas. Aunque no tengamos ni idea de quién es Carlos Edmundo de Ory o sigamos sosteniendo que Juan Ramón Jiménez es conocido por ser el dueño de Platero”, afirma.

Contra el 'paulocoelhismo'

“En materia aforística, desde la aparición de Twitter, hemos caído en lo que denomino el ‘paulocoelhismo’, un fenómeno que es a la literatura lo que el cuñadismo a la vida diaria, no sé si me explico. De aquella vieja expresión ‘Aquí, cualquier tonto hace relojes’, estos lodos. Y si el párrafo anterior pudiera parecer catastrofista, créeme si te digo que a ese fenómeno no le encuentro sino cosas positivas. Porque llega un momento en que uno se topa con Carmen Camacho, con Javier Salvago o con Antonio Rivero Taravillo, lee sus aforismos y el disfrute se multiplica exponencialmente. La comparación hace brillar más si cabe la exquisitez y la calidad de estos y otros autores que han hecho de este género hiperbreve un acogedor lugar donde alojarse”.

De hecho, Cruz Acillona prepara un nuevo libro titulado Cómo acabar de una vez por todas con los aforismos, donde desgrana perlas como “Los refranes son los cuñados de los aforismos”, “Las pintadas son las ovejas negras de los aforismos”, “Los epitafios son aforismos lapidarios”, “Los aforistas se reúnen en Twitter para ver quién la tiene más... profunda” o “Aforistas en Twitter: el aforo está completo”.

“Yo no me considero un aforista”, asevera en cambio Javier Salvago, otro de los autores invitados. “Empecé a escribir aforismos gracias a facebook, cansado de leer grandilocuentes frases de almanaque o de tanto discípulo de Paulo Coelho. Empecé pues a escribir aforismos para desahogarme de tanta pretenciosa cursilería o de tanta ‘laboriosa nadería’, que diría Borges, O sea, que soy un aforista a la contra”.

“El aforismo -prosigue el autor de Hablando solo por la calle - me parece un género que más o menos estaba muerto y que ha resucitado gracias a Twitter y a Faceboook. Las redes imponen la brevedad. Así que sí se podría decir que el aforismo vive una burbuja que probablemente estallará por abuso o exceso. El exceso lleva al empacho, y el empacho al asco. Lo que no quiere decir que dicha burbuja no deje por el camino interesantes libros que, si no fuera por la influencia de las redes sociales, seguramente no se habrían escrito”.

¿Será una simple moda?

¿Será una simple moda? ¿Está sobredimensionado el género? Carmen Camacho, aforista y autora de la antología de referencia Fuegos de palabras (Fundación Lara), admite que tal vez se esté dando una burbuja con este auge, aunque, “tratándose de aforismos, más que de ‘burbuja’ cabe hablar en todo caso de ‘pompita’”, bromea. “Me explico: el auge de las formas aforísticas contemporáneas –que no es nuevo sino creciente y en ocasiones efervescente- lo es en el tamañito de lo humano, o lo que es lo mismo, concierne más a la atención editorial, crítica y autoral que al mercado”.

“Aunque, por lo breve, podrían antojársenos de consumo rápido, no lo son en absoluto. La densidad y lo inconmensurable –y lo cáustico, a veces- de los textos aforísticos lo ponen por ahora a resguardo de hacer de ellos consumibles. Cierto es que los nuevos hábitos de vida, pensamiento y lectura, unido a los nuevos soportes, contribuyen al desarrollo de las formas breves, de hecho gran parte del público ya está familiarizada con las mismas. Pero en cualquier caso, los aforismos no son (ni creo que lleguen a ser) carne de best seller, sino asombro de lectores capaces de echar la tarde buscando el primor y la picadura entre anaqueles”.

Sea como fuere, lo cierto es que la primera Semana del Aforismo de Sevilla promete ser, según palabras de su impulsor, “un acto de afirmación de la comunidad aforística, no un congreso donde sentar cátedra”. Al fin y al cabo, como explica el propio Trullo, “todavía no he asistido a una mesa de aforistas donde uno haya sido capaz de dar una definición de qué es un aforismo. Si en su origen se trataba de dar pistas claras y unívocas para guiarse en el ámbito jurídico, médico o moral, con el tiempo se ha ido aproximando a la poesía, a la ambigüedad, y ahí lo lapidario chirría mucho. Hoy tenemos aforismos de dos versos, y otros que ocupan un párrafo. ¿Son aforismos, no lo son? Lo discutiremos”.

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