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El Aragón despoblado extrema los cuidados: recados a domicilio y llamada diaria a los ancianos

Vecinas de Esplús llevan cosidas más de 1.800 mascarillas que se están repartiendo en geriátricos y en centros sanitarios.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

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Los cuidados y la solidaridad están brotando con la pandemia del coronavirus y las medidas de confinamiento en el mundo rural, donde las iniciativas de ayuntamientos y de grupos ciudadanos están, respectivamente, extremando la atención a grupos de riesgo como los mayores y fabricando material de protección con el que van paliando las necesidades de geriátricos y centros sanitarios. En todos los casos, con los medios (o la escasez de ellos) de siempre y a base de aportaciones personales.

Loporzano, el pueblo de La Hoya de Huesca que lidera la resistencia contra la ganadería industrial a nivel estatal, fue uno de los primeros en tomar medidas para facilitar el cumplimiento del confinamiento al medio millar de vecinos, buena parte de ellos mayores, de sus 16 núcleos.

El lunes 16 de marzo, el segundo día de confinamiento, el consistorio que preside Roberto Malumbres emitió un bando por el que ponía “ a disposición de la población de riesgo (mayores, con patologías que afectan al corazón, pulmones o sistema inmune, o con tratamientos inmunodepresores) un servicio a través del personal municipal para el abastecimiento alimentario” consistente en “la recogida de pedidos prepagados” en Huesca.

El reparto, que también incluye comandas de medicamentos de la farmacia local, se realiza de manera diaria en todos los pueblos del municipio “con personal equipado con material de aislamiento, que no entrará en contacto con los interesados”, sino que “la compra se depositará en el portal”.

Los únicos dos requisitos para poder utilizar el servicios son el prepago y la recogida en el comercio de origen en una bolsa cerrada para reducir las posibilidades de contagio.

“Llamamos todos los días a los mayores que viven solos”

Esplús, un pueblo de 581 habitantes de comarca de la Litera (Huesca) en el que hasta ahora ha habido un positivo que se encuentra fuera de peligro, puso en marcha también desde el inicio del confinamiento una batería de medidas para facilitar el confinamiento a sus vecinos que incluye un peculiar sistema de distribución de alimentos: los vecinos lo encargan por teléfono a alguno de los comercios locales o a la farmacia, que lo facturan al ayuntamiento para que este lo repercuta después a cada vecino, mientras el alguacil y en algunos casos los responsables de las tiendas se encargan del reparto a domicilio.

“Tenemos un elevado porcentaje de población envejecida, que son uno de los grupos de riesgo, y se trata de darles facilidades mientras dura el aislamiento”, explica la alcaldesa, Tania Soláns, que anota que el sistema de pago responde al objetivo de evitar el trasiego de billetes y monedas de mano en mano, al que los epidemiólogos señalan como uno de los vectores de propagación del coronavirus.

No es la única labor de cuidado para los mayores. Las empleadas de la biblioteca y la escuela infantil “se encargan de llamar todos los días a los que viven solos, y van haciendo rondas con el resto de los vecinos que tienen más de 65 años”, para saber cómo se encuentran y preguntar si necesitan algo, señala Soláns.

La batería de medidas incluye, además de la desinfección diaria de los contenedores por parte de los bomberos de la comarca, la de las calles con una solución de hipoclorito que realiza un agricultor local con una máquina atomizadora y su tractor. “Pasa por todas las calles, mañana y tarde. Es una medida de higiene que, además, da tranquilidad a la gente”, explica.

Una cadena de fabricantes de mascarillas confinadas

En el pueblo ha surgido de manera espontánea una iniciativa que está permitiendo surtir de mascarillas de protección a varios centros como las residencias geriátricas de la comarca, el hospital de Barbastro o un cercano centro de personas con discapacidad, además de a otros pueblos de la zona.

“Comenzaron tres mujeres del pueblo al principio del confinamiento, cada una desde su casa. Al día siguiente organizamos un grupo de WhatsApp y ya son treinta. Llevan hechas 1.800”, explica la alcaldesa.

Cada una de ellas entrega las piezas terminadas en el estanco local, que a su vez hace de central de compras local para el material que requiere la confección de las mascarillas, de centro de distribución y, también, de central de suministro para los vecinos.

“Hemos hecho acopio de 600, una para cada vecino, y estás allí a su disposición”, anota Soláns, que destaca cómo “todo el mundo ha puesto de su parte” en el pueblo desde que comenzó la situación de emergencia sanitaria.

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