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No se me ocurre mejor compañía para esta obra

Escena de 'Future loves' en el Teatro Central

David Montero

Viernes, 5 de abril de 2019

22.25 h. Acaban de terminar los aplausos a Future lovers. M y yo nos miramos: “Qué tal”, me pregunta. “Qué fuerte haber visto esto contigo”, le digo. Antes de empezar a bajar las escaleras, añado: “No se me ocurre mejor compañía para ver esta obra que tú”. Asiente.

Martes, 5 de octubre de 1991

Llego nervioso a la Facultad de Ciencias de la Información. Es mi primer día en la universidad. Veo a una chica y pienso: me encantaría ser su novio. Si fuera adivino, sabría que en abril del año que viene le diré que tengo muchas ganas de darle un beso, ella sonreirá y yo sabré que eso es que ella también. Sabría que en enero de 1993 terminará lo nuestro y yo dejaré de ir a clase porque el mismo acto de verla me hará sufrir. Sabría que ella será ya para siempre mi primer amor, la que me hizo enfrentarme por primera vez a la catástrofe y el milagro de ese encuentro al que le pedimos lo absoluto. Pero no soy adivino, así que sigo mirándola y deleitándome en su belleza, sin saber que es la misma M que se sentará dentro de veintiochos años junto a mí a ver Future Lovers.

(Vuelta al) Viernes, 5 de abril de 2019

20.45 h. Voy camino del Teatro Central a ver Future lovers. R iba a venirse conmigo, pero ha perdido el tren, así que voy yo solo y con una entrada libre. Me encuentro a M en el puente de la Barqueta y se me ocurre decirle que si se viene al teatro. Y a ella se le ocurre decirme que sí.

21.09 h. Una chica, Sara, habla en la escena respondiendo a unas preguntas que sólo oye ella. Habla desde el futuro sobre la noche a la que querría volver, como un sueño lúcido. Me acuerdo de la máquina que borra los recuerdos en la peli Olvídate de mí.Olvídate de mí Pero en Future lovers sólo habrá este guiño a la ciencia ficción. Viajamos en el tiempo: es la noche del cumpleaños del novio de Sara y un grupo de amigos se han reunido para celebrarlo. Están en las afueras de una gran ciudad, tienen bebida y música. Tienen ganas de tantas cosas y miedo de tantas cosas. Tienen el vértigo de tener toda la vida por delante y el estremecimiento de preguntarse qué quieren hacer con esa vida.

21.20 h. Acompaño a esta pandilla en su celebración, en su apetito de vida: música para arrastrar al movimiento a unos cuerpos que se desbordan de deseo y vida, de deseo de vida. ¿Qué ocurre cuando la violencia y la sexualidad forman parte, ya para siempre, de tu cuerpo?, se pregunta y nos pregunta 'La tristura'. No da respuestas. Sólo nos deja mirar y escuchar a estos adolescentes. Ver cómo hablan y de qué. Ver qué se dicen cuando no se hablan y por qué.

21.27 h. Están los desencuentros y las torpezas afectivas, pero también frases y actitudes de estos chicos que son ramalazos de una lucidez sobrecogedora. Se afanan en estar cerca, en ser honestos, en el amor y la verdad. Pero no siempre les sale bien. No sé si a ti te sale bien, pero yo sigo aprendiendo y torpeando.

22.02 h. Sara y Gonzalo nos regalan su intimidad. Sara es más valiente. Gon (culpa y torpeza masculinas en estado puro) está dándole vueltas a la conversación para no mirar de frente lo que pasa. Ella lo nombra. ¿Estamos rompiendo? Él, sin argumentos, lo reconoce. La fiesta sigue.

22.03 h. Miro de reojo a M y pienso en cuando rompimos. En el dolor de esa primera ruptura estaba ya el dolor de todas las rupturas y, con él, la perplejidad por el dolor que nos causan y que causamos. M y yo no nos hemos visto en muchos años. Hace un par de ellos tomamos un café. Y casi hasta hoy. Han pasado más de cinco lustros, pero yo reconozco la quemadura de su belleza y el eco de su voz. En este adulto sigue estando a flor de piel el adolescentes que creía inventar el amor y se lo encontró roto: Yo creía que el querer/ era cosa de juguete,/ pero veo que se pasan/ las fatigas de la muerte.   

22.14 h. Miro a estos Future lovers y sé que estas imágenes me volverán como caricias o quemaduras: el espacio escénico de Ana Múñiz que transpira poesía y deja libertad a la puesta; el skyline de Madrid a fondo, la parte trasera de un coche, unos árboles y mucho vacío que es la mejor forma de que un escenario esté lleno y sea habitable por los intérpretes. Las luces de Carlos Marquerie que vuelven a ser una lección de exquisitez y delicadeza. Recrea con mano y pupila maestras esa noche de las afueras de Madrid, con sus cambios leves o salvajes: verdes, ámbares, rojos,… Yo me estoy quedando loco con los verdes, esos que tantos iluminadores rehúyen para ir a los azules que son como los bonitos oficiales. Las interpretaciones tan suaves, tan honestas, tan gozosamente no-teatrales. La dramaturgia y la puesta en escena certeras, líquidas, capaces de parecer invisibles de tanto acompañar el latido de la propia vida.    

22.18 h. Sé que esto está cerca del final. Tengo miedo de que este prodigio se termine y también de que la inevitable vuelta al nivel de ficción del prólogo para terminar nos dé explicaciones o moralejas. Pero lo hacen bien, muy bien: Sara se viene al mismo lugar del principio y canta una canción. Todos los demás se suman. La letra habla de no ser cobardes. La obra termina así.

22.21 h. En el oscuro antes de aplaudir, siento que esto era de lo que me enamoré, de esta capacidad de la escena para contar, contarme y contarnos. La obra propone un naturalismo radical y sin retóricas, una conmovedora apología de la vida cotidiana, un retrato del corazón, el cuerpo y la mente de un puñado de adolescentes que saben que llegó la hora de la verdad, porque la hora de la verdad está llegando siempre. La tristura han ido más allá. Cine ya era una propuesta honda, pero aquí siguen creciendo porque se comprometen con aquello que deciden tratar (y vivir) en cada momento. Future lovers es hermosa, delicada y conmovedora porque nos invita a contemplar lo que somos y lo que quisimos ser.

22.22 h. Mientras aplaudo, miro a M y pienso en el que fui y el que soy. Pienso en Maiakovski, jamás me alcanzará la vergüenza de sentar la cabeza. Pienso que si no seguimos siendo el adolescente que fuimos (sueños, ambición, pureza) nada tendrá sentido. Pienso en que si sólo seguimos siendo el adolescente que fuimos, nada tendrá sentido. Pienso que, quizá, hagamos lo que hagamos nada tendrá sentido. Hay una herida que se abrió cuando M y yo terminamos. Y yo he seguido siendo esa herida casi treinta años. Hoy, siento que esa herida se ha cerrado. Justo antes de ser esa herida, yo leía los pecios de Sánchez Ferlosio, que ahora acaba de morir. Me sigo sabiendo uno de memoria: (Nevermore.) Decir que el tiempo todo lo cura vale tanto como decir que todo lo perdona. ¿Sabré sobrevivir sin traicionar? 

22.25 h. Acaban de terminar los aplausos a Future lovers. M y yo nos miramos: “Qué tal”, me pregunta. “Qué fuerte haber visto esto contigo”, le digo. Antes de empezar a bajar las escaleras, añado: “No se me ocurre mejor compañía para ver esta obra que tú”. Asiente. Me encantaría haber tenido imaginación para inventarme este encuentro, pero no la tengo. Fue así. Justo así.

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