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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Viaje y discapacidad

Raúl Gay

Hace unas semanas me invitaron a Bruselas para hablar de discapacidad y turismo. Finalmente no pude ir y envié un vídeo con mi intervención. Aprovecho este espacio para compartir algunas reflexiones sobre la dificultad de las personas con discapacidad para viajar.

***

Buenos días,

Mi nombre es Raúl Gay Navarro y soy diputado en el Parlamento de Aragón, en España. Como pueden comprobar, no estoy en Bruselas, sino en mi casa. La razón es muy sencilla y tiene mucho que ver con el contenido de este evento: viajar es muy difícil si tienes una discapacidad como la mía. Y, entiendo, también es difícil para las miles de europeos con discapacidad.

En primer lugar, necesito un asistente personal. No puedo levantarme de la cama, ducharme o ir al baño sin ayuda. En definitiva, necesito a alguien para realizar las actividades básicas y cotidianas.

En España, el concepto de asistente personal no está muy extendido. Quizá en otros países, sí. Aquí, cada discapacitado contrata a una persona y le paga por las horas que necesita. El Estado ofrece una ayuda económica, pero es muy escasa. Si necesito viajar con este asistente, debo pagar el viaje y las horas extras. Un coste inasumible.

En mi caso, pensaba viajar con mi mujer y mi hija de 4 meses. Pero tras pensarlo mucho, llegamos a la conclusión de que era un esfuerzo excesivo para mi mujer.

Por otra parte, el avión supone un verdadero obstáculo. Las compañías aéreas prohíben que las personas que utilizamos sillas a motor subamos con ellas al avión. Tenemos que sentarnos en un asiento normal y después alguien baja la silla a la bodega, como si fuera una maleta. Pero las sillas son nuestras piernas. Dicen que es cuestión de seguridad, pero esa es la excusa habitual cuando no quieren gastar dinero en reformar algo.

Además, les contaré una anécdota. Pablo Echenique, cuando era eurodiputado, protestó por este tema. Y un directivo de una compañía le dijo que él sí podía subir con la silla (rechazó la oferta). Si él puede, todos pueden, no es problema de seguridad.

Otro factor importante a la hora de viajar en silla de ruedas es la accesibilidad. Hay que estudiar el metro, las paradas en las que hay ascensor, esperar que no esté estropeado... Se necesita un plan previo de los lugares a los que voy a ir y eso limita mucho. Suelo decir en broma que si viajo, será a países del primer mundo, porque viajar a África o Tailandia en silla de ruedas debe de ser bastante difícil.

Siguiente problema: los hoteles. Es cierto que cada vez hay más hoteles adaptados, pero hay que buscarlos y quizá no sea el más cercano al lugar donde quiero ir, o el más barato. Y en las habitaciones accesibles puedes encontrar de todo. Desde habitaciones grandes con todo preparado hasta habitaciones en las que es imposible moverse con la silla de ruedas. En alguna ocasión he tenido que cambiar una habitación supuestamente accesible por una normal porque esta última era más grande.

Como anécdota, me gustaría decir que en la mayoría de las habitaciones adaptadas las camas están separadas, no son de matrimonio. Aquí subyace una forma de pensar: parece que los discapacitados somos seres asexuales. No tenemos pareja, ni sexo, ni hijos. Pero resulta que, a veces, sí. Y cuando voy con mi mujer un fin de semana de vacaciones quiero dormir junto a ella. Como digo, no es un impedimento para viajar, pero demuestra el pensamiento sobre la vida de las personas con discapacidad.

Ya termino.

Es necesario armonizar las leyes europeas para que existan siempre hoteles con habitaciones accesibles de verdad. Es necesario poder viajar en un avión sin miedo a que la silla se rompa y es necesario contar con un asistente pagado por el Estado para poder llevar una vida independiente.

Pero, sobre todo, es necesario cambiar el pensamiento. Los discapacitados no somos personas encerradas en casa. Nos gusta trabajar, salir a tomar una cerveza y viajar en vacaciones. El problema es que cuando eres discapacitado todo cuesta más tiempo, más esfuerzo y, sobre todo, más dinero.

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