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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

El enigma de la centralidad

Ángela Labordeta

En esto que algunos han dado en llamar la necesidad de formar gobiernos basados en la centralidad cabe todo: cabe que un partido defensor de los fueros en Navarra se alíe con un partido como Ciudadanos que quiere, ante todo, hacer de España una España más fuerte con menos autogobierno y muy lejos de ese espíritu federalista, que por un tiempo algunas llegamos a pensar que podía ser posible. En nombre de esa misma centralidad veremos cómo el partido socialista de Sánchez, que tiene diferentes nombres según mire hacia el norte o hacia el sur, hacia el este o hacia el oeste, caerá en brazos de Ciudadanos, olvidando ese grito que sus votantes repitieron el pasado 28 de abril: “Con Rivera no”. Pero todos ellos insistirán en que todo es por alcanzar la centralidad y yo a estas alturas estoy convencida de que no saben de qué hablan y que simplemente utilizan las palabras para que estas respalden las decisiones que van a tomar. La centralidad no es un atributo intrínseco, como puede ser la autoestima, la temperatura o la ideología, es un simple atributo estructural que depende estrictamente de la localización en la red: en un grafo estrella el nodo central debería ocupar un valor máximo de centralidad y los ubicados en los extremos el valor mínimo de la misma. Con esta definición, que es la que corresponde a la palabra centralidad, la centralidad en sí misma ni es buena ni es mala, es un simple atributo estructural. Sin embargo, una buena parte de nuestra clase política, tan deseosa de tatuar en el paisaje cada día más vacío de los discursos políticos palabras que sirvan como referentes y que los eleven a las alturas de los grandes oradores, hablan de la centralidad como quien habla de la fe, del cielo o del infierno, sin entender que la centralidad en sí misma es nada, absolutamente nada. Pero en nombre de esa centralidad veremos cómo el PP y Ciudadanos se mimetizan con VOX y acaban aceptando que las mujeres son esos seres feos y perversos que hacen todas esas cosas malas y terribles y volveremos a esa España oscura y cutre que persigue homosexuales, que dicta sentencias contra transexuales, que amordaza la libertad de expresión y construye pueblos buenos, los que viven en la centralidad, y pueblos malos, que para ellos, y en su lenguaje de mínimos, viven en el peor de los extremos.

Malos tiempos para la lírica, no cabe duda. Pero todo sea en nombre de la centralidad, esa que todos usan como si fuera un concepto ideológico, cuando es solo un atributo estructural en el que casi todos quieren tener cabida.

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