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La Sima de Cabra: de inspiración para Cervantes a cuna de la espeleología española

Descenso a la Sima de Cabra

Carmen Reina

“Otra vez me mandó que me precipitase y sumiese en la Sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso, y que le trajese particular relación de lo que en aquella oscura profundidad se encierra”. Esta cita de Miguel de Cervantes en El Quijote da la talla de la importancia y el halo de misterio que durante siglos rodeó a la Sima de Cabra, una cavidad vertical situada en este municipio cordobés que hoy en día es cita obligada para los espeleólogos y de la que su primera exploración supuso, históricamente, el inicio de esta práctica deportiva en España.

Para amantes de la literatura y de la espeleología, la Sima de Cabra reúne aspectos únicos para ambos campos. Y es que esta oquedad natural en la sierra que lleva el mismo nombre, tiene tras de sí siglos de literatura y el hito histórico de haber albergado la primera expedición espeleológica del país.

Literatura, historia y deporte se unen así en un lugar al que el visitante puede acceder en excursiones organizadas previo permiso de la finca privada en la que se encuentra y cuyo descenso es sólo apto para practicantes de este deporte junto a expertos como los del Grupo de Espeleología al Aire Libre (GEAL).

Situada a unos 800 metros de altura, un sendero marcado desde el mismo municipio indica el camino que lleva a los pies de este abismo que durante siglos y antes de poder ser explorado tuvo un halo de misterio a su alrededor. Una imponente higuera hace las veces de centinela de esta cavidad que, con una boca de siete metros de diámetro y una caída en vertical de 116 metros, se abre hasta llegar a los 23 metros en su base en una peculiar forma de campana a lo largo de la cual se distribuyen varias vías y salas de exploración.

Citas literarias

En la literatura, las citas que hablaban de esta gruta a lo largo de la historia son varias. El propio Cervantes –que visitó la villa de Cabra y allí permaneció un tiempo-, también habla de ella en El viaje al Parnaso, donde muestra el temor al abismo de la cavidad inexpugnable entonces: “Se da por aviso particular que si alguna madre tuviera hijos pequeñuelos traviesos y llorones, los pueda amenazar  y espantar con el coco diciéndoles: Guardaos, niños, que viene el poeta Fulano, que os echará con sus malos versos en la Sima de Cabra”. E incluso, en una tercera obra, El celoso extremeño, el autor vuelve a citar a esta particular cavidad: “¡Éste sí que es juramento para enternecer as piedras!¡Mal haya yo si más quiero que jures, pues con solo to jurado podías entrar en la misma Sima de Cabra!”.

Y es que históricamente, a lo largo de siglos, la Sima de Cabra era conocida sólo exteriormente y citada por sucesivos escritores que plasmaron lo incierto de su interior. De hecho, antes que Cervantes, las primeras referencias históricas de la cavidad se remontan al siglo X, cuando en época musulmana el historiador Al-Himyari citaba este entorno como las “Montañas de la Sima” y explicaba intentos de arrojar a su interior a esclavos o taponar la cavidad con “paja y yerba”. Más tarde, el poeta sevillano Juan Padilla ‘El Cartujo’ (siglo SXV) definía a la Sima de Cabra como una de las doce entradas al infierno en su poema Los doce triunfos de los doce apóstoles, donde los condenados se alcanzaban a ver desde la boca de la cavidad.

Primeros descensos

Ese halo de misterio se mantuvo, incluso, aún en el primer descenso que se hizo a la Sima de Cabra, que lejos de tener que ver con la práctica deportiva, fue más un episodio en el esclarecimiento de un asesinato. Fue en 1683 la primera vez que alguien bajó hasta lo más profundo de esta abertura natural en la montaña, cuando el oficial de cantería Fernando Muñoz Romero se presentó como voluntario para descender la sima en busca del cuerpo de un vecino, al parecer arrojado a su interior para encubrir un asesinato. Y fue así, descendido con rudimentarios tornos de cuerda desde el exterior, como Muñoz Romero localizó el cuerpo y narró por primera vez en actas que aún se conservan cómo era la cavidad, a la que tanto temor se le tenía, que los documentos de este episodio cuentan cómo el voluntario se confesó con un sacerdote antes de bajar al fondo de la sima: “Descendió Muñoz Romero con dos hachas encendidas en presencia del corregidor, de un escribano, de muchos clérigos y frailes y más de trescientas personas de la villa”. Y cuando terminó su misión, “todos los circunstantes le recibieron con gran regocijo y admiración, pues creían no volverlo a ver más”.

Sin embargo, el hito que marca en la historia el comienzo de la espeleología moderna en España se fecha en 1841, cuando por primera vez fue explorada minuciosamente la Sima de Cabra. La expedición científica la realizaron los catedráticos Pedro de Torres y Nicolás Fernández, del Colegio de Humanidades de Cabra, y su tarea duró dos jornadas. En la primera descendieron a un perro y una antorcha para conocer el estado de la atmósfera y si una persona podría respirar aquel aire; y en el segundo día, bajaron ellos mismos a estudiar la cavidad que detallaron al milímetro.

Desde ese primer descenso científico hasta la actualidad, la Sima de Cabra ha visto desarrollarse la espeleología y sus técnicas, desde los inicios más rudimentarios hasta los últimos útiles y materiales que hacen su descenso mucho menos dificultoso hoy en día. Diversos trabajos topográficos, incursiones para descubrir sus salas, vías de acceso y visitas de muchos practicantes de este deporte se han sucedido sobre todo desde los años 70 del pasado siglo hasta la actualidad.

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