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Sobre por qué fracasaron los turnos rotatorios para el taxi del aeropuerto de Sevilla

Taxi en la ciudad de Sevilla.

Olga Granado

Fue a finales de los 90, tras la denuncia de una turista que supuestamente había sido secuestrada tras coger un taxi, cuando el Ayuntamiento de Sevilla, gobernado entonces por Alfredo Sánchez Monteseirín (PSOE), se tomó muy en serio una serie de incidentes en torno a este servicio público en la parada del aeropuerto de San Pablo.

El entonces concejal de Seguridad y Tráfico, Blas Ballesteros, indagó en todas las denuncias sobre supuestos cobros abusivos y otras irregularidades que constaban en la Policía Local y ordenó agilizar los expedientes porque se detectó que había 60 sin tramitar. Esto lo convirtió en el gran enemigo para un sector del taxi. Y es que en tiempo récord, con el Instituto del Taxi recién creado, se resolvieron 37 con sanciones, incluida la retirada de varias licencias, mientras que los otros 23  se verían luego paralizados por el propio devenir de los acontecimientos y una experiencia fallida para poner orden en este servicio público en el aeropuerto.

En este sentido, el Ayuntamiento de Sevilla aprobó el 30 de octubre de 2000 los turnos rotatorios [texto íntegro publicado en el Boletín Oficial de la Provincia (BOP)] para el aeropuerto, de modo que los taxistas únicamente podían esperar clientes en la parada en función de un calendario que dependía de los números de licencia (pares e impares) y las letras de las matrículas.

Esta decisión, que costó dos huelgas, se tomó conforme a las ordenanzas municipales que permitían entonces, y que lo hacen en su revisión de 2010 porque ese párrafo no ha cambiado, que el consistorio, “oídas las asociaciones y sindicatos representativos del sector”, podrá establecer las medidas de organización y control que considere necesarias para el perfeccionamiento del servicio público.

El TSJA respaldó en 2002 [sentencia íntegra en este enlace] la decisión del Ayuntamiento de Sevilla, que había sido recurrida por un centenar de taxistas, que se oponían a este sistema que entendían que empeoraba también el servicio público porque faltaban taxis en el destino.

No sólo fue un respaldo en los tribunales. De hecho, el modelo lo criticaba una minoría. Pero obtuvo un respaldo total en un referéndum convocado por el Instituto del Taxi durante tres días y donde votó el 80% del sector. Los resultados fueron aplastantes a favor de los turnos rotatorios: el  20 de noviembre de 2002 se contaron los votos y el 97,2% dijo sí a esta fórmula.  

Pese a todos estos avales, en el Ayuntamiento de Sevilla no había unidad para este pulso contra los que no aceptaban el modelo y por eso perdió. Blas Ballesteros, que vio la ciudad entera empapelada contra él por su papel en este conflicto, se quedó solo en este empeño dentro del propio equipo de gobierno. Se aproximaba la campaña de las elecciones municipales de 2003 y el PSOE no quería que los mítines se vieran interrumpidos por protestas de taxistas como empezó a suceder.

En 2003, los turnos rotatorios pasaron a la historia tras una experiencia que a muchos taxistas les permitió descubrir por qué era tan codiciada la parada del aeropuerto ya que “en unas carreras te podías sacar lo de toda una semana”, como recuerda uno de los que disfrutó del sistema.

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