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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Mentes abiertas, ciencia abierta

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Gaspar Olmedo

“Una antigua tradición y una nueva tecnología convergen hoy  para hacer posible un bien público sin precedentes”. Con esta frase tan optimista comienza la Iniciativa para el Acceso Abierto de Budapest, un documento elaborado por un pequeño grupo de científicos, bibliotecarios y editores de revistas que hace ahora 18 años se reunieron por iniciativa del Open Society Institute, la fundación del multimillonario George Soros para concienciar al mundo sobre la necesidad de que el conocimiento científico encerrado tras los muros de las exorbitantes cuotas de suscripción de las revistas científicas se pusiera a disposición del conjunto de la humanidad sin restricción alguna, aprovechando para ello el enorme potencial de internet y de las nuevas tecnologías de la información. Ya era hora de que la ciencia diera el salto desde la era de la imprenta a la era digital y de que no lo hiciera perpetuando el modelo del siglo XX sino creando un nuevo modelo para el siglo XXI en el que la ciencia recuperara algunos de los valores que están en la base de su misma razón de ser, como la universalidad y la transparencia.

Por supuesto, y como era de esperar, las editoriales de revistas científicas, que llevan muchos años obteniendo pingües beneficios, no se dejaron amedrentar por esta declaración ya que, como ellas mismas bien dicen, se trata de empresas y no de asociaciones de caridad. Pero a esta declaración siguieron otras (Berlín, San Francisco, etc.) y cada vez más científicos, políticos, instituciones y agencias financiadoras de investigación se fueron convenciendo no solo de la conveniencia sino también de la justicia que encierra la filosofía del acceso abierto a las publicaciones científicas: ya que la mayor parte de la investigación se financia con fondos públicos, sus resultados deberían ser también públicos.

Alexandra Elbakyan, una informática kazaja harta de no poder acceder a las publicaciones científicas, también puso su granito de arena al fundar con solo 23 años Sci-Hub, la web pirata de la que se puede descargar sin limitaciones el 85% de los artículos científicos que aparecen en revistas de pago. El resultado es que el movimiento de Acceso Abierto (OA por sus siglas en inglés) se ha convertido en una fuerza que ninguno de los agentes implicados en la investigación puede ya ignorar.

Repensar el papel de la ciencia

Sin embargo los resultados al cabo de 18 años posiblemente estén bastante por debajo de las expectativas de sus impulsores. Es cierto que ya se puede acceder legalmente a muchas publicaciones científicas de forma libre y gratuita, y por ejemplo, de los casi 115.000 artículos publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas entre 2008 y 2018, hay casi 60.000, es decir el 51%, que están ya en acceso abierto, pero sigue habiendo muchas publicaciones por las que hay que pagar para poder leerlas legalmente y aún en las que están en acceso abierto, con frecuencia el autor, o la institución en la que trabaja, ha tenido que desembolsar una desmesurada cantidad de dinero a la revista para que su artículo esté en acceso abierto, lo cual constituye un nuevo tipo de barrera, en este caso no para leer pero sí para publicar. En los últimos tiempos han surgido nuevas iniciativas, como el Plan S, promovido por el Consejo Europeo de Investigación (ERC), para acelerar esta transformación y muchos editores están convencidos de que el cambio es inevitable, pero aún hay muchas resistencias.

Probablemente una de las contribuciones más relevantes del movimiento OA haya sido que de alguna manera está obligando a repensar el papel que juega la ciencia en nuestras sociedades, la forma en que se ejecuta, cómo se difunden sus resultados y cómo se distribuyen sus beneficios. No se está hablando ya solo de Acceso Abierto, sino de Ciencia Abierta, uno de cuyos pilares es el acceso abierto a las publicaciones científicas, pero cuyo alcance va mucho más allá. Se trata, como ya se ha apuntado más arriba, de recuperar lo que el sociólogo de la ciencia Robert K. Merton definió como el conjunto de valores y normas culturales que gobiernan las actividades científicas, que en parte se han ido perdiendo conforme se ha ido acentuando la mercantilización de la ciencia a partir de la Segunda Guerra Mundial:

  • Universalismo: todos pueden contribuir de igual manera al avance de la ciencia.
  • Comunismo: no entendido como ideología, sino como transparencia y puesta en común del conocimiento, es decir lo contrario del secretismo.
  • Desinterés: actuación en beneficio de la ciencia, aun cuando los resultados puedan favorecer al que los obtenga.
  • Escepticismo organizado: los resultados deben ser expuestos al escrutinio crítico de todos y deben ser reproducibles, lo que implica tener acceso a la información pertinente para ello.

La Ciencia Abierta se ha de basar en el trabajo colaborativo y en la transparencia de todo el proceso de investigación e incluir la apertura de las publicaciones, pero también de las metodologías, de los procesos de revisión de las publicaciones y de los datos de investigación, e implica el desarrollo de nuevas infraestructuras de trabajo colaborativo y de nuevos métodos de evaluación de resultados que tengan muy en cuenta el valor social de la ciencia.

Conjugar intereses y mejoras

Indudablemente no vivimos en un mundo ideal y en la ciencia, como en cualquier otra actividad productiva, intervienen muchos actores con multitud de intereses personales y económicos. Se trata de intentar buscar fórmulas para conjugar estos intereses y en la medida de los posible que todos ganen, o pierdan lo menos posible, pero teniendo siempre en mente que el fin último de la ciencia financiada con dinero público ha de ser mejorar la vida de los ciudadanos.

Me gustaría terminar este post con una pregunta que planteaba Ismael Ràfols, investigador del Instituto de Gestión de la Innovación y del Conocimiento en unas jornadas sobre ciencia abierta a las que asistí recientemente: “¿Es posible hacer Ciencia Abierta en sociedades no democráticas?”. Pero la respuesta a esta pregunta la vamos a dejar para otro post.    

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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

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