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“Cualquier aumento de temperatura por encima de 2 grados en el planeta provocaría impactos irreversibles”

Pablo Barrenechea. Foto: Juan Manzanara.

Ana Sánchez Borroy / Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —
  • Adjunto a dirección en ECODES, Pablo Barrenechea está vinculado a la organización desde 1996. Coordina el proyecto “Un millón de compromisos por el clima”, que promueve acciones en defensa del medio ambiente

Tras saludarnos, Pablo Barrenechea (San Sebastián, 1970) nos avisa de que tiene una hora después una videoconferencia a través de Skype con Perú. Además de director de la Unidad de América Latina de ECODES, es el responsable del secretariado Alianza por el Agua, una red que busca mejorar los servicios de agua y saneamiento en España y en Latinoamérica.

En la gestión integral del agua en América Latina, nos confiesa, está casi todo por hacer. Barrenechea lo comenta en una sala con decenas de libros, varios ordenadores, una gran mesa de reuniones, una pantalla para proyecciones, una pizarra… Aquí se trabaja, está claro. Y se hace en equipo.

A dos meses de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ¿hay optimismo sobre que realmente se puede alcanzar un nuevo acuerdo internacional?

Nosotros somos una organización optimista. No nos planteamos que la Conferencia no pueda tener éxito. Todos los procesos previos a la Cumbre de París nos hacen pensar que sí habrá acuerdo: prácticamente todos los grandes países, salvo Brasil, han presentado sus planes de reducción de emisiones de gases. La Unión Europea incluso quiere ir más allá de lo que se le había planteado como objetivo. Y hay más síntomas: la encíclica del Papa, mensajes que se lanzan desde la región islámica, llamamientos de la sociedad civil, de las empresas,... La duda es más bien si será un acuerdo lo suficientemente ambicioso como para que no haya una subida generalizada de las temperaturas del planeta y se genere el impacto que prevén los científicos.

¿Qué piensan en ECODES que debería incluir el acuerdo?

Se requieren acciones profundas, duraderas, de todos y, sobre todo, medidas de acción que se puedan implantar ya, a corto plazo. La lucha contra el cambio climático no puede esperar más, sobre todo, porque el acuerdo no empezará a implementarse hasta 2020. Por supuesto, la Cumbre tendrá que abordar la matriz energética, es decir, el porcentaje de cada tipo de energía disponible su origen. Lógicamente, hay que reducir la procedencia de combustibles fósiles a nivel global del planeta. También, estudiar la necesidad de sumideros de carbono y analizar la acción combinada de la gran industria contaminante y las emisiones difusas, que son las vinculadas al ciudadano, al transporte y a la producción de alimentos. En la situación en la que estamos no podemos plantear una negociación sin todos los procesos vinculados al cambio climático, que, en realidad, son todos. Por eso, hay que trabajar en diferentes ámbitos y de manera profunda. Estamos hablando de revoluciones en algunos casos. De ahí, la dificultad del proceso de negociación porque no se trata de cambiar una política, sino de revolucionar la política.

¿Qué acciones concretas planteáis?

Evidentemente, la necesidad de basar la matriz energética en las energías renovables y no en la combustión de combustibles fósiles. Cambiar los modelos de financiación de las energías, suprimiendo las subvenciones a las fósiles, es fundamental. Este año, por primera vez, la isla del Hierro fue auto-suficiente desde el punto de vista energético durante unas horas a través de energías renovables. Ése es el futuro.

¿Cómo está situada España en esa dependencia de combustibles fósiles?

España tiene mucho que hacer. De hecho, al cumplir los objetivos marcados con el protocolo de Kyoto, la gran reducción de emisiones de gases de España está muy determinada por la coyuntura económica y no tanto por los cambios estructurales. Aun así, estamos convencidos de que en el sector industrial se empiezan a dar pasos hacia una economía baja en carbono.

Aquí entran en juego intereses económicos…

Es evidente. Hay dos grandes debates: las medias a implementar y quién va a pagarlas. También hay que pagar el coste de los grandes problemas que generan los impactos ya en algunas partes del planeta. El tratado de lucha contra el cambio climático parte de un principio operacional, que es la responsabilidad compartida, porque es importante que todos los países reduzcan sus emisiones. Pero también es una responsabilidad diferenciada: no puede tener la misma responsabilidad un país como Perú, emisor del 0'4 % de las emisiones globales, que la Unión Europea.

¿Los países en desarrollo podrían seguir aumentando sus emisiones?

En realidad, no es que puedan subir o no sus emisiones, es que no tienen obligación de reducirlas, no hay un compromiso. Eso no quiere decir que no puedan presentar sus medidas de reducción y en el momento en que las presentan, esas reducciones se están sumando y también tienen carácter vinculante. Hay ejemplos de países con economías en desarrollo que reducen emisiones: Costa Rica plantea tener una emisión 0 en el año 2020.

¿Cuánto deberían reducirse globalmente las emisiones?

Es uno de los grandes debates. Los científicos estiman que con las medidas previas a la cumbre, que han presentado 64 países, no se alcanzaría el compromiso de no aumentar en 2 grados la temperatura global en 2050. Se requiere un mayor compromiso.

¿Por qué el objetivo es mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados?

Los científicos creen que cualquier aumento de temperatura por encima de 2 grados en el planeta provocaría impactos irreversibles y de gran calado. Pues bien, según los escenarios que plantea el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), si todo sigue igual, en 2050 estaríamos sobrepasando esos 2 grados.

Entonces, ¿estamos ya muy cerca, a solo 2 grados, de esos daños irreversibles?

Sí. De hecho, ese es el gran cambio de la cumbre de París. La gran diferencia con respecto a otras ocasiones es que estamos en un momento en el que no hay vuelta atrás. Muchas veces, para que el ser humano tome decisiones y actúe en determinada línea requiere de este tipo de situaciones. Estamos a muy pocos pasos del borde del precipicio.

¿Se ha superado el eterno debate sobre si realmente existe o no cambio climático?

Todavía hay voces encontradas y escépticos. Aun así, yo creo que una de las grandes conclusiones de la COP20 en Lima es que ya no se pone en duda el cambio climático; lo hemos visto en la ronda previa de la negociación de París. La declaración de Obama de hace unos meses también deja claro que uno de los grandes países escépticos da ahora por sentado que el cambio climático avanza. Desde luego, nosotros como ECODES pensamos que es un debate superado: ya no es necesario acercarse a los polos o los Nevados en Perú o los Andes para comprobarlo, lo vemos en nuestro entorno más cercano. Zaragoza ha tenido este verano su récord histórico de temperaturas. Los agricultores tienen este año una gran cosecha, pero podría haber sido aún mejor con menos calor. El cambio climático afecta a mi hijo, que le encanta esquiar y en el futuro lo tendrá más complicado. Y a mis padres que viven en San Sebastián y han tenido que hacer una obra en el portal de su casa porque el agua del mar entra con más frecuencia que antes... Nos afecta a todos. Si te gusta el café, el chocolate o el vino, el cambio climático te está afectando. Y afecta a nuestra salud.

En todo caso… se alcancen o no esos acuerdos internacionales, en ECODES subrayáis que todos los ciudadanos, individualmente, podemos hacer mucho por el clima…¿Por qué tardan tanto en calar los mensajes de cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes o de no poner en marcha la lavadora sin la carga llena?

Estamos convencidos de que esos gestos empiezan a calar en la sociedad, muchas veces no se pone en valor lo que ya se hace. Hace 10 años en esta ciudad no había contenedores amarillos de recogida de envases y hoy nadie se plantearía que no existieran. Por eso, la campaña “Un millón de compromisos” plantea que todas las acciones cuentan; estamos convencidos de que ya estamos poniéndolas en marcha. Sin embargo, es cierto que en la lucha contra el cambio climático ocurre que los mensajes alarmistas y catastrofistas llevan a la inacción: “si no se puede hacer nada, ¿para qué molestarnos?”. Cuando planteamos cambios en el clima, hablamos de cientos de miles de años y es difícil comprometerse a largo plazo con las generaciones futuras. También hay un proceso de relativización del problema: “si no hace tanto frío en invierno, no tengo que poner tanto la calefacción”. Y a veces se lanzan mensajes en los que no se da el protagonismo a las personas; por mucho que mejore la tecnología, al final somos nosotros los que tenemos que apagar la luz del ‘stand by’. En el fondo, es una cuestión de voluntad y cuando se trabaja con voluntades, el recordatorio y la repetición es importante.

¿Hay políticas que todavía podrían mejorarse en el ámbito local?

Sí, todas las medidas de incentivos para que los cambios sean más rápidos son fundamentales. La decisión del Gobierno de Aragón de subvencionar la compra de electrodomésticos eficientes tuvo un gran impacto. No es lo mismo que la ciudad esté conectada con carriles bici a que tengas que convivir con los vehículos en la calzada. En muy pocas viviendas hay un espacio apropiado para tres tipos de contenedor de basura, en paralelo a la recogida selectiva de residuos que hoy tenemos en la calle. Tenemos que implicar a los fabricantes de papeleras, los diseñadores de muebles, los arquitectos... La lucha contra el cambio climático es una acción global.

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