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El Panteón de los Ilustres de Zaragoza se acerca al pueblo: un boxeador y una vedette descansan entre tanto ‘insigne’

Pabellón de los Ilustres del cementerio de Zaragoza.

Óscar F. Civieta

Zaragoza —

Calles, plazas y parques de muchas ciudades llevan el nombre de algún personaje importante en la historia de la urbe. A veces es unánime la consideración de que el homenaje es justo. Otros solo son célebres en el ideario del gobernante de turno y su loa despierta recelos y controversias. Y están los que van desapareciendo de manera demasiado lenta en cumplimiento de la incumplida Ley de Memoria Histórica

Pero… ¿Quién es ilustre en una ciudad? ¿Quién ha de ser reconocido o reconocida? ¿Quién decide que una persona amerita un homenaje? En Zaragoza, al igual que en otras ciudades españolas como Madrid, se dispuso un espacio en el cementerio para enterrar a los “ilustres”. Fue esa la denominación elegida para identificar a aquellas personas que, por lo hecho, debían descansar en un lugar preferente.

Ese panteón, que entró en funcionamiento en 1990 tras la cuarta ampliación del camposanto de Torrero, era exclusivo, según el Reglamento Protocolo del Ayuntamiento de Zaragoza, para concejales, exconcejales y personas que hubieran recibido alguna distinción municipal.

Tal y como se apunta en dicho Reglamento, en caso de fallecimiento de alguien que cumpla los requisitos para ser enterrada en este pabellón, el Ayuntamiento acordará con la familia todo lo concerniente al funeral y al entierro.

Bajo esa premisa se enterró allí a hombres y mujeres (sobre todo de los primeros) como Emilio Alfaro (cineasta y concejal), Roberto Barraneche (sacerdote) o María Urrea (una de las primeras mujeres elegidas concejales en democracia). En total, ocho personas –siete hombres y una mujer- eran las que yacían en este espacio del cementerio zaragozano.

Personajes populares de otros ámbitos

Pero eso era antes. Ahora, junto a todos ellos, descansan también un boxeador y una vedette. Fue el púgil Perico Fernández –fallecido en noviembre del pasado año- el primer “no ilustre” enterrado allí. Nacido en Zaragoza en 1952 fue campeón del mundo de los pesos superligeros en 1974. Una leyenda.

Tras el boxeador llego el turno de Pilar Lahuerta, “La Pilara”, vedete que falleció en 1993 y cuya figura motivó la creación de una cabezuda inspirada en ella en 1982. Sus restos han sido trasladados al Pabellón recientemente.

El cambio partió del alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, que decidió abrir este panteón a otras personas aunque no cumplieran los requisitos especificados en el Reglamento. Hombres y mujeres, dicen en el Consistorio, que destacaran en campos tan diversos como la cultura, el arte, las ciencias o el deporte.

El deportista y la artista de variedades son quienes inauguran esta novedosa percepción de la palabra “ilustre”. Dos plebeyos entre tanto insigne.

(RINCON GARCÍA, W. El cementerio de Zaragoza, Guía Histórico-Artística de Zaragoza, 1991)

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