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Aulas sin insonorizar o instrumentos viejos: el Conservatorio de Málaga muestra la precariedad de la enseñanza musical en Andalucía

María Romero, en una cabina de ensayo | N.C.

Néstor Cenizo

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Son las nueve de la noche de un lunes de diciembre, y María Romero ensaya una pieza de clarinete en una de las salas del Conservatorio Superior de Málaga. Hace un alto para atender al periodista, pero le cuesta abrir la puerta desde dentro. La cabina, muy pequeña, está forrada de una deslucida moqueta azul. La ventana pegada al techo parece traslúcida bajo una costra de suciedad. Se escucha la música de la cabina contigua.

En Sevilla o en Córdoba están en condiciones similares. “Muchas veces tenemos que ir de aula en aula para encontrar atriles”. “No me habían hablado muy bien de los conservatorios de Andalucía, pero tampoco me lo esperaba así”. “Estamos estudiando en las cabinas y no podemos centrarnos porque estoy escuchando lo de los otros”. “Cuando están todas ocupadas es imposible”. “Y esto en verano… es un tostadero”.

Las quejas de María, que se ha mudado a Málaga desde Almería para estudiar clarinete, resumen las precarias condiciones del Conservatorio Superior de Málaga (unos 330 alumnos) y, en general, de la enseñanza musical en Andalucía. Aquí, casi todo ronda los 50 años. Un cartel acredita que el conservatorio se inauguró en 1971 y ni las instalaciones ni el material se han renovado desde entonces. El aspecto del centro donde se forma la élite musical es de abandono.

No hay persianas porque un golpe de viento arrancó una de ellas y se decidió retirarlas por miedo a un accidente. Las ventanas dejan pasar la humedad y están oxidadas. El material para el aislamiento acústico está corroído. Solo hay calefacción y aire acondicionado en las aulas de los extremos, de modo que el calor en verano y el frío en invierno son “insoportables”. Un enorme boquete se abre desde hace años en el conducto de calefacción de la sala de conciertos, donde las audiciones suelen acabar con un resfriado.

24 euros por profesor

Juani Ortigosa, catedrático de clarinete, cuenta con pesar las dificultades de enseñar música en estas condiciones. En su departamento son 25 profesores, con un presupuesto total de 600 euros. Salen a 24 euros por profesor, de donde hay que sacar, en su caso, para pagar caña, boquilla, abrazadera, zapatilla para el clarinete, las partituras, las tizas y todo el material fungible. “Es ridículo”, lamenta.

El material es muy escaso y el que hay está desfasado o en condiciones lamentables, según los profesores. A veces, ni siquiera existe. “Yo toco el contrabajo de cinco cuerdas, que nunca hemos tenido y es el que se usa habitualmente en orquesta”, explica Jorge Muñoz, profesor de contrabajo.

Por eso, la mayoría los profesores aportan el material y su propio instrumento. “Del deterioro lo tenemos que mandar a un lutier y pagarlo nosotros. Imagina que un funcionario de Hacienda tuviera que llevar su ordenador al trabajo. Eso ocurre todos los días aquí”, comenta Ortigosa.

Muñoz y Ortigosa reconocen instrumentos de cuando eran estudiantes. “Llevarán aquí 30 ó 40 años y nunca ha habido ni renovación ni mejora”, explica Muñoz en su clase. Se oye con claridad el sonido de los timbales, que ensayan en el aula inferior. En la superior está la big band. “Todo el día. Seis horas. Yo doy una clase donde necesito el oído para afinar. Acabo machacado”.

Deficiencias en la instalación eléctrica

Ni las quejas sobre el abandono institucional son nuevas, ni esta situación es desconocida para la Junta de Andalucía. Sin embargo, los lamentos caen en saco roto. En los últimos siete años, el anterior equipo directivo presentó decenas de escritos ante la delegación de Educación gobernada por el PSOE. “No nos hicieron caso”, lamenta René Martín, ex jefe de estudios.

El centro ni siquiera pasaba la Inspección Técnica de Edificios por deficiencias de la instalación eléctrica. “Nos dijeron que no había que darle importancia, porque solo había una muy grave. Que con 40 euros y un destornillador lo arreglábamos”, comenta. “Dijeron que había otras prioridades, así que cambiamos el cuadro eléctrico con los fondos ordinarios del conservatorio. Nos privamos de comprar cosas para la biblioteca para que a nadie le diera un cortocircuito”.

La consecuencia es que deben pedir a alumnos de la Universidad de Granada (donde se imparte el grado de Musicología) lo que no encuentran en el centro. “Los TFG se realizan con un par de enciclopedias que tenemos”, explica Carlos Janeiro, alumno.

El actual equipo directivo no ha respondido a la invitación para participar en este reportaje.

La situación del Conservatorio de Málaga se repite, con ligeras variaciones, en otros puntos de Andalucía. En Jaén las clases se imparten en un centro provisional desde que se implantó el Conservatorio Superior, hace nueve años. En Granada han sufrido cortes porque las calderas son antiguas y disparan el gasto. En Sevilla, el conservatorio no tiene auditorio. “¿Cómo se puede tener un conservatorio que no tenga un lugar donde tocar?”, se pregunta Ortigosa.

Sin clases hasta abril

A todo esto se añade la aplicación de unos nuevos criterios de personal, que ha llevado al desmantelamiento de más de la mitad de la plantilla docente, la mayoría con gran experiencia, del que informó eldiario.es/Andalucía. La Consejería de Educación puso a los profesores del Superior en comisión de servicios (con plaza en el Grado Medio) ante una disyuntiva: renunciar a su plaza en el Medio o regresar. Muchos tomaron el segundo camino, a pesar de acumular décadas dando clase en el Superior. Les han sustituido jóvenes sin experiencia docente. En el departamento de viento, de 25 profesores solo se mantienen seis.

Al menos este curso no se ha dado una situación casi “tradicional” en la enseñanza musical. En los conservatorios ha sido habitual durante años que no se cubran las plazas hasta bien entrado el curso. “El año pasado hubo profesores que se incorporaron en abril. Mes y medio de clase. ¿Cómo vas a evaluar?”. En ese curso, una profesora de contrabajo se dio de baja en febrero y no se nombró sustituto. Hay centros donde no se han impartido asignaturas para las que los alumnos se habían matriculado y pagado. “Son anomalías escandalosas. Al final es prevaricar, porque estás dejando de dar clase…”, comenta René Martín.

Debido al desmantelamiento de las plantillas, René Martín ha regresado después de 25 años en el Superior a su plaza en el Conservatorio de Grado Medio Martín Tenllado, en el que las instalaciones y los materiales son mucho mejores que los del Superior. “Es como si la Facultad de Químicas tuviera peores microscopios que los del instituto”, explica. Para esos alumnos, pasar al nivel superior supone un claro empeoramiento en los recursos.

Los alumnos se quejan de no ser escuchados

Carlos Janeiro participó en las protestas por el Día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y pone otro ejemplo: “Es como si le dices a un alumno de Medicina que trabaje con reactivos caducados”. Para Janeiro, la música sufre un permanente agravio comparativo con las enseñanzas universitarias, con las que está teóricamente equiparada, aunque administrativamente depende de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, que está embarcada en un proceso de reforma de las enseñanzas artísticas (música, danza, arte dramático y diseño).

La Consejería está redactando un Reglamento Orgánico de Centro que acabe con el “vacío normativo” y posibilite la “autonomía” de los centros. También trabaja en reordenar las enseñanzas artísticas superiores para actualizar sus planes de estudios y el sistema de calificaciones.

La Consejería prevé que las nuevas normas se apliquen en el curso 2021/2022. Aunque el Gobierno socialista había empezado a tramitar una reforma, el nuevo equipo de PP y Ciudadanos prefirió empezar de cero porque, según explican fuentes de la administración, “no contaba con informe favorable de la Dirección General de Presupuestos” y quería abrir un trámite de audiencia pública para “recabar una opinión más actualizada de las personas interesadas”. Sin embargo, esta reforma no da respuesta a una demanda histórica de los alumnos: el acceso al Suplemento Europeo al Título, con el que poder estudiar en otros centros europeos.

Janeiro observa con escepticismo el proceso. “La Federación de Estudiantes Nacionales de Música pidió que en la mesa de trabajo hubiera gente en representación de todas las partes. ¿Qué tenemos? Que se hace sin consultar con la gente que entiende, de forma incompleta”. La Federación de Estudiantes sí ha presentado varios escritos con aportaciones en el proceso de consulta pública.

Las fuentes consultadas para este reportaje son pesimistas. “Mi opinión es que los escritos sirven de poco. ¿Qué vamos a decir que no se sepa?”, se cuestiona Juani Ortigosa, que denuncia un abandono de la enseñanza pública artística en beneficio de la privada: “Se está dejando morir porque hay negocio”. Para René Martín, falta una hoja de ruta para revertir el abandono de las enseñanzas artísticas: “La sensación es que no escuchan. Yo no creo que se lo quieran cargar, pero se va a morir porque se han olvidado de darle de comer”.

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