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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Todo dictador quiere su pirámide

Hilera de periodistas esperando a la salida de la primera misa en el Valle de los Caídos sin el cuerpo de Franco

Tatiana Cardenal

La semana pasada España dio un paso importante en la consolidación de su democracia. Simbólico, pero importante. ¿Por qué? Porque ninguna democracia moderna o avanzada rinde honores a un dictador y en eso arrastra(ba)mos más de una asignatura pendiente. En lo que concierne a la verdad, la justicia y la reparación las asociaciones memorialistas llevan demasiados años empujando la historia.

Hace 12 años que en España se aprobó la Ley de Memoria Histórica cuyo articulado recoge que “en el Valle de los Caídos sólo podrán yacer los restos mortales de personas fallecidas a consecuencia de la Guerra Civil española, como lugar de conmemoración, recuerdo y homenaje a las víctimas”. Para entonces llevaba ya 32 años siendo un lugar de peregrinación franquista, lo que significa que durante 44 largos años todos los demócratas de este país hemos tenido que tragar con tener al “generalísimo” enterrado en un mausoleo al que en su delirio de grandeza él mismo quiso dotar de la magnificencia de los monumentos antiguos. Un mausoleo que está cimentado en sangre y que fue construido por los presos políticos del régimen entre 1940 y 1958, como un homenaje a quienes lucharon y murieron por Franco.

En 2014 el Consejo de Derechos Humanos dio a España una serie de recomendaciones para cumplir con su obligación de dar verdad, justicia y reparación a las víctimas de la dictadura, y esta semana por fin, las miles de víctimas que dejó el franquismo en España; las personas asesinadas, torturadas, privadas de libertad… y toda la ciudadanía que quería y queremos vivir en democracia, en paz y con memoria, pudimos ver algo de luz al constatar que después de todo el franquismo empieza a perder su posición dentro de este país.

Esta pequeña gran victoria, que es de las asociaciones memorialistas y de la cual es indecente hacer electoralismo, lleva acumulando fuerza a través de los distintos hitos y se ha producido, por un lado, a pesar de los innumerables vaivenes e intentos por parte de la extrema derecha por preservar el legado de la dictadura y por otro, ante la indiferencia de quienes dicen que ya hemos pasado página, que ya vivimos en democracia y que es mejor dejarlo estar. Ante quienes reproducen esa postura tomaré la referencia de Hannah Arendt, la filósofa de origen judío que padeció la persecución nazi del 33 y que dedicó buena parte de su obra a reflexionar sobre los totalitarismos, quien decía que en la medida en que realmente pueda llegarse a superar el pasado, esa superación consistiría en narrar lo que sucedió.

Pedir a las víctimas que pasen página sin llevar a cabo la narración su historia, sin el reconocimiento un previo de su dolor y una justa reparación roza el cinismo, máxime cuando nuestra libertad hoy en día descansa sobre las cunetas de quienes literalmente se dejaron la vida para conseguirlo.

A pesar de todo, el Tribunal Constitucional, el de Estrasburgo y el Supremo se mostraron contundentes y dejaron claro que sacar al dictador responde a principios democráticos. Y no sólo eso, hasta el Vaticano dio su apoyo explícito. Una lección de la que que todos y todas las que nos consideramos demócratas deberíamos tomar nota, porque no vale la ambivalencia en esta cuestión: “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”, decía Desmond Tutu.

En cuestiones de memoria nos queda un largo recorrido pero esta semana es nuestro país brilla un poco más el sol, ya que por fin en el Valle de los Caídos, ese proyecto que Franco, cual faraón que sueña con su pirámide, levantó entre piedras para desafiar al tiempo y al olvido, para asegurarse su perdurabilidad y un lugar donde las generaciones futuras le rindieran tributo, no acoge el cuerpo de aquel que protagonizó los años más negros de nuestra historia. El franquismo hoy está un poco más muerto y debemos lograr que la exhumación de Franco sea el punto de partida para exhumar los restos del franquismo de nuestra sociedad, para seguir profundizando en nuestra democracia; y ello sólo será posible si saldamos las deudas pendientes con nuestro pasado enterrando el relato impuesto por los vencedores del golpe de estado y eliminando los privilegios y reconocimientos de Estado de los que aún disfrutan.

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