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El Palacio de las Dueñas abre las puertas de su historia

Palacio de las Dueñas, en Sevilla.

Juan Miguel Baquero

En una ciudad rebosante de historia como Sevilla hay espacios que estallan en un barroco mosaico de arte y tradición. Y pocos atesoran el espectáculo visual del Palacio de las Dueñas, la magna residencia sevillana de la Casa de Alba. Construido hace más de cinco siglos, el edificio abre por vez primera sus puertas al público.

Los primeros visitantes podrán recorrer los jardines, patios y salones de la planta baja de la Casa de las Dueñas (desde el 17 de marzo). Una casa que, por unos u otros envites de la vida, ha acogido de invitados a reyes y nobles o personajes de altos vuelos como Jacqueline Kennedy y otros más cinematográficos, caso de Grace Kelly o Michael Douglas. O la última duquesa de Alba, María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva. Entre sus muros, cerca del famoso Patio del Limonero, nacería el universal poeta Antonio Machado.

Vivo ejemplo de la arquitectura nobiliaria sevillana

El edificio, construido entre los siglos XV y XVI, toma su nombre del desaparecido monasterio de Santa María de las Dueñas ubicado en el solar colindante y demolido en 1868. El edificio cuenta con protección legal desde el 3 de junio de 1931, amparado por la Ley Andaluza de Patrimonio desde 2007 y desde 2010 las colecciones que alberga. Es un vivo ejemplo de la arquitectura nobiliaria sevillana. Entre sus muros muestra una “interesante mezcla de estilos gótico y mudéjar” y un “paseo por la historia de la capital andaluza durante los últimos cinco siglos”, informa la Casa de Alba.

La espectacular visión interior que ofrece el edificio no es su único atractivo. Alberga también una colección de pinturas, esculturas y muebles de alto valor histórico y artístico. Destacan obras como los óleos 'Santa Catalina de Siena entre Santos', un Neri di Bicci del siglo XV, o 'La epifanía' de Lucas Giordano que preside el Salón de la Gitana donde también está la escultura de bronce de Mariano Benlliure que da nombre a la estancia. Los visitantes podrán ver tapices del siglo XVII como 'La ofrenda de Abraham y Melquisedec en el templo de Jerusalén', de Francisco Van den Hecke, y una variada selección de piezas arqueológicas romanas y medievales, esculturas del siglo XIX y una gran colección de porcelanas de diferentes estilos: Sevres, Meissen y la Cartuja de Sevilla.

Las singularidades arquitectónicas, en todo caso, fluyen por cada rincón. Destacan restos de la solería primitiva de la Casa de los Pineda (de la segunda mitad del siglo XV), “uno de los linajes del patriciado de Sevilla”, o las arquerías mudéjares del patio original. O la capilla, de planta rectangular con un arco conopial con gablete de ingreso y adornos de tracería gótica y, sobre su dintel, los escudos de armas de los apellidos Enríquez de Ribera y Portocarrero. Los muros han perdido la primitiva decoración de yesería de ataurique, señalan, aunque permanecen los zócalos de azulejería y varias ventanas góticas.

Un chapuzón de historia, arte y tradición por 8 euros

El recorrido turístico por la actual residencia del Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo es posible tras una adaptación de dos meses, “con la idea de mantener los costes del palacio para que siga como está”, señala el gerente del proyecto, Ricardo Gascó.

El Palacio de las Dueñas abre sus puertas. Junto a la principal, una taquilla espera al visitante que pretenda un chapuzón de historia, arte y tradición en un recorrido circular por la planta baja de la residencia por 8 euros y 6 para niños hasta 12 años y jubilados. Gratis los lunes por la tarde (a cambio de su catalogación como BIC, que también exhime del pago del IBI). Ya hay “expectación”, señala Gascó, “y muchas entradas vendidas”. Estará abierto todos los días en horario de 10 de la mañana a 6 de la tarde en invierno (de octubre a marzo) y dos horas más, hasta las 8, en verano (de abril a septiembre), “para darlo a conocer”.

“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, / y un huerto claro donde madura el limonero”. Arrancaba el poema Retratos (Campos de Castilla, 1912) apelando a la memoria íntima de Antonio Machado (Sevilla, 1875 – Colliure, Francia, 1939). El mismo patio que paseara el poeta sevillano queda también al alcance de los visitantes. Porque allí nació Machado, en una estancia cercana al famoso Patio del Limonero, cuando en el siglo XIX una parte del palacio se convirtió en casa de vecinos y sus salones compartimentados con tabiques.

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