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El Bosque: la lucha de un pueblo, el triunfo de la memoria colectiva

Tropas napoleónicas en la recreación de su entrada en El Bosque (Cádiz). |

Juan Miguel Baquero

Las tropas napoleónicas invaden España. Triunfan, saquean. Conquistan a trozos el país y a comienzos de 1810 acometen el asedio a Andalucía. Las victoriosas tropas someten cada población. Y el ejército francés, en ese camino de gloria del Imperio Napoleónico, encuentra un enemigo inesperado en un pequeño pueblo de la serranía gaditana: El Bosque.

Aquel 12 de febrero de 1810 en que las tropas invasoras penetraban en la villa, tenían ante sí un ejército de resistentes. “Los patriotas bosqueños se alzaron en armas contra las fuerzas napoleónicas”, cuenta la historia local. El Bosque (Cádiz), era el primer pueblo andaluz en sublevarse contra las fuerzas francesas de ocupación.

Cada año, las calles bosqueñas recuerdan la gesta. La valentía y el arrojo de sus antiguos pobladores, en una cromática y elegante recreación histórica que no sólo sirve de recuerdo sino también, y sobre todo, como herramienta para crear memoria colectiva. Para seguir, más de dos siglos después, haciendo pueblo.

Construir y preservar el relato común. Como muestra la VII Recreación Histórica Villa de El Bosque (celebrada del 18 al 20 de noviembre), denominada 'La lucha de un pueblo'. Una fecha para anotar en las agendas: el tercer fin de semana de noviembre. Queda tiempo para preparar equipajes y rutas camino a una localidad que atesora un privilegiado entorno paisajístico enclavado en la ribera del río Majaceite y abrazado por los parques naturales de la Sierra de Grazalema y de Los Alcornocales. Avisen a sus sentidos. Deben estar preparados.

“Lugar de eterna memoria donde se vertió la primera sangre francesa en la sierra”, contaba en Canción histórica: primer ensayo poético (1811) el escribano real Juan Bautista de Torres y Torres sobre el levantamiento bosqueño contra las tropas napoleónicas. “Primero sublevado con muchos días de anticipación a los de la sierra y cuatro Reinos de Andalucía”, dejaba escrito el cronista en aquel legajo.

Narra la historia que el ejército francés pisa Andalucía a poco menos de dos años de que España entrara en guerra contra el Imperio Napoleónico. El Bosque, a comienzos de 1810, era una pequeña población señorial en posesión de la Casa Ducal de Osuna como las Cuatro Villas de las que dependía política y administrativamente: Benaocaz, Grazalema, Ubrique y Villaluenga del Rosario.

La localidad serrana rememora la lucha contra las tropas napoleónicas durante la invasión francesa. Y cómo fue el primer pueblo andaluz en levantarse en armas para defender su soberanía. El rigor histórico es crucial y la implicación del Ayuntamiento de El Bosque y sus habitantes es máxima, vestidos con atuendos de principios del siglo XIX y con actuaciones históricas que conquistan El Bosque para recordar aquellos sucesos. Una recreación de la resistencia popular y de los sucesivos ataques galos que sirve de reclamo turístico y cultural para toda la comarca. Los bosqueños, antes de capitular, prefirieron “ver quemados sus hogares, andar errantes por los montes, sufriendo calamidades, todo el tiempo de la invasión”.

“El esfuerzo de todo el pueblo es enorme, se vuelcan con esta celebración y es una alegría disfrutar esta implicación y todo lo que significa”, refiere la alcaldesa de El Bosque, Pilar García. Y ahí, destaca, está el trabajo “especial” de la Asociación Histórico Cultural Villa de El Bosque para “recuperar nuestra historia, aprender de ella y hacer partícipes a todos los que se quieran acercar por la localidad”. Entre dramatizaciones teatrales, pasacalles, desfiles con participación de colectivos procedentes de diversos puntos de España... “Una de las consecuencias más interesantes es que las niñas y niños conocen la historia de su pueblo, incluso en el patio del colegio juegan a recrear estos episodios que sirven también para inculcar una cultura de paz y solidaridad, contraria siempre a la guerra y el enfrentamiento”, explica uno de los organizadores, el historiador Jesús Román. Porque, amén del turismo, las jornadas históricas sirven para crear un poso difícil de cuantificar: memoria colectiva.

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