El homenaje al “hombre tranquilo” que construyó la Sevilla de 1992

Espadas, Guerra, Borbolla, tres exalcaldes y la familia de Del Valle, en el acto de homenaje.

Antonio Morente

0

A Alfonso Guerra le dio por enumerar los adjetivos que le dedican a Manuel del Valle en el libro homenaje que ha prologado el propio ex vicepresidente del Gobierno, y agotó buena parte de las existencias del diccionario: serio, amistoso, humano, callado, respetuoso, inteligente, culto, bueno, honesto conciliador, irónico, dialogante, discreto, Buster Keaton (por lo de la seriedad) o abstemio, por aquello de que le reprochaban que en la Feria bebía Bitter Kas. “No conozco a nadie que hablara mal de él”, subrayó el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, al hilo de las palabras que le dedica en esta obra la americanista y exconcejal andalucista Enriqueta Vila.

Del Valle, regidor hispalense entre 1983 y 1991, falleció hace poco más de un año, en pleno confinamiento por el coronavirus, lo que impidió que se le rindieran honores públicos. Ahora, y tras el que se le brindó hace unos meses en el Alcázar (cuando falleció era alcaide del monumento), ha llegado un segundo homenaje en forma de libro que compila los testimonios de 44 personalidades de distintos ámbitos, incluidos los exalcaldes Alejandro Rojas Marcos, Soledad Becerril, Alfredo Sánchez Monteseirín y Juan Ignacio Zoido.

La modernización de Sevilla

Todos, excepto Becerril, estuvieron presentes en el Salón Colón, donde se celebran unos plenos municipales que Del Valle no vivió aquí porque en su época tenían lugar en la Sala Capitular, produciéndose el traslado ya en 2007. El evento permitió ver por allí a Luis Yáñez, que le sucedió como candidato socialista en 1991 pero que no fue alcalde por la coalición que formaron Rojas Marcos y Becerril, o a Amparo Rubiales, que se quedó al frente del grupo municipal socialista cuando Yáñez dejó el Ayuntamiento rumbo a un cargo relacionado con la Expo. Y precisamente eso, la Exposición Universal, es para lo que Del Valle dejó preparada la ciudad, abordando la mayor transformación urbana de su historia para modernizarla y darle el aspecto actual.

Uno de los hitos de aquella metamorfosis fue el derribo del muro de Torneo para quitarle a Sevilla la soga que suponían las vías del tren. Aquella operación, que permitió que los sevillanos redescubrieran las vistas a la Cartuja, empezó con un acto simbólico del que a última hora se cayó el propio Guerra ante la ruidosa pitada de un grupo que, pese a todo, protestó porque hubiese amagado con ir en medio de la tormenta por el caso Juan Guerra, una denuncia judicial que por cierto encabezó… Rojas Marcos.

También se asomó al Salón Colón el presidente de la Junta José Rodríguez de la Borbolla, que fue concejal socialista entre 1995 y 1999 y que luego perdió las primarias para ser candidato a la Alcaldía ante Sánchez Monteseirín. Con los tres exalcaldes presentes sentados en primera línea, allí se dieron cita exconcejales, compañeros de partido y la familia de Del Valle, al que Guerra se refirió en todo momento como Manolo.

Honestidad, sensatez y coherencia

“El hombre tranquilo que transformó Sevilla”, lo definió Juan Espadas, cuya historia personal ha quedado ligada a la del ex regidor: al día siguiente de su fallecimiento, lo hacía la madre del actual alcalde. Al “vacío inmenso” que dejó, se unió en ese momento “la amargura de no poder rendirle un homenaje” sobre la marcha a un hombre “honesto, sensato y sobre todo muy coherente”.

Guerra vino a decir que algo debe tener el agua cuando la bendicen, porque Del Valle dejó amigos en el colegio, en la política, en el periodismo e incluso en la Iglesia. Y puso el acento en su amor por la cultura, una faceta públicamente menos conocida de “un hombre pragmático y práctico, pero también un soñador”. Por eso, lo recordó aplicándole una cita de Albert Einstein, aquella que dice que “no tengo ningún talento especial, sólo soy apasionadamente curioso”.

Etiquetas
stats