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El nuevo presidente de Aragón, la ruralina y el Gobierno sin par

Lambán en su debate de investidura. Foto: Juan Manzanara

Eduardo Bayona / Eduardo Bayona

Zaragoza —

Javier Lambán va a presidir un Gobierno autonómico sin par. “Sin par” es un adjetivo que significa “que no tiene igual o semejante”: su ejecutivo tendrá tras la investidura el apoyo parlamentario más escueto del Aragón autonómico (18 diputados de 67, a la espera de la previsible entrada en el Gobierno de CHA, que aportará otros dos) y con un Consejo en el que, por primera vez desde 1987, no habrá miembros del Partido Aragonés (PAR).

Eso se debe, en buena medida, a los efectos de la “ruralina”, que vendría a ser un componente del ADN del PSOE aragonés, o una molécula, quién sabe, que históricamente se manifestaba en forma de hegemonía electoral en el mundo rural pese a sus altibajos en las zonas urbanas.

Esa presencia en las zonas rurales le permitió atenuar el 24 de mayo la fuerte caída que registró en las principales poblaciones y obtener 18 diputados que, pese a ser el peor resultado histórico de los socialistas, hicieron que todas las quinielas situaran a Lambán en el Pignatelli desde la misma madrugada del lunes 25 de mayo.

Recuperación en el cambio de siglo y paso atrás orgánico

Lambán inició su carrera política en 1983, al salir elegido como concejal del PSOE en Ejea en las segundas elecciones democráticas. Ocho años después entraría en la Diputación Provincial, presidida por José Marco, en aquella legislatura previa a la debacle electoral de los socialistas en 1995, tras la moción de censura en las Cortes.

Su partido inició en aquellos años una convulsa etapa que empezaría a terminar en 1999 con las llegadas de Marcelino Iglesias al Pignatelli, de la mano del PAR de José Ángel Biel, y del ejeano a la presidencia de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ). Se mantendría en ella hasta 2011, compaginando el cargo con el de secretario provincial del PSOE zaragozano (2001 a 2012) y, a partir de 2007 y hasta 2014, con el de alcalde de su ciudad. Fueron también los años de la alcaldía de Juan Alberto Belloch en Zaragoza y de Fernando Elboj en Huesca.

El PSOE zaragozano de Lambán mantuvo en esos años fuertes discrepancias con el autonómico de Iglesias, apoyado de manera prácticamente unánime desde Huesca y Teruel, y a cuya sucesión como cabeza de lista en las autonómicas de 2011 optó sin éxito.

Impasse orgánico tras la sucesión de Iglesias

Sin embargo, el aparato optó por Eva Almunia para enfrentarse a Luisa Fernanda Rudi mientras él daba un paso atrás –previamente pactado, dicen, a la espera de que hablaran las urnas- que le llevaría a liderar al PSOE aragonés a partir de 2012 y a ser, tres años más tarde, el candidato al Pignatelli en unas elecciones cuyos resultados pasaron de negativos a favorables por la conjunción de la aritmética con la política: la izquierda sumó 35 de los 67 escaños y su partido era el más fuerte de un bloque progresista que, por vez primera, inicia la legislatura decidido a actuar de manera coordinada. El impass orgánico dio paso a una victoria práctica que, de paso, aplacó las tensiones territoriales internas con el bálsamo del poder. 

“Nos corre mucha prisa ponernos a gobernar. Ya no es tiempo de protestar sino de hacer”, dijo esta semana uno de sus principales colaboradores, Javier Sada, consciente de que la fragmentación de la cámara augura que “va a haber muchas dificultades”. Incluso con sus aliados preferentes, como CHA e IU, con los que el PSOE, además de obvias afinidades –han acordado 50 medidas programáticas con los primeros y 35 con los segundos-, mantiene discrepancias en temas como el recrecimiento de Yesa o la gestión del sector público empresarial.

Tímido, meticuloso, austero y heterodoxo

Timidez, meticulosidad y austeridad -suele pedir ensalada como entrante y viaja sin séquito a las reuniones de trabajo de Madrid- son, quizás, los rasgos que más destacan de él sus colaboradores. También su costumbre de madrugar, llegar a su despacho con la prensa leída y el día planificado -dentro de lo que permite una actividad como la política- y desarrollar una intensa tarea matinal que se alarga hasta entrado el mediodía. Por las tardes trabaja en solitario –mientras suenan Serrat, Llach y Gardel, entre otros- y resulta extraño que reclame la presencia de sus colaboradores.

“Si le comentas un libro que te ha llamado la atención, lo normal es que te explique algo del autor y te dé varias referencias más”, explica uno de ellos, que destaca una afición a la lectura que roza la compulsividad y, junto a su heterodoxia ideológica, su nivel y formación intelectuales y la capacidad de su memoria.

En ocasiones es objeto de comentario su falta de carisma, aunque, en realidad, de ese ingrediente suelen ir escasos en el Pignatelli. “Carisma” es la “especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar”, algo que casi nadie destacaría en Rudi, Iglesias, Lanzuela, Marco, Eiroa, Gómez de las Roces o Marraco, ni antes, ni durante, ni después de su paso por la Presidencia del Gobierno de Aragón. Si será, en cualquier caso, el primer presidente sin PAR desde Marraco y Marco.

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