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La apasionante historia del otro palacio de la Alhambra

Hotel Alhambra Palace.

Nacho S. Corbacho

Su color rojo galatea es casi único. Como también lo son las vistas desde su terraza. Pero lo que convierte al Alhambra Palace en más que singular es su arquitectura, tanto interior como exterior. Desde dentro, sus espacios comunes rememoran el arte andalusí. Por fuera, se asemeja a una fortaleza árabe. Y en su totalidad, el hotel es una parte indispensable en la historia de Granada.

“Nadie entendería la ciudad sin él”, cuenta Francisco Rivas, jefe de cocina del establecimiento, en el que lleva 44 años trabajando. Mucho menos ahora, cuando acaba de recibir su quinta estrella tras realizar una importante remodelación para adaptarse a las exigencias del reconocimiento.

En el proceso, el hotel ha pasado de 126 a 108 habitaciones, entre ellas, cuatro nuevas suites y seis deluxe. Además, entre otros aspectos, ha reformado totalmente los sistemas de seguridad y electricidad, reduciendo también las emisiones contaminantes un 50 por ciento.

Ubicado en el mismo recinto que La Alhambra -lo que le hace estar protegido por la UNESCO- este establecimiento hotelero es el segundo más antiguo de España. Fue ideado e impulsado por Julio Quesada Cañaveral y Piédrola, Señor de Láchar, Conde de Benalúa y de las Villas y Duque de San Pedro de Galatino. Un madrileño de nacimiento pero granadino de adopción que además de aristócrata, político y empresario, fue un gran visionario: apostó por el turismo cuando nadie lo hacía.

Cuando La Alhambra era un lugar abandonado

“En esa época era prácticamente ciencia ficción, pero él lo tuvo claro. La mejor prueba de ello es este hotel”, cuenta Ignacio Durán, director de ventas del Alhambra Palace. A mediados del siglo XIX, La Alhambra era un lugar sucio y maloliente, pero viajeros románticos llegaban desde todas las partes del mundo en busca de esa isla de oriente en occidente que representaba este lugar y, por extensión, Granada.

El francés Theópile Gautier o el británico Richard Ford fueron algunos de los que llegaron atraídos por los cuentos y leyendas de Washington Irving. Eso sí, a comienzos del siglo XX apenas 18.000 personas visitaban la capital granadina por turismo (frente a los tres millones actuales). “El Duque de San Pedro Galatino supo que la cifra iría aumentando y pensó que sería necesario un lugar para estos viajeros, un espacio diferente y especial para su alojamiento”, añade Durán.

Decidió levantar un hotel en el solar que existía junto a una de sus residencias en la colina del Mauror y frente al viejo barrio judío, hoy conocido como Realejo. También se ubica muy cerca de La Alhambra, a la que se llega en un paseo de diez minutos. Su proyecto culminaba el 1 de enero de 1910, cuando Alfonso XIII inauguraba el hotel. En el acto se pudo confirmar que el Duque no se había conformado como crear un alojamiento al uso: había encargado a un discípulo de Eiffel un edificio de estilo historicista, con una decoración interior muy barroca “que le hacía ser más Alhambra que la propia Alhambra”, subraya María Teresa Hontoria, doctora en Historia del Arte e intérprete del patrimonio.

Ello se puede comprobar hoy día. “Toda la yesería de las paredes de los salones se extienden del suelo hasta el techo. La propia Alhambra no está tan hiperdecorada y esa era la idea del Duque, de ser más, de ir más allá”, añade Hontoria.

Entonces, alojarse en alguna de sus habitaciones costaba entre 15 y 30 pesetas, como refleja el libro que se presentará el próximo mes de febrero y que recoge toda la historia del hotel, así como numerosas fotografías y postales.

Eje social y cultural de Granada

El impulsor del alojamiento también decidió construir un casino y un teatro de variedades que pronto se convertiría en el eje social y cultural de Granada. García Lorca, Manuel de Falla, Ángel Barrios... Fueron muchos los nombres ligados a este recinto teatral, donde Andrés Segovia realizó su primer concierto público y el propio Lorca presentó el I Concurso del Cante Jondo, uno de los hitos culturales de la historia moderna del flamenco.

Este esplendor cultural cayó después de que, en 1921, Primo De Rivera prohibiera el juego y el casino se cerrara. “Entonces el Duque le nombró persona non grata y le prohibió la entrada al hotel”, cuenta Durán, que relata cómo las pérdidas causadas por el cierre hicieron que el propietario alquilara en los años 30 el hotel a la cadena HUSA, quien lo gestionó hasta los años 80, cuando los descendientes del Duque retomaron su labor.

En ese tiempo, solo permaneció cerrado entre los años 1939 y 1942, cuando se debió renovar debido a su uso como hospital militar en la Guerra Civil. Fue en los años 50 cuando el hotel comenzó a obtener un glamour especial. Las estrellas de Hollywood que viajaban a Andalucía se hospedaban allí, al igual que la realeza de todo el mundo y, desde entonces, también presidentes del gobierno, ministros y un sinfín de personajes que conforman el libro de oro del establecimiento.

Entre sus páginas se encuentran nombres como los de Lauren Bacall, Orson Welles o Dick Bogarde, pero también los de Stephen Hawking, el Dalai Lama, Rockefeller, Mijail Gorbachov, Jean Cocteau, Rafael Alberti... Algunas de las anécdotas relacionadas con estos personajes históricos o los detalles arquitectónicos del hotel las cuenta María Teresa Hontoria en las visitas turísticas que realiza una vez al mes por las instalaciones del establecimiento.

“Considero que los granadinos debemos ser los mejores embajadores de nuestra tierra y para eso es primordial que la conozcamos a fondo. Creo que es importante que todos los que somos de aquí disfrutemos esta ciudad, pero también la difundamos”, explica Hontoria. Fue hace dos años cuando comenzó esta conexión entre el hotel y la empresa que ella dirige, Granada Singular, con el objetivo de que cualquier persona se pueda acercar a conocer “un lugar que será siempre parte de la historia de Granada”.

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