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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

¿Cómo se produce una invasión biológica?

Especies invasoras

Álvaro Bayón Medrano / Álvaro Bayón Medrano

Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) —

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No pocas veces se escucha que tal especie es invasora o que en cierta zona se está produciendo una invasión por parte de determinado animal o planta. Los medios de comunicación (Alcaide, 2008) se hacen frecuentemente eco de este tipo de riesgos naturales causados directamente por actividades humanas.

En el proceso de invasión biológica hay varias fases. La primera fase es el transporte. Bien deliberadamente, o bien de forma accidental o por negligencias, los organismos son obtenidos de su medio natural y depositados en lo que se denomina un vector, que es el medio por el cual es transportado, y que puede ser desde una jaula con unas cotorras en la bodega de un avión para su venta como mascotas hasta el agua de lastre lleno de larvas de algún crustáceo de un petrolero, y desde las suelas embarradas y llenas de semillas de unas botas en el interior de una maleta, hasta las hojas de una planta de oficina que escondan en su envés los huevos de algún insecto.

Ese vector libera, también de forma accidental, deliberada o negligente, al organismo o sus propágulos en el nuevo ecosistema. A esta fase se le denomina introducción, y las especies que se encuentran en este punto se consideran especies introducidas.

Hay especies que al introducirlas en un nuevo ecosistema, tan solo pueden sobrevivir si se las mantiene en unas condiciones creadas artificialmente, y que nunca podrán «escapar» al medio natural. Un animal que requiere unas condiciones de alimentación muy específicas, como el koala (Phascolarctos cinereus), que tan solo se alimenta de eucaliptos (Eucaliptus spp.), en un ecosistema en el que el eucalipto no existe, solo puede sobrevivir si se le mantiene en cautividad. 

Algunas especies pueden establecerse en el medio natural, pero sin ser capaces de reproducirse eficientemente, o reproduciéndose pero sin expandirse, manteniendo poblaciones restringidas y cercanas al foco de origen, y generalmente quedan asociadas íntimamente a las actividades causa de la introducción. Estas especies se denominan subespontáneas o adventicias.

Hay algunas que dan el paso siguiente y llegan a naturalizarse. Esto significa que forman poblaciones estables ocupando un hueco que haya en el ecosistema o bien compartiendo ese hueco con otra especie autóctona. Un ejemplo de seres vivos que están ampliamente naturalizados en la Península Ibérica son los castaños (Castanea sativa), que fueron traídos por el Imperio Romano hace siglos y que hoy forman bosques, puros o mixtos.

Es cuando una especie introducida se propaga muy rápidamente y sin control, cuando se considera una invasora. En el caso de las plantas, por ejemplo, (Vilà et al. 2008) se considera invasora aquella que, por semillas, en menos de 50 años se ha establecido a más de 100 metros del foco de entrada, o aquella que, mediante reproducción vegetativa, en menos de 3 años se ha establecido a más de 6 metros. 

Por otro lado, a todas las especies exóticas invasoras que ocasionan un impacto ambiental y/o económico importante (Vilà et al. 2008), tales como el desplazamiento de especies nativas, los cambios en los ciclos de nutrieres, la transmisión de enfermedades, o daños en infraestructuras, por ejemplo, se les denomina plagas o pestes.

Pero no todas las invasoras tienen por qué ser plaga. El criterio que se usa para discernir si una especie es o no invasora es en función de su capacidad de propagación, cause o no daños ambientales o económicos.

Aunque parece que las plantas no tiene por qué suponer un riesgo, en realidad muchas plantas empleadas en jardinería pueden ser las responsables de graves impactos ambientales, y también económicos y de salud. Muchas de las plantas que cultivamos en parques y jardines, y también en acuarios, son fuertes competidoras que desplazan a las plantas autóctonas, bien porque tengan una gran capacidad de producción de semillas o porque sean capaces de reproducirse muy eficientemente de forma vegetativa. Algunas plantas emiten sustancias alelopáticas que actúan como herbicidas naturales (Bayón et al., 2011). Otras especies pueden provocar daños a infraestructuras y cultivos, y en muchos casos encontramos plantas que son tóxicas para la fauna, o cuyo polen causa frecuentemente alergias respiratorias a las personas. 

La introducción de especies exóticas, por tanto, no solo puede afectar negativamente al ecosistema sino también repercutir sobre nosotros mismos, tanto en nuestra economía como en nuestra salud.

La mimosa (Acacia dealbata), el ágave (Agave americana), el ailanto (Ailanthus altissima), el arbusto de las mariposas (Buddleja davidii), la hierba de la Pampa (Cortaderia selloana) o la retama de olor (Spartium junceum) son plantas muy características que no son difíciles de encontrar en parques y jardines españoles, pero que no solo son invasoras, sino que incluso están reguladas por la legislación española. Aunque solo he señalado unas pocas, existen muchas más especies invasoras, tanto de plantas como de animales, en nuestro territorio que vale la pena conocer y tener en cuenta, y más aún que sin llegar a ser invasoras aún, existe un riesgo potencial de que se conviertan en invasoras en el territorio nacional. Es importante, como mínimo, prestar algo de atención a estas plantas y animales y, preferiblemente, evitar su uso ornamental o de mascota.

Bibliografía

Alcaide, J.L. (2008) «Tratamiento informativo de las invasiones biológicas» (In) Vilà, M., Valladares, F., Traveset, A., Santamaría, L. & Castro, P. «Invasiones biológicas» — Colección Divulgación, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (p. 143-6).

Andreu, J. & Vilá, M. (2007). «Análisis de la gestión de las plantas exóticas en lo espacios naturales españoles» — Ecosistemas, 16:109-124.

Bayón, Á. & Llamas, F. (2011) «Ailanthus altissima (mill.) Swingle (Simarubaceae) como potencial invasora» — AmbioCiencias: Revista de divulgación, 7:27-39.

Lowe S., Browne M., Boudjelas S. & De Poorter M. (2000) «100 of the World’s Worst Invasive Alien Species. A selection from the Global Invasive Species Database.» — Invasive Species Specialist Group of the Species Survival Commission of the World Conservation Union. 

Vilà, M., Castro, P. & García-Berthou, E. (2008) «¿Qué son las invasiones biológicas?»  (In) Vilà, M., Valladares, F., Traveset, A., Santamaría, L. & Castro, P. «Invasiones biológicas» — Colección Divulgación, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (p. 21-5).

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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

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