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Listeriosis: la sospecha que tiene en jaque a un pueblo malagueño

Rotonda de Benaoján | N.C.

Néstor Cenizo

Sobre el pequeño pueblo de Benaoján ha caído una de las peores maldiciones: una sospecha contra la que nada se puede hacer. Desde hace una semana, los benaojanos viven marcados por el estigma de la listeriosis. A estas alturas, poco importa si la bacteria estaba o no en un plato de chicharrones. Mucho menos, si la presencia era significativa, o si también está en la fábrica. El impacto de la alerta a la opinión pública ha convulsionado este municipio de la Serranía de Ronda, que depende casi en exclusiva de la industria cárnica. “Esto va a hundir el pueblo, porque lo primero que se ve es el nombre de Benaoján”, lamentan en un bar cercano al ayuntamiento.

Benaoján es un pueblo orgullosamente vinculado a sus chacinas. “Hoy en día, Benaoján constituye uno de los principales municipios de la Serranía, contando con una importante industria chacinera de prestigio internacional y un prometedor turismo rural”, ilustra un cartel de azulejos. Aquí, las rotondas homenajean a las máquinas de hacer embutido.

Soraya García Mesa, la alcaldesa, estima que el peso de la industria en la economía local ronda el 80%. Da trabajo directo a unos 300 trabajadores en alguna de sus once empresas cárnicas, entre las transformadoras, las de distribución o las de salazones. Jimera de Líbar, Faraján o Arriate también producen, pero ninguno depende de las chacinas como Benaoján. Menos un par de empresas con matadero propio, las demás importan los cerdos de Sevilla o Extremadura.

Alerta “injusta e injustificada”

El 4 de septiembre, una familia almorzó en un restaurante de Ronda. Dos días después, siete de sus miembros acudieron a un hospital con síntomas de intoxicación alimentaria, y uno de ellos dio positivo en listeriosis. El 12 de septiembre la Consejería informó del positivo preliminar, con escasa concentración bacteriana, en una de las cinco muestras tomadas en la fábrica, y aunque facilitó de inmediato el nombre de la empresa, no comunicó el del restaurante, que está “cerrado por vacaciones” desde entonces.

García Mesa dice con rotundidad que la alerta es “injusta e injustificada” y que vulnera el principio de precaución, que debe equilibrar el derecho a la información con el potencial daño económico a las empresas. “Debía haberse llevado por cauces internos hasta que se aclarara con criterios científicos definitivos”, opina García Mesa, quien cree que la consejería se precipitó y sobrerreacionó por las críticas a su gestión sobre Magrudis.

La consejería, sin embargo, comunicó a la prensa el positivo preliminar, declarando una alerta sanitaria sin matices. Al día siguiente (el viernes 13), un portavoz aclaró a los medios que, en realidad, la primera alerta sobre Magrudis (vinculada a 215 hospitalizaciones, seis abortos y tres fallecidos) y las demás (sobre Sabores de Paterna, la segunda, y La Montanera del Sur, la tercera) no son comparables. La de La Montanera del Sur es una alerta “común en los países desarrollados”, dijo José Miguel Cisneros.

Un epidemiólogo y una formadora en seguridad alimentaria ya habían mostrado a eldiario.es/Andalucía su extrañeza por la súbita acumulación de alertas públicas. “El sistema de alerta alimentario no llega nunca a los medios, salvo que haya que advertir a las personas de que un determinado producto se ha escapado del control”, explicó un experto que ha tenido responsabilidades en el sistema público de vigilancia epidemiológica. No parece que los chicharrones de La Montanera del Sur escaparan del control: aunque los responsables de la empresa no quieren hacer declaraciones, García Mesa explica que el lote presuntamente afectado es muy limitado (de 150 kilos) y se contactó con los clientes de inmediato, porque la empresa no hace venta directa.

La alcaldesa lleva una semana frenética, pero aún no ha conseguido el expediente de la alerta, a pesar de que lo ha pedido por escrito a la Junta de Andalucía. Ni ella ni la empresa tienen más información que la que se comunicó públicamente el viernes. Según explica, lo único que ha recibido son llamadas telefónicas de responsables políticos prometiéndole celeridad. La realidad es que desde hace una semana, un equipo de veterinarios trabaja donde se producía el chicharrón de La Montanera del Sur, sin que hasta este jueves se hubiera confirmado el positivo.

Despidos de personal

Mientras, el estigma se va marcando en la piel del pueblo. Una de las principales empresas sufre la desgracia de tener un nombre que se presta a confusión con el de la empresa investigada. Su responsable lleva una semana recibiendo llamadas de clientes, muchos de escala estatal, que piden aclaraciones o cancelan pedidos, aunque tiene un cartel explicativo en la tienda y en la web desde la alerta sobre Magrudis: “La carne mechada de nuestra marca se encuentra desvinculada y no tiene relación con dicha alerta sanitaria”.

Da igual, dice. De un día para otro dejó de vender carne mechada, que representaba una sexta parte de una facturación que ronda los 600.000 euros mensuales. En la última semana, el problema han sido los chicharrones, de los que produce unos 1.000 kilos al mes. Cree que tendrá que destruir la carne. “Nadie la quiere. Ni regalada”. El resultado es que está despidiendo personal, cuando a estas alturas debía estar contratando para la campaña de Navidad: seis despedidos hoy, más seis reducciones de jornada, de unos 60 trabajadores.

“Los clientes confían en mí, pero todo depende de lo que le pidan los consumidores”, lamenta, mientras muestra pantallazos de piezas informativas en telediarios nacionales en las que se ve el nombre de su empresa y su logo. Trata de calmar su enojo por una noticia que considera difamatoria: “Se publica esto, te llaman los clientes y la aseguradora y al final te cortan el crédito”.

“Magrudis fue excepcional”, dice con pesadumbre. “Terrorismo puro y duro. Eso no es lo normal. Ahora salta la alerta por un caso, y a raíz de eso se ha generalizado. Por unos piratas que no responderán porque no tiene bienes a su nombre, pagamos todos. El consumidor ha perdido la confianza”, razona. No hay motivo que justifique está súbita desconfianza, insiste: los veterinarios tienen en esta empresa oficina propia, y hacen un análisis semanal de lotes, superficie, operarios o limpieza. “Ellos entran aquí como Pedro por su casa”.

“Asegúrate, porque puedes arruinar a un pueblo”

En un modesto bar, apenas una barra, Teresa y Miguel charlan con un paisano. Un cartel informa de que el bar, llamado Cristina, sirve churros desde las 6 de la mañana, aunque abre a las 5. “Para los trabajadores de la fábrica”, explica Miguel, que sabe muy bien que la economía local depende ahora de una bacteria microscópica. Nadie se libra de la crisis: la torta de chicharrones, el producto estrella de una de las panaderías del pueblo, ha dejado de venderse.

“Antes de decir las cosas, tienen que asegurarse porque pueden arruinar al pueblo”, tercia Teresa. “Porque aquí lo que hay son chacinas y salazones, y el trabajo que a veces da el ayuntamiento”. Miguel añade una experiencia personal para ilustrar que en la industria de Benaoján se hacen bien las cosas: “Yo he estado en la fábrica y se puede comer en el suelo”.

Susana Díaz visita el municipio este viernes, lo que puede añadir carga política al asunto, mientras las administraciones empiezan a posicionarse anunciando ayudas y apoyo. La Diputación de Málaga ha aprobado una moción institucional para promocionar los productos cárnicos de la provincia con el sello Sabor a Málaga, y el consejero promete hacer ronda por bares y tascas comiendo chicharrones y carne mechada. Pero en la fábrica tienen claro que la confianza de los consumidores no se recuperan tan fácilmente: “Sólo quiero que acabe todo esto, y si no puedo hacer carne mechada... Haré otra cosa.

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