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La procesionaria triplica su virulencia en Andalucía

Medio Ambiente constata una mayor incidencia de la procesionaria del pino por las buenas temperaturas de este invierno

Alejandro Ávila

Ha sido el peor año de la última década: 134.317 hectáreas de pinar se han visto afectadas por plagas severas de procesionaria, un insecto que se alimenta de las acículas del pino. La oruga, que produce erupciones en las personas y puede resultar letal para las mascotas, ha triplicado su virulencia respecto a 2014 (48.306 has.) en sus niveles de infestación más agresivos.

Según datos de la Consejería de Medio Ambiente, Jaén ha sido la provincia que ha sufrido las plagas más virulentas, con más de 60.000 hectáreas afectadas por plagas de tercer, cuarto y quinto grado, triplicándose así la superficie infestada el año anterior.

Si en 2014 no hubo ni una hectárea de los pinares andaluces que sufriera plagas de quinto grado (que supone defoliaciones muy fuertes en toda la masa arbórea), en 2015 fueron más de 4.000 hectáreas las que se vieron fuertemente infestadas.

José Antonio Hódar, experto en procesionaria de la Universidad de Granada, señala que “hay un ciclo biológico que se mantiene independientemente de las condiciones climáticas. La temperatura favorece el desarrollo de las larvas, de manera que, con el cambio climático, es más probable que esos picos sean más fuertes”.

De esta manera, si los picos del ciclo biológico coinciden con un invierno cálido, la plaga se dispara. Teniendo en cuenta los escenarios de cambio climático previstos para el futuro, Hódar “ve probable” que se vuelvan a repetir plagas de esta intensidad.

La temperatura, la altitud, el tipo de bosque, el ciclo biológico y el tratamiento son los factores que, según los expertos, marcan el grado de infestación de un año respecto a otro.

De esa manera, Hódar recalca que Jaén se ha visto especialmente afectada este año, porque “es una provincia que tiene mucho pinar y sus montañas no son demasiado altas. Es una zona buena para el pino salgareño, en el que la procesionaria se desarrolla muy bien. Cuando hay un pico fuerte de procesionaria, afecta más a media y alta montaña, porque los parasitoides que atacan a la procesionaria (avispillas, avispas y moscas) son menos frecuentes”.

Ángel Carrasco, jefe del departamento de equilibrios biológicos de la Consejería de Medio Ambiente, incide en que el problema ha sido la falta de tratamiento químico con medios aéreos, algo que por normativa europea se ha restringido a casos de emergencia. Según Carrasco, los pinares van a seguir en “un estado fitosanitario deficiente si no intervenimos. Llevábamos 25 años de lucha integrada, con la que habíamos conseguido que no hubiera picos. La población ni se enteraba de la plaga”.

Luis Cayuela, experto de la Universidad Rey Juan Carlos, duda, en cambio, que el problema tenga que ver con las fumigaciones aéreas. “Si fumigas, no consigues nada, lo que haces es matar a otros insectos. Habría que fumigar al comienzo del ciclo. En este momento la población terminará cayendo por sí sola, ya que no van a tener recursos para comer, el árbol reacciona con acículas menos palatables y aumentan las especies que se alimentan de la procesionaria”. Cayuela cree que con el cambio climático, la plaga va a llegar a mayor altitud, porque tiene menos depredadores, y más al norte, por la subida general de temperaturas.

¿Qué se puede hacer para luchar contra esta plaga? “Diversificar los pinares con otras especies de bosque mediterráneo que van a impedir que el pinar sea tan propenso a estas plagas”, sentencia el biólogo. Hódar es de la misma opinión y cree que “tendríamos que invertir a largo plazo en una vegetación más diversa. Cuanto más diverso es el medio, menos probable es que una plaga progrese”.

Pero una cosa es la dinámica natural de los pinares en los montes y sierras, y otra muy diferente los ataques a pinares en zonas habitadas. Ante la prohibición de productos químicos para las fumigaciones aéreas, ve preciso dar “alguna alternativa. Sabiendo que tenemos ese problema, no se pueden cambiar de golpe los tratamientos que estaban  funcionando, ya que eran eficaces en aquellos sitios en los que afectaba a la salud humana”.

Efectos sobre la salud

En sitios como Hinojos (Huelva), que vive rodeado de pinos, los problemas de salud han sido importantes. Rodeados de 4.500 hectáreas de pinar, a lo largo de 2015, el ayuntamiento ha contabilizado hasta 250 casos relacionados con esta oruga que tiene hasta medio millón de púas urticantes.

El experto de la Universidad de Granada recomienda, ante todo, mantener las distancias con el insecto en los pinares infestados, no tocarlo bajo ningún concepto y mantener bajo control tanto a los niños, como a los perros, que no deben ir sueltos. “Produce erupciones cutáneas, que pueden ser graves, ya que un contacto reiterado genera hipersensibilidad. En el caso de niños y perros puede afectar a las mucosas, donde el problema es mucho más grave. Hay perros que han perdido parte de la lengua, la boca o la nariz”, recalca Hódar.

Carrasco, por su parte, incide en el impacto socioeconómico de la plaga. “No podemos recoger setas ni piñas o usar áreas recreativas en pinares. Esto está teniendo un impacto en la mano de obra local, ya que hay muchas familias que viven de la recogida de la piña”, concluye.

 

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