El 1 de noviembre se conmemoraba el 30 aniversario del primer fallecimiento de una persona migrante registrado en las costas españolas. Han pasado tres décadas desde que la opinión pública pudo hacerse una idea de la cara trágica de la inmigración. Desde entonces los políticos de turno pudieron comenzar a adoptar medidas para dar buena respuesta al fenómeno migratorio. Es un periodo suficiente para haber pensado en formas de evitar que las personas tengan que arriesgar sus vidas en el mar - como la apertura de vías legales- y así enfrentar la crisis humanitaria que empezaba a vislumbrarse. Ha habido tiempo de crear espacios de acogida dignos para atender a los sobrevivientes de los naufragios en nuestras costas.
La situación ha sobrepasado a las Administraciones y se responsabilizan unas a otras de la mala gestión. Pero lo cierto es que la improvisación ha sido la regla en la atención a personas migrantes llegadas en pateras cuando la previsión de aumento de llegadas estaba clara simplemente acudiendo a las cifras de años anteriores o comprobando lo que estaba ocurriendo en países vecinos como Grecia e Italia.
La carencia de recursos para la primera acogida de las personas migrantes no es por su número sino porque ha faltado previsión. Es cierto que llegan más, pero también lo es que no ha habido voluntad de crear espacios adecuados para recibirles. Hasta la semana pasada los hombres, mujeres, niños y niñas rescatadas del mar que llegaban al puerto de Málaga han recibido la primera atención en carpas, prácticamente a la intemperie.
Mientras tanto, en buena parte de la ciudadanía existe la percepción de que se producen “llegadas masivas” o “avalanchas” de personas migrantes en pateras cuando la realidad es que la vía marítima supone tan sólo el 0,5 por ciento y la inmensa mayoría llega en avión. Cuando los medios nos hablan de cifras de llegadas marítimas a nuestras costas ¿Son muchas? ¿En relación a quién o dónde? Argumentos como que “nos invaden” o “no es posible que haya papeles para todos” alarman a la población y la ponen a la defensiva cuando lo cierto es que la falta de espacios se produce porque no ha habido una pronta respuesta a una situación que conocíamos que iba a ocurrir.
Ante todo tenemos que recordar algo que por mucho que lo hayamos escuchado o leído no deja de ser una constante: la situación en la que llegan estas personas migrantes y las motivaciones que les llevan a arriesgar sus vidas, sufriendo en alguna ocasión incluso pérdidas de compañeros de viaje, les sitúa en una situación de vulnerabilidad extrema que tiene que conllevar la máxima solidaridad de todos y todas. Urge una acogida digna.
En esta línea está prevista la apertura en el puerto de Málaga de unas instalaciones donde Cruz Roja podrá empezar a prestar asistencia a las personas rescatadas de pateras. Esto supondrá un salto importante y un gran avance en cuanto a la dignidad de las personas que hemos tardado 30 años en conseguir.
Estas personas migrantes, hombres, mujeres, niños y niñas, no deben ser atendidos en unas carpas. No imagino unas instalaciones similares para náufragos de embarcaciones de lujo ¿O es que la solidaridad es exclusiva para personas con más recursos económicos? No, las personas migrantes merecen el mismo respeto y dignidad.
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