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“El feminismo tiene que luchar también por la igualdad entre las mujeres”

Carolina García es portavoz del Colectivo de trabajadoras del hogar y cuidados de Zaragoza

Ana Sánchez Borroy

Este fin de semana se reúnen en Valencia varias asociaciones de trabajadoras del hogar, con el objetivo de impulsar una red estatal. Desde Zaragoza ha viajado Carolina García (Sonsonate, El Salvador, 1975), que cuenta las dificultades para reclamar los derechos de un colectivo tan precario.

¿Cuáles son las reivindicaciones de las trabajadoras del hogar?

La principal es que nos incluya a todas en el Régimen General, con todos los derechos de la Seguridad Social. Actualmente, estamos dentro de un Régimen Especial. Pedimos que se nos den los mismos derechos que al resto de los trabajadores.

¿Por qué siguen sin disfrutar de los mismos derechos que otros empleados?

La historia viene de 2011, que es cuando la Organización Internacional del Trabajo aprobó el convenio 189 para igualar los derechos de las trabajadoras del hogar. Los países tenían que ratificar ese convenio; lo han hecho unos 25 países, pero España no. Aquí, el Gobierno hizo unos pequeños cambios: por ejemplo, antes no podíamos exigir un contrato por escrito y ahora sí. Pero esos pequeños cambios venían acompañados del compromiso de que hasta 2019 iba a haber políticas que nos iban a hacer igualar nuestros derechos al resto y que en enero de este año íbamos a entrar en el Régimen General, con todos los derechos. Esto no ocurrió, porque el verano pasado el Partido Popular hizo una enmienda que retrasaba nuestros derechos hasta 2024.

La impresión es que la voluntad es seguir igual, sin avanzar nada en estos años. El nuevo Gobierno del PSOE hizo la promesa de ratificar el convenio; para nosotras lo más inmediato habría sido eliminar esa enmienda del PP y que se nos incluyera directamente en el Régimen General, sin esperar más tiempo. Además, en el momento en que se apruebe el convenio no vamos a entrar directamente en el Régimen General.

¿Qué problemas les supone no estar en el Régimen General?

Por ejemplo, que no tenemos derecho a paro, que es un derecho básico. Nuestros contratos pueden finalizar por desestimiento, es decir, alguien nos puede decir de la noche a la mañana que no quiere que trabajemos más, sin ninguna justificación. Las cotizaciones de la Seguridad Social no son siempre por los salarios reales. Nosotras el año pasado estábamos cotizando todas, como máximo, por el salario mínimo.

¿Esta situación fomenta que su trabajo no se valore?

Sí, nosotras, además de las reivindicaciones laborales, reivindicamos que la sociedad en general reconozca los cuidados como parte principal de la economía. Es un trabajo que mueve todo el sistema. No podríamos vivir sin esos cuidados, ningún otro aspecto de la vida sería igual. Por eso, pedimos también al estado que asuma su responsabilidad: que los cuidados no caigan solo sobre las espaldas de las familias, sino que el Estado asuma su parte.

¿Siguen recibiendo trato denigrante en algunas casas?

Sí, es el día a día de muchas compañeras que se ven en situaciones de racismo, de discriminación, de que no se considera su tarea como un trabajo. Además de que no se reconozca económicamente, el trato a la persona no es igualitario, no es como cualquier otro empleado, hay un clasismo. Primero, porque nos consideran ignorantes, personas que no valen; tienen la idea de que todas las personas que venimos de allá no hemos estudiado o no tenemos otros conocimientos más allá del empleo del hogar. La ley de extranjería también provoca ese clasismo, porque nos toca trabajar en el sector de cuidados aunque vengamos con estudios. En las casas sentimos ese clasismo, por ejemplo, en que muchas personas nos piden tratarlas de usted, no nos llaman por nuestro nombre, nos ponen un nombre diferente, nos dicen que comamos en otro sitio, nos dejan para dormir sitios que no son adecuados... Hay muchas cosas en las que se siente la discriminación en la vida cotidiana.

¿Están impulsando una red nacional de colectivos de trabajadoras del hogar?

Sí, en el mes de febrero hicimos un encuentro estatal en Zaragoza con asociaciones de diferentes ciudades del Estado para intentar unirnos y crear esta red estatal. Desde el año pasado, cuando empezamos a hacer movilizaciones por la enmienda del PP que rechazaba nuestra entrada en el Régimen General, queríamos juntarnos. Muchas organizaciones se sumaron en la oposición a la enmienda; faltaba concretar esta red para trabajar juntas.

En un empleo tan precario, ¿cuesta más crear una red de este tipo y que otras compañeras se asocien?

Sí, para nosotras es más difícil organizarse. En primer lugar, porque como no somos una empresa, sino que cada una está sola en una casa. Son trabajos que se viven en soledad, con compañeras que no tienen vida social, que solo tienen un día libre cada quince días... Entonces, reunirnos es muy complicado. Las que podemos hacerlo normalmente somos las que estamos trabajando como externas, que nos vamos a nuestras casas y podemos hacer más activismo. A las demás, les cuesta mucho.

¿Os sentís incluidas en las reivindicaciones del 8M?

Sí, nosotras nos sentimos incluidas ya el año pasado; en años anteriores no sentíamos que nuestros problemas estuvieran sobre la mesa. Poco a poco, todo el trabajo que hacemos las asociaciones en diferentes ciudades va consiguiendo que el feminismo también tome como suyas nuestras reivindicaciones. De alguna manera, estamos conectadas; se ha visto algún cambio, aunque no completamente, porque no todo el feminismo es igualitario. Hay todavía personas que no son conscientes de sus privilegios y de que hay mujeres que están en peores condiciones, que la lucha tiene que ser también por la igualdad entre las mujeres. Es un trabajo que se va haciendo.

Hay una parte del feminismo que cuestiona que las mujeres feministas contraten a empleadas de hogar porque acaban asumiendo el trabajo que deberían realizar los hombres dentro del hogar. ¿Qué les diríais?

Estoy de acuerdo en que no sería feminista contratar a una empleada de hogar para liberar de su trabajo a los hombres. Sin embargo, considero que hay hombres y mujeres que los dos trabajan fuera, los dos asumen responsabilidades en casa, pero no les da tiempo de hacer todo y alguien tiene que hacer ese trabajo. No considero que por ser feminista no se pueda contratar a otra persona. Por ser feminista, sí tendría que darle los mismos derechos que pide para ella a su empleada. Por ejemplo, si una mujer está pidiendo conciliación, también tendría que facilitársela a su empleada. Nosotras a veces tenemos problemas incluso para ir al médico. Si luchan por sus derechos, que luchen también por los nuestros.

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