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De paseo por Trebujena: la serena autenticidad de un pueblo en el Bajo Guadalquivir

Atardecer en Trebujena. Fotografía: Ca'Moña

Francisco J. Jiménez

En los últimos treinta años, el nombre de la población gaditana de Trebujena ha estado asociada a dos hitos: haber sido escenario elegido por Steven Spielberg para rodar El imperio del sol, y ser el lugar en el que uno puede probar las míticas angulas del restaurante El Litri. Sin embargo, más allá de estas dos singularidades, este pueblecito ofrece a los visitantes algo que está fuera del alcance de los grandes núcleos turísticos y los pueblos de postal que figuran en todas las guías y circuitos: una serena autenticidad.

El turista que llega a Trebujena no se encuentra con una riqueza monumental por encima de la media. Quizás, no disponga de la oferta comercial más variada. Pero sí podrá disfrutar de la pausa y el sosiego, dos compañeros de viaje cada vez más preciados. Y así, comprobará que todavía quedan reductos de paz donde disfrutar de cada momento del día sin mayores pretensiones que saborear un gran vino o pasarlo bien en un paseo a caballo por parajes cinematográficos.

Para descubrir los encantos menos conocidos de este pueblo, las empresarias Elisabeth Ramírez y Catalina Zambrano son unas guías de excepción. Son responsables de Ca'Moña, donde los visitantes no sólo encontrarán una tienda gourmet para degustar vino de Trebujena, productos ecológicos o quesos y chacinas de la provincia, sino que también podrán embarcarse en diferentes rutas para conocer la idiosincrasia del trebujenero.

Basta con dar un paseo por el pueblo para percibir que el tiempo parece correr más despacio. Poco tráfico y ritmo pausado son razones que justifican una visita. Es una buena idea visitar Trebujena en la época del mosto (entre octubre y enero) y probar un plato de garbanzos como conejo, un guiso de la posguerra que, curiosamente, no lleva conejo. Una parada interesante es probar el albur marinado sobre salmorejo en el bar La escalerita de Ana, un plato típicamente trebujenero que siempre sorprende al visitante.

Merece la pena darse una vuelta por el tabanco de Antonio Valderas, conocido como la tasca museo por la decoración de sus paredes, llena de útiles en desuso del campo y de las bodegas. En época del mosto se puede degustar este caldo único junto a un plato de berza, alcauciles con papas o ajo caliente. Ahora, fuera de temporada, Antonio sigue abriendo sus puertas. “Aquí se sientan los parroquianos y hacen sus tertulias y confrontan opiniones. El lugar es conocido por internet y los forasteros se acercan en busca de lo auténtico”, explica Antonio.

Muy cerca, encontramos el castillo de Pérez de Guzmán, construido entre finales del siglo XIII y comienzos del XIV. Pertenece al Ayuntamiento, pero sólo se puede visitar a través de Ca'Moña.

Elisabeth Ramírez, que es técnico de turismo, explica que en la visita se cuenta “qué fue, qué es y qué será, porque ha tenido una evolución histórica en su uso muy interesante”. Está construido sobre dos torres vigías porque siempre fue un castillo defensivo. En la visita se disfruta de la puesta de sol desde el mirador, y se contempla toda la campiña que rodea este pueblo de 68 kilómetros cuadrados y de 7.000 habitantes. Esas buenas vistas se rematan con un maridaje de vino de Trebujena y queso de la provincia de Cádiz. El precio por persona es de ocho euros.

En Trebujena, cada tarde, es posible ver a los lugareños sentándose en la misma plaza con los mismos amigos, o acudiendo a los mismos tabancos, que se conservan como en los años 60. Puede que un aroma a chicharrones rompa la paz en un paseo por el centro. En tal caso, hay que seguirlo rocede de la carnicería de La molía y probarlos es de obligado cumplimiento.

Un aspecto curioso de los trebujeneros es que, en su mayoría, disponen de una aranzada de terreno y eso les permite disfrutar de un huerto propio donde sembrar productos como pimientos, tomates, sandías, melones, tapines, fresas, berenjenas o cebollas, entre otros. Esto permite que sólo tengan necesidad de ir a las tiendas para comprar fruta, carne y pescado. Sus pobladores explotan sus pequeños terrenos desde que les fueran concedidos en el siglo XV y en la actualidad mantienen esa costumbre.

Dicen los que conocen bien a las gentes de Trebujena que son capaces de mimar sus viñas como nadie, pero que después no saben difundir la calidad de sus vinos como sucede en la ciudad vecina de Jerez. No es el caso de José Luis Galán, que heredó una bodega de sus abuelos y que, sin necesidad de hacer publicidad, cuenta con una gran reputación en el mundillo vitivinícola de la zona.

Visitar su finca urbana y conocer su bodega es todo un descubrimiento en pleno corazón de Trebujena. No se puede sospechar al pasar por su fachada principal que encierra ese tesoro. Allí vende vino a granel de máxima calidad y también un vinagre excepcional conocido como de la Pascuala, que era su hermana. Por 15 euros se puede hacer una visita con Ca'Moña y conocer el proceso de creación de los vinos, además de realizar una cata de sus olorosos, tintos, amontillados, palos cortados y finos.

Una gran experiencia se vivirá el 17 de junio en la finca de Don José El Médico, herencia de los antepasados de José Luis. Se realizará una visita que se repetirá a lo largo del verano por las viñas, donde se encuentra unas 300 cepas de uva tinta, Tempranillo, Sauvignon, Garnacha y Syrah. Además, la ruta contará con la peculiaridad de una barbacoa de verdura ecológica de Pepe el Herraor, un vecino del pueblo que cuenta con certificado ecológico europeo. El precio será de 20 euros y es para grupos de un mínimo de 10 personas.

“Aquí se hace un turismo de experiencia. No es una cata al uso de un enólogo. Explicamos la particularidad del clima para que sean caldos excepcionales y se cuenta cómo se ha obtenido. Una vez que se prueba, el vino habla por sí mismo”, asegura Elisabeth.

Pero no aprovechar los terrenos de Trebujena para dar un paseo a caballo sería imperdonable y para ello hay que acudir al Centro Ecuestre Sol del Guadalquivir, regentado por Estefanía Cabrera y Vicky Infantes.

Desde hace dos años dan clase a niños de diferentes edades, organizan paseos a caballo para adultos sin experiencia a la hora de montar y tienen en marcha una ruta donde “en dos horas contaremos la historia del pueblo y de los pagos de Trebujena en el Bajo Guadalquivir. Los visitantes vivirán la relación entre el caballo y el vino”, explica Estefanía. El precio será de 35 euros por persona, incluyendo un maridaje de vinos de Trebujena con chacinas y quesos de la provincia.

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