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Lucía González-Mendiondo Carmona: “La educación sexual debería empezar en la primera infancia”

Lucía González-Mendiondo Carmona, el pasado viernes en Zaragoza.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

La psicóloga Lucía González-Mendiondo Carmona (Madrid, 1979), experta en sexología, terminará de impartir mañana, en el Colegio Profesional de Psicología de Aragón, un taller sobre cómo abordar la sexualidad en las aulas. Defiende hacerlo con naturalidad, desde la primera infancia, tanto en las familias como en los colegios.

Todos los expertos suelen lamentar que la educación sexual en las aulas es insuficiente, ¿por qué cuesta tanto en mejorarla?

Desde el punto de vista de los expertos, desde luego, es insuficiente. Además, llegamos muy tarde. Se suele intervenir en educación sexual en la etapa de secundaria, que es cuando entendemos que puede haber riesgo y problemas asociados con prácticas inadecuadas; cuando en realidad la educación sexual debería empezar en la primera infancia. Educar en la sexualidad significa aprender a acompañar a los niños y niñas en su desarrollo como hombres y mujeres. Por otra parte, desde la LOGSE, es decir, desde hace muchas leyes educativas, la educación sexual está recogida como un tema transversal; el problema con el curriculum de las materias transversales es que como se supone que está en todas partes, al final no está en ninguna, más allá de la buena voluntad de cada profesor. Hasta que eso no se articule como una materia de igual importancia a otras en el curriculum y hasta que no se incluya en la formación del profesorado... porque los profesores cuentan que saben que es que es importante intervenir en la educación sexual, pero nadie les ha formado en cómo hacerlo. Además, es un tema en el que entran en juego los valores. Por eso, el profesorado y los equipos de los centros tienen muchos miedos sobre cómo van a reaccionar las familias. De hecho, ahora mismo estamos asistiendo a unas reacciones más vivas sobre esta cuestión porque, al final, entramos más en debates ideológicos que en la importancia del conocimiento en sí mismo. Cuando aparecen noticias como la sentencia de la manada, todo el mundo mira a la educación como fuente de resolución de todos los problemas, pero en realidad nadie hace nada. Primero, porque no hay una estructura que lo permita a nivel de curriculum escolar. Y, por otro lado, porque falta la formación de quienes se supone que deberían intervenir, que son los maestros en Primaria y los profesores en Secundaria.

¿Qué es lo más imprescindible que necesitamos con urgencia que los menores aprendan sobre sexualidad?

El problema es que lo urgente no es siempre lo importante. A nivel de urgencia, estamos viendo muchas alarmas sociales; por ejemplo, con todo lo que tiene que ver ahora con los abusos y las agresiones sexuales. Sin embargo, la cuestión es si podemos actuar en esta materia desde lo urgente. Realmente, lo importante quizá es crear primero otros mimbres que nos permitan desarrollar otras facetas de la educación sexual: aprender a conocernos, a aceptarnos y a disfrutar de manera coherente y feliz. Eso se aprende desde la primera infancia: es un respeto por la diferente forma de vivir cada cual nuestra sexualidad, partiendo del conocimiento del hecho de ser sexuados, que somos diferentes, somos hombres y mujeres, nos expresamos de manera diferente, cada uno somos únicos, tenemos una sexualidad única y, además, hacemos cosas únicas también, somos singulares en la expresión de nuestros deseos, siempre desde el respeto hacia el otro. A partir de ahí, podemos empezar a hablar de prácticas, de prevención o de lo que queramos. Pero primero hay que dejar fijado ese andamiaje, que es siempre el gran ausente en el contenido de la educación sexual en el formato de talleres que manejamos habitualmente.

¿Qué dificultades o problemas pueden surgir en torno a la sexualidad infantil?

Tanto en la infantil como en la adulta, al fin y al cabo, los niños y niñas también son seres sexuados. Pueden surgir problemas relacionados con la identidad sexual, que será si me siento que soy hombre o mujer; muchas veces la problemática deriva de cómo me vivo yo como hombre o mujer. Incluso en el caso concreto del colectivo transexual, el cómo vivo ser mujer con un cuerpo sexuado en masculino a priori o cómo vivo ser hombre en un cuerpo sexuado en femenino. Desde pequeños eso está ahí, en cómo construimos esa identidad. Van a surgir problemas en relación a la orientación y el deseo, aunque en realidad el problema más bien lo tiene todavía la sociedad, no tanto la persona. Hablamos de que ya no somos homófobos, porque desde 2005 tenemos una ley que recoge el matrimonio homosexual, y, sin embargo, la homofobia implícita sigue ahí. Si los niños y niñas, en un momento dado, cuando se despierta su deseo erótico, ven que no cumplen con la expectativa de heterosexualidad, también van a encontrar su vivencia problematizada. Muchas veces, además, serán objeto de bulling. Luego, van a aparecer problemas en relación a la expresión erótica: todas las dificultades de la puesta en escena de nuestros deseos, con posibles relaciones desiguales, embarazos no deseados... Todos esos problemas que solemos abordar cuando hablamos de educación sexual, que no es lo que debemos abordar, sino lo que pareciera que tenemos que abordar. Entonces, en cuanto a estos tres grandes ejes: cómo soy, mi identidad sexual; mi orientación del deseo y cómo expreso ese deseo es en torno a lo que aparecen problemas, también en los niños. Muchas veces, además, entre niños y niñas el problema viene de la mirada del adulto hacia aquello que hacen. Muchas veces interpretamos lo que hacen los niños con sus cuerpos, entre niños y niñas, desde una visión adulta y vemos abuso o intenciones que no son las que los niños tienen.

Entonces, ¿estamos tan preocupados por detectar los abusos que a veces creamos alarmas innecesarias?

Realmente, cuando hay una diferencia de edad evidente o en otros casos claros puede haber un abuso. Pero, muchas veces, con niños y niñas que tienen juegos entre ellos, con roles, como en otros aspectos de la vida, en el momento en el que hay una pequeña diferencia de edad, tenemos miedo al abuso o a que esté pasando algo raro. O, como mínimo, pensamos si esto es o no es normal a esa edad... ponemos la alerta, cuando pueden ser sólo juegos de niños mirados con ojos de adulto. No es lo mismo cuando hay una diferencia clara de edad y, por supuesto, si hay mayoría de edad en una de las partes. Pero, a veces, vamos tanto con la lupa de la prevención, que, al final, ¿queremos prevenir o queremos educar? A veces, vemos cosas extrañas donde no las hay: por ejemplo, en la masturbación infantil, que está muy criminalizada cuando no tiene nada raro; somos nosotros los que estamos contaminando ese acto o mirando con ojos que no son con los que deberíamos mirar esa conducta. Si hay un abuso, hay un abuso: si hay una diferencia de edad importante, si no están jugando a lo mismo... pero a veces, buscamos el peligro todo el tiempo con lo que les pasa a los niños.

El taller es sobre cómo abordar la sexualidad en las aulas, ¿esa enseñanza se puede reemplazar por un aprendizaje sobre sexualidad en las familias?

Lo ideal sería combinar ambas cosas. Al hablar de educación sexual, estamos hablando de educación en valores, al entender el ser humano como un valor. En todo lo que atañe a la educación en valores y a la educación emocional e íntima, la última palabra la tiene la familia. La escuela no puede ser sustituto de ese papel que tiene la familia. Pero, a la vez, no todas las familias van a cumplir con la misión de garantizar que haya ciertos mínimos; los protocolos de convivencia de los centros no pueden dar por hecho que las familias ya están haciendo su papel. Además, cada familia es diferente y hará las cosas a su manera, con su propio enfoque. Realmente, ambos agentes, escuela y familia, son imprescindibles. No nos podemos conformar tampoco con que haya una buena educación sexual en la escuela: la educación en valores de nuestros hijos es, principalmente, responsabilidad de los padres.

¿Qué recomendaría a los padres que quieran enseñar bien sexualidad a sus hijos?

Por una parte, siempre se habla de la sexualidad como un tabú. Tenemos que plantearnos darle la importancia que tiene, tampoco es un tema imposible. A veces, hacemos educación sexual de manera directa, mostrándonos como somos. Además, el mejor modelo que tienen nuestros hijos e hijas somos nosotros, especialmente cuando los padres viven en pareja. Simplemente, muchas veces se trata de que la sexualidad sea un tema más en casa y no un tema a evitar o un tema que esperamos a tratar hasta que se aborde en el colegio o hasta que el niño pregunte. Hay niños que preguntan mucho y otros que no preguntan nada. No podemos esperar a que pregunten y, mucho menos, quedarnos sólo en el discurso del peligro y del “ten cuidado”. Por ejemplo, “si te viene la regla, hija mía, ten cuidado”; pues, en ese caso, ya llegamos tarde. Realmente hacemos educación sexual desde el momento en el que nos ven en casa, porque es imposible no hacerla: algún mensaje les estamos dando, su mochila de la sexualidad la estamos cargando de significado. Si cambiamos de canal cada vez que aparece una escena sexual en la televisión, les estamos diciendo que no vean eso, que no está bien, aunque no digamos una palabra. Muchas veces basta con que los hijos e hijas sepan que pueden contar con nosotros también en este tema, que es un tema que se puede hablar en casa, es un tema normal más. Me hace gracia que, en charlas con padres y madres, se dice que es un tema muy complicado, que es difícil explicarles a los hijos de dónde vienen los niños. Pues bien, si el niño pregunta, cuenta hasta donde tengas que contar y, sobre todo, no le mientas. Además, ¿por qué eso nos resulta tan complicado y, sin embargo, no otras cuestiones que son más delicadas y que también plantean los niños como por qué hay guerras o por qué todos comemos animales? Realmente, hay otros temas más complejos y problemáticos y salimos más airosos en las explicaciones. Se trata de abordar el tema desde la naturalidad, mostrarnos tal y como somos, porque, queramos o no, estamos haciendo educación sexual.

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