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Teosinte: una mala hierba incontrolable con herbicidas infesta los maizales aragoneses

El teosinte, una mala hierba de origen mexicano, sigue infestando cientos de hectáreas de maizales en Aragón.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

El teosinte, un pariente ancestral del maíz que lleva años infestando como mala hierba cientos, si no miles, de las más de 82.000 hectáreas de ese cultivo en Aragón y provocando pérdidas de producción que pueden llegar a hacer no rentable la explotación de las parcelas (puede alcanzar los 900 euros por hectárea), tiene en las propias prácticas agrícolas uno de sus principales factores de expansión.

Un estudio recientemente finalizado por el CITA (Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria) después de tres años de trabajos en Aragón y en Cataluña señala a las cosechadoras y al pastoreo como dos de los principales medios de dispersión de las semillas del teosinte, las cuales, una vez en el suelo, pueden permanecer hasta dos años sin llegar a brotar y hacerlo desde profundidades superiores a los 25 centímetros.

“Una pequeña parte de las semillas se queda en las cosechadoras y se dispersa” en el trasiego entre los campos infestados y otros a los que no había llegado, señala Gabriel Pardo, investigador del CITA. El otro factor principal de expansión se encuentra en el ganado ovino, cuyos ejemplares trasladan esas semillas de una explotación a otra durante los entre cuatro y seis días que pueden tardar en defecarlas. Hasta un 3% de los granos que ingieren las ovejas y corderos son excretados en condiciones de germinar.

Estabular el ganado casi una semana

En este sentido, los técnicos del CITA se inclinan por dos medidas. Por una parte, sustituir el cultivo del maíz en las parcelas con presencia de teosinte por el de alfalfa, en el que las labores de siega acaban con la hierba invasora antes de que esté en condiciones de producir semillas. En el caso del ganado, “debería estar estabulado al menos seis días” si ha pastado en una zona infestada, anota Pardo.

Por otra parte, la planta, que también crece en los campos de sorgo y cada uno de cuyos ejemplares puede producir entre 200 y mil semillas, es a menudo difícil de detectar por su parecido al maíz, lo que dificulta su erradicación. Hace dos años, un estudio del Gobierno de Aragón certificó su presencia en el 8% de las explotaciones analizadas.

No obstante, medidas como la prohibición de siembra de maíz en parcelas con elevada infestación que impulsó el Centro de Sanidad y Certificación Vegetal (CSCV) de Aragón o el veto al pastoreo en esas mismas explotaciones, la superficie afectada se ha reducido notablemente en relación con los datos de 2014, aunque siguen apareciendo nuevas zonas de infestación.

“No se puede controlar con métodos químicos”

Los expertos del CITA llaman la atención sobre otro hándicap para frenar la expansión del teosinte. “No se puede controlar con métodos químicos”, explica Pardo, ya que, por sus similitudes genéticas con el maíz, le resultan dañinos e inocuos, según el caso, los mismos herbicidas. Ocurre lo mismo con las labores que le resultan beneficiosas, como el riego o el abonado. Sin embargo, “fuera del maíz es una planta indefensa”, anota.

En el proyecto, que ha contado con el apoyo financiero del INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria), han participado también, además de los del CITA, expertos de las universidades de Zaragoza y de Lleida y del CSCV.

“El trabajo en equipo ha dado una visión más amplia de lo que suele alcanzarse en el este tipo de proyectos”, apunta Alicia Cirujeda, investigadora del centro aragonés especializada, como Pardo, en sanidad vegetal.

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