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“Antes de denunciar un caso de violencia machista, la prioridad es buscar seguridad”

Ariadna Marco, portavoz de Somos Más contra la Violencia Machista.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

No han pasado ni dos meses desde que un pequeño grupo de Whatsapp de siete u ocho alumnas de la Casa de la Mujer de Zaragoza se convirtió oficialmente en la asociación Somos Más contra la Violencia Machista, y ya tienen 46 asociadas. Su portavoz, Ariadna Marco (Zaragoza, 1983) preferiría que la asociación no creciera porque no hubiese más victimas, pero explica que la empatía y la ayuda mutua entre mujeres con las mismas vivencias son muy útiles y no puede ofrecerlas un profesional.

¿Cómo os explicáis que la sociedad hable tanto sobre la violencia de género y tan poco con las víctimas de violencia de género?

No es un tema del que las víctimas hagamos gala. Hay muchas mujeres que, al principio, nos escondemos por miedo. Cuesta muchísima terapia y muchísimo esfuerzo propio y de la familia dar el paso de contar algo que nos da tanto miedo y tanta vergüenza. Sí que ahora se nos está empezando a dar voz, lo agradecemos muchísimo y es una lucha en la que muchos periodistas estáis ayudando.

¿Sigue siendo un tabú ser víctima de violencia machista?

Sí, porque lo primero que hacen los maltratadores es aislarnos. Nos dicen, por ejemplo, que tu madre no te ha llamado porque no te quiere o que tus amigas no cuentan contigo, cuando en realidad eres tú misma quien estás dejando de salir. En definitiva, nos hacen creer que los demás nos están aislando cuando en realidad nos aislamos nosotras, al impedir el contacto con familiares y amigos y crear una dependencia emocional y económica muy grande del maltratador. Cuando te das cuenta de que realmente estás mal con él y que necesitas escapar de ahí, ¿a quién acudes?, ¿dónde puedes ir si estás sola? Eso te lleva a pensar que eres culpable de lo que te ha pasado y también a quitarle hierro a lo que ha hecho él. Por eso, como digo, dar el paso de pedir ayuda... es lo más duro.

Aunque cada caso sea diferente, ¿las víctimas reciben apoyo de su entorno cuando dan ese paso?

Cuando damos el paso, por lo general, sí. No me refiero solo a los profesionales, hay muchas manos que te sacan de ese agujero negro en el que estás metida. La víctima suele pensar que había perdido a muchos familiares que, en realidad, en ese momento recupera con más fuerza que nunca porque ellos mismos nos dicen que ya sabían que no era un buen hombre o que no nos veían felices. A mí me pasaba, no hacía caso cuando me decían que no dejara que me hablase así. Pensaba que no le entendían, le excusaba. También hay otras familias que, por cultura o por religión, dicen a las víctimas que no se pueden separar porque sería destrozar una familia. No hay que aguantar nunca un trato vejatorio, bajo ningún concepto, por muchos hijos que tengas. Intentar salir de ahí después puede ser tarde.

¿Cómo es contarlo a conocidos, a gente no tan cercana como la familia directa?

A mí me ha pasado de todo. Hay gente que te entiende perfectamente. Cuando empiezas a hablar, te das cuenta de que siempre hay alguien que conoce a alguien que ha pasado por lo mismo. El volumen de gente que ha sufrido violencia machista da miedo. Pero también hay otras personas que te dicen que no tendrías que haberte separado... es un tipo de comentarios que a veces nos tenemos que oír y que yo archivo en la “b” de “basura”. Soy consciente de que en un momento de mi vida ha habido un problema muy gordo, pero lo he solucionado. Toda la ayuda es bienvenida, pero filtro todo lo que me pueda machacar.

¿Qué consideráis prioritario para luchar contra la violencia machista?

La educación. Es básico, porque se están normalizando estereotipos de género en parejas cada vez más jóvenes. Estamos teniendo casos de violencia machista en chicas de 16 añitos, incluso de 14; es su primera pareja y ya sufren humillaciones, que les miren el móvil, el WhatsApp, que les digan que no vayan con esas amigas... Es un problema de educación que hay que cortar cuanto antes, no normalicemos esa educación. Yo creo que sería la prioridad absoluta. También nos genera dudas esa insistencia en el mensaje de que las víctimas denuncien. Desde que se insiste tanto en que se denuncie y desde que se denuncia más, cada vez hay más muertes. Creo que, antes de denunciar, la prioridad es buscar seguridad. Lo primero sería dar el paso de pedir ayuda que comentábamos y solo cuando ya se haya brindado esa ayuda y la víctima esté segura, sería el momento de denunciar. Estamos viendo que mujeres que tienen varias órdenes de alejamiento siguen siendo asesinadas, algo no funciona.

¿La orden de alejamiento, por tanto, no es suficiente para garantizar esa seguridad?

¿Qué es una orden de alejamiento? Es decirle a un señor que no se puede acercar a 500 o 200 metros de su expareja. ¿Qué seguridad da eso? Ninguna. ¿Y qué pasa cuándo acaban esos meses o esos años de orden de alejamiento en vigor? ¿Ya se le han pasado las ganas al agresor de acabar con la víctima? Quizá incluso tiene más. Realmente, la orden de alejamiento no da ninguna seguridad. Hacen falta otros medios: dispositivos GPS, policías especializados asignados, que el agresor esté vigilado, una pulsera... Hay muchos medios; la ayuda existe, pero hay que solicitarla.

Una vez presentada la denuncia, ¿qué más se podría mejorar?

En Zaragoza, la desprotección que tenemos en dos de los puntos de encuentro familiar: el de las calles Blasón aragonés y Conde Aranda, donde mataron a nuestra compañera Alexandra. En esos puntos de encuentro, además, ha habido destrozos, una asistente social fue agredida, ahora ha sido secuestrado a un niño, no lo ha devuelto el padre... allí nos meten en la boca del lobo. No hay seguridad de ningún tipo, no hay ni un guarda, ni una cámara… son pisos en mitad de Zaragoza junto a los que el agresor te puede estar esperando, porque sabe a qué hora vamos a estar allí, nos tienen localizadas. Tenemos que ir por obligación y, si nos acompañan familiares, se tienen que quedar en la puerta. Es terrible para los niños, para nosotras e incluso para las trabajadoras sociales. No hemos recibido quejas del otro punto de encuentro familiar, el de Miralbueno y, sin embargo, tenemos una pila de estos dos. Las estamos recopilando para pedir mejoras a la administración.

¿Hay suficiente ayuda para que las víctimas se recuperen psicológicamente?

Sí, hay ayudas suficientes y se sale. Cuando estás en el pozo, no ves la luz por ningún lado. Por el contrario, podemos llegar a tener una felicidad plena y que todo quede en un mal recuerdo. Es muy duro; muchas veces no se reconoce la violencia psicológica como una violencia de género. Parece que no te hacen caso hasta que no llevas la cara morada porque la imagen que tenemos de violencia de género es la cima del iceberg, cuando ya hay unas lesiones físicas o incluso una muerte. Sin embargo, el trabajo devastador previo del maltratador es muy grave. Si a mí me da una bofetada alguien que no conozco de nada, me voy a enfadar y poner una denuncia. El agresor consigue mermarnos hasta que la mujer se deje dar una bofetada y normalizarlo.

¿Qué os parecen algunos discursos que leemos últimamente, como la columna de Manuel Morales do ValManuel Morales do Val?

Es horrible, hace poco también escuchamos un discurso machista de un magistrado, ha ocurrido también con la desaparición de Diana Quer… Estamos hablando de gente con poder que se supone que nos tiene que aplicar justicia y que, por ejemplo, critican “las pintas” que llevaba la víctima. Esos discursos, según de qué boca vengan, hacen muchísimo daño: si lo dice otra persona, solo pensamos que está como una cabra, pero cuando lo dice alguien con poder da mucho miedo. Nuestras vidas están en sus manos, hay mucho trabajo que hacer.

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