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Tres hermanos que han llenado de vida cultural las ruinas de una iglesia renacentista

Iglesia de san Lorenzo

Ana Sola

Los hermanos Berlanga, Antonio (ingeniero agrónomo), Nicolás (diplomático) y Manuel (periodista),  querían que no se perdiera el nombre de su abuelo, Antonio. De esta forma en reuniones y comidas familiares trataban la forma de hacer perpetuar su memoria y surgió la idea de crear la Fundación Huerta de san Antonio, en honor al huerto que cultivaba su antepasado, y con la que hacer alguna que otra actividad cultural.

Pero al mes de constituir la fundación surgió un tema que bullía desde hacía un tiempo en el barrio de san Lorenzo de Úbeda (Jaén), zona en la que nació y por la que correteaba en su infancia el escritor Antonio Muñoz Molina. Este era la iglesia renacentista de san Lorenzo que corría serio riesgo de perderse por las malas condiciones en las que se encontraba.

Un lugar abandonado y especial, cerrado durante 80 años, después de ver cómo entre sus ruinas, asentadas, según se cree, en una antigua mezquita, convivían personas sin hogar, vándalos, imágenes sagradas y talleres de pintores.

Un edificio que dejó de ser parroquia en 1842 y fue cerrado al culto tras su saqueo e incendio en 1936, pero con un extenso currículum, que la remonta a la época almohade, ya que fue construida encima del adarve de la muralla, y se sustenta sobre la barbacana de la puerta de Granada.

Mucha historia, desde que fuera construida en el siglo XVI, y que aún conserva artesonados y una torre almohade del siglo XIV, además de haber sido lugar de enterramiento familiar de los Dávalos, y todo ello en una ciudad Patrimonio de la Humanidad.

A causa de su estado de ruina, el Ayuntamiento decidió tomar cartas en el asunto mandó a sus técnicos y éstos dictaminaron que necesitaba una obra urgente de 240.000 euros, tras lo cual mandó un requerimiento por vía judicial al Obispado de Jaén, dueño del edificio.

Fue entonces cuando los hermanos Berlanga se lanzaron y propusieron al Obispado facilitar la mitad del dinero para la primera fase de la obra a cambio de su cesión para uso cultural. Y el 18 de abril de 2013 el Obispado y la Fundación acordaban realizar intervenciones urgentes en la iglesia, donde se trabajó durante seis meses y en la que se invirtió un total de 300.000 euros, al cincuenta por ciento.

Así lo explica unos de los hermanos, Manuel, que asegura que ellos se echaron para adelante pero “el terreno estaba muy sembrado”  y que con las obras han conseguido consolidar el edificio, poner un techo nuevo, reconstruir la sacristía y la vivienda de la campanera que se había caído, realizar catas arqueológicas, y pequeñas mejoras como abrir una de las puertas para que hubiera más luz y dos ventanas que estaban cegadas.

Todavía no se puede hablar de rehabilitación del edificio porque falta mucho por hacer, pero con los pasos dados por estos hermanos no solo se ha conseguido salvar de la ruina un edificio patrimonio de la ciudad, sino que se ha llenado de vida cultural la zona. A la fundación se han unido otros colectivos de la ciudad que colaboran en las variadas actividades que se desarrollan entre los muros de la iglesia. El escritor Antonio Muñoz Molina y el cantante Joaquín Sabina, ubetenses orgullosos de serlo, han colaborado también.

Con el lema “Abierto por obras”, se realizan visitas guiadas, además hay conciertos acústicos, exposiciones, teatro, conferencias, y eso también se nota en el barrio, donde en los últimos tres años se han rehabilitado siete u ocho casas y hay “más vida, más gente”. 

Está el barrio y sus gentes. También la fuerza motriz del instituto de artes de la Casa de las Torres. Dicen que no quieren trasladar el centro de gravedad de la Úbeda histórica hacia san Lorenzo, sino que quieren crear otro centro de gravedad, que logre invertir la espiral negativa de abandono del barrio y de las huertas cercanas, sin olvidar el pasado, pero sobre todo con capacidad de imaginar el futuro.

Y para ello, la agenda cultural no para. Además de continuar con la venta del libro “La puerta de la infamia” que recopila las crónicas del Caso Marey escritas por Muñoz Molina en El País cuando se celebró el juicio, y cuyos beneficios son para la restauración de la iglesia, tienen preparados conciertos para todos los fines de semana de mayo y junio con los alumnos del conservatorio. Asimismo, siguen con “los acústicos por aquí”, conciertos “íntimos”, en la sacristía de la iglesia, para un número máximo de 80 personas.

Hay tres exposiciones y programada una muestra ideada ex profeso para el edificio por una artista de Cuenca, o la celebración del Festival de Cómic Europeo de Úbeda, organizado por una asociación de la ciudad.

Además, gracias a un convenio con la UNED preparan para septiembre una serie de actividades alrededor del treinta aniversario de la publicación de “Beatus Ille” primera novela de Antonio Muñoz Molina.

Un éxito fue, “El festival de la palabra” celebrado en marzo, con títeres para los más pequeños, charlas, talleres, presentaciones de libros, poesía …, con Andrés Neuman que ha inventado el  género de los “cuentometrajes, o la participación de Elvira Lindo y Antonio Muñoz Molina.

Toda una programación cultural a la que ahora se une como “experiencia piloto” los Huertos de Ocio, que llevan dos semanas funcionando. Se realiza gracias a la cesión de 600 m2 de tierra de un hortelano que no puede cultivarla y que desea su conservación y que puedan ser utilizados. Veinte parcelas preparadas para cultivar y en las que ya se trabajan en ocho.

De aquella pequeña idea de perpetuar el nombre del abuelo, de la presión vecinal de una ciudad por no dejar abandonado su patrimonio, surgieron tres quijotes anónimos que fueron capaces de lanzarse contra los molinos de una desidia muy extendida en nuestros días y convertir las ruinas en cultura, el olvido en vida.

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