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Zaragoza convertirá la antigua Capitanía General en un espacio para la cultura

Antigua Capitanía General, en la plaza Aragón.

Óscar Senar Canalís

Zaragoza —

El pasado verano, el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, se reunió con la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, con varias reivindicaciones sobre la mesa. La pretensión del Gobierno de Zaragoza en Común era que, dada la histórica e importante presencia de instalaciones militares en terreno municipal, la ciudad obtuviera ciertas compensaciones. La mayoría de aquellas peticiones cayeron en saco roto, pero una de ellas no solo parece que va a salir adelante, sino que vendrá a cumplir una vieja aspiración del tejido cultural de la capital aragonesa: el uso de la Antigua Capitanía General como espacio para la cultura.

Así lo adelantó hace unos días el consejero de Economía y Cultura de la ciudad, Fernando Rivarés, que ha actuado como interlocutor con las autoridades militares del edificio. El edil explica que, cuando en las próximas semanas se formalice el convenio entre ambas instituciones, Zaragoza ganará un equipamiento cultural con un triple interés.“Primero, por su singularidad arquitectónica y su belleza, tanto en su fachada como en los interiores; segundo, por su ubicación, porque aunque en la zona hay varios equipamientos, como el Teatro Principal, siguen faltando espacios céntricos; tercero, porque creo que darle un uso cultural a edificios militares tiene un plus de avance democrático”, explica.

La Antigua Capitanía General, en la plaza Aragón, es una construcción de estilo neoclásico levantada entre 1879 y 1893, catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC) por el Gobierno de Aragón. Hasta finales de la década de los 80 del siglo XX fue sede de la Capitanía de la V Región Militar, fecha en la que esta pasó a Barcelona. Rivarés precisa que el inmueble no está desocupado, ya que cuenta todavía con un par de viviendas y las oficinas de la Comandancia Regional, pero eso no va a impedir hacer uso de sus “maravillosos” espacios históricos. Se trata, fundamentalmente, del patio y la escalera que lleva de la puerta principal al salón y comedor de gala, dependencias que conservan además los muebles originales.

Tras estudiar las dimensiones y características, y descartar usos como las artes plásticas por la imposibilidad de realizar modificaciones en el mobiliario, el proyecto municipal se va a centrar en programar de forma continuada en Capitanía actividades musicales, de artes escénicas y literarias. Los planes del Consistorio pasan también porque sea co-sede de festivales estables de la ciudad (cine, jazz, artes escénicas...) y marco ocasional para otras iniciativas. 

El consejero de Cultura destaca que, “fruto de la colaboración institucional entre Ayuntamiento, que va a programar, y Ministerio de Defensa, que cede el uso del inmueble”, se gana un espacio público para la cultura “sin coste añadido para la ciudad”.

La Imprenta Blasco, viviendas y museo

Aunque es un caso completamente distinto al de la antigua Capitanía General, el edificio de la histórica Imprenta Blasco, en la calle Ecce Homo, también ha sido objeto de aspiraciones culturales desde que fuera adquirido por el Ayuntamiento de Zaragoza en el año 2002. En esta legislatura el acuerdo entre ZeC y Chunta Aragonesista parece que por fin va a desatascar su situación, con la construcción de 26 viviendas públicas y la creación de un espacio museístico en lo que fueron los talleres, en una intervención que se prevé culmine en 2019.

Esta semana se ha dado un paso más en este sentido, con la firma de un convenio de colaboración entre Ayuntamiento y AEGRAF (Asociación Empresarial de Artes Gráficas, Papel y Manipulados de Aragón) que va a permitir restaurar de forma progresiva la maquinaria y mobiliario de la antigua imprenta. Además, institución y entidad trabajarán conjuntamente para diseñar las bases de un espacio cultural en el que se divulgará “no solo la importancia del sector de la imprenta y las artes gráficas en la ciudad”, sino también “su papel fundamental en el desarrollo de la cultura y la clase obrera”, señala Rivarés.

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