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La Colaboradora, un modelo de economía colaborativa nacido en Zaragoza y premiado por la UE

La Colaboradora cuenta con casi 250 miembros.

Marta Salguero

Zaragoza —

No hay créditos para financiar grandes ideas, pero sí personas dispuestas a cooperar. Esto es lo que pensaron Raúl Oliván y Javier Fernández cuando crearon La Colaboradora, un proyecto de economía colaborativa que acaba de recibir el premio de Eurocities 2016. Esta iniciativa, apoyada por el Ayuntamiento de Zaragoza, promueve el intercambio de ideas, servicios y conocimiento entre personas que quieren poner en marcha un proyecto empresarial o social, a través de un banco donde no se acaban los recursos, al que han denominado el Banco del Tiempo.

Su funcionamiento es sencillo, porque opera como una especie de trueque de servicios. Un miembro de La Colaboradora puede diseñar un logo para otro socio y este, a su vez, prestar sus servicios a otro. Se trata de poner las habilidades de cada uno al servicio de toda la comunidad. 

Los datos hablan por sí solos de su éxito. Desde su puesta en marcha en 2013, La Colaboradora cuenta con casi 250 miembros, 8.000 horas colaborativas realizadas y 100 coformaciones impartidas por sus socios y abiertas a toda la ciudad. Los proyectos que se han puesto en marcha en este espacio tienen una tasa de éxito del 60 %, es decir, seis de cada diez empresas creadas continúan con su actividad a los dos años de nacer.

El trabajo realizado durante estos últimos tres años ha sido reconocido ahora por el premio Eurocities 2016 , un galardón que reconoce las mejores iniciativas desarrolladas en las ciudades europeas para mejorar la vida de sus habitantes. Este premio ha hecho también que otros países, especialmente de América Latina, quieran copiar el modelo y ponerlo en marcha. “Lo hemos contado en México, Brasil o Argentina y Bogotá y Quito y se han puesto en contacto con nosotros  para replicarlo”, explica Raúl Oliván, director de Zaragoza Activa y “alma mater” junto a Javier Fernández de La Colaboradora. “No hay nada parecido ni en España ni en el mundo, y eso es lo que le ha gustado a la Unión Europea”, añade.

Pero la Colaboradora es mucho más que el Banco del Tiempo. Es una comunidad “potente” que encuentra en la sede de Zaragoza Activa, un espacio de coworking, un lugar de trabajo, asesoramiento, un semillero de ideas y un vivero de empresas. Es un proyecto público, pero “con una dosis de autonomía donde también confluye la iniciativa privada, ya que las empresas colaboran entre sí”.

Las ideas que se han puesto en marcha a través de La Colaboradora son muy variadas, pero, en su mayoría, pueden agruparse en tres grandes bloques: tecnológico, social y cultural. Han salido de aquí ideas que después han tenido mucho éxito, como la app ‘Cerqana’ para monitorizar a personas mayores desarrollada por dos jóvenes estudiantes de Ingeniería.

Una asamblea gestiona La Colaboradora

La forma de gestionar toda esta comunidad es transversal, con una asamblea compuesta por todos los miembros dirigida por una junta gestora. Esta asamblea se distribuye en comisiones que dirigen las distintas áreas de trabajo: formación, comunicación, redes, modelo de negocio, banco del tiempo… Desarrollan también dinámicas como Desayuno con diamantes, donde se presentan los proyectos nuevos que han entrado, en torno a ocho cada semana. También otras dirigidas al diseño de negocio, donde el usuario expone su modelo de negocio y el resto aporta sus ideas y su visión sobre cómo lo haría.

¿Por qué ha funcionado La Colaboradora? Raúl Oliván lo tiene claro y no tarda en contestar. Cree que este fenómeno en auge de la economía colaborativa responde a una doble crisis: por un lado, a una crisis económica que ha bloqueado a millones de jóvenes en toda Europa y les ha llevado a buscarse la vida, a crear itinerarios alternativos al mercado tradicional.

“El Banco del Tiempo no deja de ser un modelo alternativo a la falta de crédito y financiación”, sostiene. Pero, además, la economía colaborativa es también una respuesta a la crisis de valores, a la falta de ética que vive el mundo, indica. Frente a esto, hay personas que se han parado a pensar que el mundo “no va de competir y de separarse todavía más, sino de cooperar, de hacer las cosas diferentes”.

“Creo que el individualismo de la posmodernidad ha tocado techo y hay gente que piensa que podemos salir de forma conjunta de los retos y desafíos”, concluye.

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