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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La incógnita de la evaluación en tiempos de confinamiento mantiene en vilo a la comunidad universitaria de Sevilla

Junta y universidades públicas acuerdan mantener la docencia 'on line' hasta finalizar el curso

Carmen Ibáñez

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Las dos universidades públicas de Sevilla se anticiparon al confinamiento decretado el pasado 15 de marzo y comenzaron a pensar en un ‘Plan B’ en el caso de que se suspendieran las clases presenciales, volcándose en sus plataformas online para impartir las asignaturas. Ha transcurrido un mes desde entonces, se acerca el final del curso, y a la vista de que no se vislumbra un horizonte temporal para la vuelta a la actividad normal, la gran preocupación de la comunidad universitaria es la evaluación. Esta inquietud es todavía más profunda en las carreras de perfil técnico o práctico, en las que la formación presencial en laboratorios, consultas o trabajos de campo es indispensable y está suspendida sine die.

El resultado de la evaluación condiciona la vida del estudiante más allá del aprobado o el suspenso, pues de él dependen la concesión de becas para seguir estudiando, el acceso a prácticas o la matriculación en un máster. En general, las dos partes de la comunidad universitaria -docentes y estudiantes- coinciden en que es necesario evaluar y rechazan de plano el aprobado general. Los proyectos de investigación también están condicionados por el confinamiento, pues su financiación está sujeta al cumplimiento de plazos preestablecidos que ahora pueden verse afectados con esta crisis.

De momento no hay instrucciones concretas por parte del Ministerio ni de la Consejería competentes. Tan sólo un documento marco consensuado entre los rectores de las universidades andaluzas y el consejero de Economía, Conocimiento, Empresas y Universidad, Rogelio Velasco, firmado el pasado 11 de abril, en el que se plasman unos criterios a seguir por cada universidad para la adaptación de la evaluación en esta situación excepcional, así como para la realización de prácticas externas, entre otras cuestiones.

Así que cada centro tomará las medidas que considere. Este miércoles lo hará la Universidad de Sevilla en su Consejo de Gobierno previsto para esa fecha. Del mismo, se prevé que se aprueben las directrices generales a poner en marcha en todas las facultades que la integran y que serán, según informan fuentes de la US, consensuadas con los colectivos que componen la institución. La UPO también concretará su método de evaluación esta semana, según fuentes de la universidad.

Hasta resolver esta incógnita, sobrevuela entre la comunidad educativa -sobre todo en la Universidad de Sevilla (70.000 estudiantes)- el espantajo del aprobado general en forma de bulos, comentarios o rumores. Tanto estudiantes como docentes critican en este sentido que las autoridades académicas hayan permitido la propagación de estas insinuaciones y no hayan sido desmentidas de forma tajante por parte de alguna voz autorizada.

“Si decretan aprobado general, yo no firmaré las actas”

Es el caso de Tomás Rubio, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Sevilla, quien advierte con contundencia de que en el caso de que se imponga la directriz del aprobado general, se negará a firmar las actas: “Las tendrá que firmar el ministro, el consejero o el decano”, avisa. Para este catedrático es preferible el aplazamiento de la evaluación a “una nota interpuesta por mandato administrativo”, que considera una injusta denigración de la universidad. “Me reservaré la evaluación de los alumnos de la forma más equitativa, me brindaré a todas las formas posibles para evaluar, si es a mitad de junio con mascarillas, si hay que buscar un espacio abierto o ingeniárselas con alguna fórmula informática”, dice.

Las herramientas informáticas de la Hispalense para la formación online, en su caso, han resultado una sorpresa positiva y califica su experiencia “de 9 sobre 10”. La plataforma digital le permite dar clases online a sus estudiantes, que también pueden hacer preguntas en tiempo real a través de un chat. “No imaginaba que los medios técnicos de la Universidad de Sevilla estuvieran tan desarrollados, no veo ninguna dificultad, en mi caso, para acabar todo el temario e impartir todo lo que tenía previsto en mi asignatura”.

Desde hace varias semanas, la Universidad de Sevilla viene poniendo a disposición de los profesores, a través de su plataforma de enseñanza virtual, diversos seminarios (webinarS) para aprender el uso de herramientas de docencia a distancia, así como de configuración de exámenes online. También ha facilitado el acceso del profesorado a estos programas para que puedan usarlos en sus clases.

Este periódico ha hablado con otros docentes, investigadores y estudiantes de ambas universidades y la conclusión es que la realidad de la vida anterior al confinamiento -el grado de implicación y compromiso del docente y del alumno-, se ha trasladado ahora a la vida online. En la Universidad Pablo de Olavide, con casi 13.000 matriculados, la adaptación a la plataforma tecnológica para seguir las clases por internet también se ha desarrollado con éxito. Esta universidad ha puesto en marcha un programa para detectar si hay estudiantes con necesidades particulares relativas a equipamiento para poder seguir las clases online, y tratar de solventarlas.

“Este cambio forzado al trabajo online puede ser un revulsivo”

El problema está en las disciplinas que precisan de pruebas en laboratorio o que trabajan con muestras que hay que conservar. En la UPO éste es el único personal investigador que está yendo físicamente a trabajar con medidas de seguridad. El resto trabaja desde casa conectado en línea tanto en el plano de la docencia como en el de investigación. “Ya estábamos muy bien preparados para esto y no se le sacaba todo el partido que ofrece esta herramienta”, valora Bárbara Larrañeta, profesora titular de Organización de Empresas de la Pablo de Olavide, quien explica que el teletrabajo en su área de investigación es algo consolidado desde hace años.

“La mayoría percibimos este cambio [del presencial al online] como una ventaja, porque nos ha obligado a adaptarnos rápido, y lo vemos como una oportunidad. Aunque a corto plazo parezca que tiene efectos negativos, en el fondo es un revulsivo”, comenta esta profesora, que admite la convivencia entre profesores muy volcados con sus clases en este nuevo escenario con otros “que se limitan a subir documentos al repositorio”. Su percepción es que la adaptación ha sido muy rápida por parte de profesores y estudiantes, pero reconoce que ahora el gran problema es la evaluación.

En la actualidad, los jefes de departamento de cada facultad están realizando adendas a la Guía Docente de cada asignatura, que es el contrato adquirido entre la universidad y el estudiante que paga una matrícula. Este documento público, en el que se establecen las condiciones de enseñanza y aprendizaje, corre el riesgo de incumplimiento con el confinamiento, y por eso se está modificando e informando de todos los cambios a los estudiantes.

“Se nos está pidiendo sensibilidad con los alumnos”, comenta Larrañeta, que admite la particularidad de la UPO: su menor tamaño le permite una cultura organizativa más orientada a la evaluación contínua, donde el examen final no pesa tanto. “Estamos preocupados por la evaluación, pero nos debe preocupar más la enseñanza en sí misma”, subraya.

La investigación en Ingenieros está casi parada

A la espera del resultado del Consejo de Gobierno de la US, desde la Escuela de Ingenieros de la Hispalense confirman que las prácticas en la actualidad están suspendidas. En cuanto a los proyectos de investigación en marcha, depende del área de conocimiento. De momento, se mantienen en su fase teórica a través de videoconferencias y, de hecho, algunos proyectos han arrancado una vez instaurado el periodo de confinamiento debido a su largo recorrido y a que se pueden ir adelantando algunos aspectos. “Todo lo que son pruebas de campo y validaciones de modelos, están paradas. Igual que algunos proyectos europeos con robots y drones”, explican desde la Oficina de Transferencia del Conocimiento de la Escuela de Ingenieros.

Esta pasada semana, algunos estudiantes protagonizaron una protesta en redes sociales que se hizo viral. Bajo la etiqueta #ConfinadUS, denunciaban la deficiente adaptación o escasa implicación de los docentes a este nuevo método de enseñanza a pesar de contar con plataformas digitales desde hace años. Pero más allá de estas protestas, su mayor inquietud está igualmente en la evaluación.

Estudiantes a los que no les vale un 5

“Hay mucha diferencia entre un profesor y otro. Algunos se han implicado muchísimo a pesar de tener importantes problemas personales de conciliación y otros se han lavado las manos, y nos dicen que nos leamos un libro”, explica Lucía, estudiante de Publicidad de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. “Lo que más me preocupa es la evaluación. No quiero un aprobado general, no me vale un 5 porque me he esforzado toda la carrera. Prefiero recuperar el año que viene a que me bajen la nota media”, comenta esta joven, que depende de una beca para poder cursar sus estudios y que está en su último año de carrera.

Lucía está inmersa en su Trabajo Fin de Grado (TFG) y aún desconoce cómo lo va a defender, y se queja de que la Universidad no desmienta o aclare los escenarios que contempla ante una abundante “información no oficial” circulando entre los estudiantes. “Me han llegado capturas de cómo va a ser el examen, de que hay que estar en una habitación solo, sin ruido, sin que entre nadie…, no sabemos si será oral, tipo test o escrito”, comenta.

En el lado de los universitarios con formación más práctica, este interrogante es aún mayor, porque las prácticas no se están pudiendo hacer y no se saben aún cómo se podrán recuperar. En la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la US los alumnos han remitido un escrito al decano en el que le proponen como solución posible la realización de prácticas en julio y agosto, o aplazarlas al primer cuatrimestre del próximo curso.

“La evaluación consta de tres partes, una de desarrollo, otra en formato test y otra práctica”, detalla Rocío, estudiante de Podología. Cuando se le pregunta por la adaptación del profesorado a la nueva situación y al uso de las herramientas telemáticas, confirma lo señalado por el resto de docentes y estudiantes consultados: “Depende del profesor, los hay muy volcados, que te dan una solución telemática inmediata, como clases online y apuntes; y otros que se han lavado las manos, que no responden a los emails y que ni siquiera acuden a sus propias clases online”.

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