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Despedida malagueña a Marcos Ana: el hombre “capaz de rodear él solo a la dictadura franquista”

Marcos Ana, en una foto de archivo

Néstor Cenizo

A Marcos Ana le despidieron este lunes sus amigos de Málaga y se puede concluir que al poeta se le quiso, y mucho. Quedaba claro con sólo llegar al Ateneo de la ciudad, al que muchos no pudieron entrar porque el Salón de Actos, con capacidad para unas cien personas, se quedaba muy pequeño para todos esos amigos, compañeros, camaradas o solamente (y nada menos) que lectores que quisieron rendirle un homenaje.

Marcos Ana pasó largas temporadas en la capital de la Costa del Sol, en la casa de El Palo de sus amigos Toti y Paul, a quienes conocía de sus años en París. Ya entonces era el símbolo de la resistencia frente a la brutalidad represora del franquismo, que lo había encerrado durante 23 años después de condenarlo a muerte.

Gran parte de ellos los pasó en el penal de Ocaña, no en una celda, sino encerrado en un corredor con otro millar de condenados, como él mismo recuerda en el documental “A viva voz”, que se proyectó durante el acto.

Fue en Burgos cuando se hizo poeta, y de allí salió digno, como recordaron sus amigos. Tanto como para recoger la bandera de la lucha por la libertad de los que se quedaron en los presidios. “Yo soy un privilegiado porque a mí sí me han reconocido. Por eso, cuando recibo un premio lo pluralizo”, explicaba con frecuencia. No se consideraba más merecedor de homenajes que todos los que sufrieron lo que él encarnó ante la comunidad internacional: la brutalidad de la dictadura franquista.

Fue “un poeta porque vivió como un poeta”

Y pese a todo, el magistrado José Enrique Medina recordó que, siendo “comunista orgulloso”, Marcos Ana no se acuarteló en sus ideas sino que se abrió con generosidad y peleó hasta el final por la unidad de la izquierda. Tampoco se atrincheró en el agravio de las campañas de descrédito que contra se montaron. Fue, dijo Medina, “un poeta porque vivía como un poeta”. “Hablaba sin venganza, sin resentimiento”, completó luego Antonio Romero, histórico del Partido Comunista.

Romero recordó que Marcos Ana fue el hombre “capaz de rodear él solo a la dictadura franquista”, primero desde el patio de la cárcel y luego llevando a cada país la demanda de solidaridad con España, pidiendo amnistía y libertad. “Un hombre bueno, digno, solidario, fraterno, que parecía tener siempre tiempo para los amigos y los justos”, recordó de él Paul Mandeville y a su lado, Toti Vega, la niña de la guerra a la que conoció en París, pidió que se siguiera oyendo su voz y las voces de todos.

Como si quisiera recuperar la juventud que pasó en la cárcel franquista, Marcos Ana visitaba todos los días visitaba el 15M y recorría el campamento animando a los jóvenes que allí estaban. “Las ideas de Marcos Ana no son del pasado, sino del presente y el futuro, porque es ahora cuando se levantan nuevos muros al progreso”, dijo un emocionado Antonio Romero, antes de cerrar citando a Espartaco, cuando se dirige a Antonino y le dice: “Los poetas no pueden morir en la guerra”. Quedaba claro que la memoria de Marcos Ana en Málaga sigue muy viva.

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