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Los pueblos altoaragoneses recuperados, ejemplo para los 150 despoblados que esperan su oportunidad

Isín, ejemplo de pueblo recuperado en el Alto Aragón.

Miguel Barluenga

Huesca —

La lucha contra la despoblación sigue ocupando un lugar preferente en las agendas de las instituciones altoaragonesas. Alcaldes, concejales y entidades sociales buscan fórmulas innovadoras y, ante todo, eficaces para frenar una tendencia que se quiere invertir de manera paulatina. Entre los nuevos campos de visión que se examinan figura el fenómeno opuesto: la repoblación. Un estudio avalado por la Diputación Provincial de Huesca (DPH) sobre despoblación se detiene ahora en aquellos núcleos rurales que han vuelto a la vida en los últimos años y que aspiran a servir como guías para el resto de casos. Según este texto, existen unas 150 poblaciones que pueden volver a habitarse si se dan la mano la iniciativa pública y la privada.

El estudio, pionero en Aragón, se detiene en 31 localidades que en los últimos 35 años se han repoblado por la vía pública a través de cesiones, movimientos neorrurales u ocupaciones; o por la privada, con el regreso de sus habitantes y sus descendientes. El arquitecto Sixto Marín ha encabezado la realización de este trabajo. Se recogen conclusiones como la necesidad de recuperar el territorio o proteger el patrimonio con la unión de la iniciativa pública y privada. Para Miguel Gracia, presidente de la Diputación de Huesca, debe haber una legislación “flexible” que ofrezca el punto de vista rural puesto que “las leyes escritas para las ciudades no funcionan aquí”.

Lleva el nombre de Pueblos recuperados y será editado este año por el Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA). Nace a partir del Congreso Nacional sobre la Despoblación celebrado en julio del año pasado en la capital oscense. “Hay muchas publicaciones y estudios sobre pueblos deshabitados pero no teníamos constancia de ninguno reciente sobre pueblos rehabilitados, de allí la necesidad de visibilizar que hay iniciativas que hacen posible recuperar pueblos”, apunta Gracia. La provincia de Huesca tiene al menos 31 ejemplos concretos de cómo núcleos que estaban hace 35 años condenados al abandono total muestran hoy un presente y futuro completamente diferentes a los que estaban abocados.

Un equipo multidisciplinar

Esta es la principal conclusión del trabajo que ha dirigido el arquitecto y profesor universitario Sixto Marín, quien ha analizado la repercusión positiva que las diferentes iniciativas llevadas a cabo desde distintos ámbitos han permitido la recuperación de la población en localidades deshabitadas. Marín ha encabezado un equipo de técnicos formado por arquitectos, ingenieros de caminos, biólogos, ingenieros agrícolas y etnólogos que, a partir de una vasta bibliografía, ha estudiado la legislación que atañe directamente a la recuperación de estos pueblos y se ha entrevistado con los actores que han impulsado los diferentes modelos de recuperación.

Estas tareas han concluido en un minucioso estudio que se plasma en una ficha triple para cada uno de los pueblos que contiene información genérica sobre la historia reciente y evolución demográfica del núcleo así como el análisis de la evolución de su contexto territorial y un informe del estado actual de las edificaciones, infraestructuras y servicios. Las fichas incluyen un ingente material fotográfico y planos que ayudan a visualizar con claridad tanto las características propias del núcleo como de sus alrededores y la evolución de ambos durante las tres últimas décadas. En total son 31 pueblos, de los cuales 19 se han recuperado gracias a la iniciativa pública y 12 son núcleos de titularidad privada.

Aparte de las fichas, se incluye una introducción que analiza las particularidades de la despoblación en la provincia de Huesca con sus etapas, causas y consecuencias. Continúa el análisis argumentando el fenómeno de la recuperación de los pueblos deshabitados y para ello desgrana la normativa legal que ampara esta acción y los actores que han hecho posible la recuperación. El estudio finaliza con unas conclusiones que, según Sixto Marín, “pueden servir para desarrollar una estrategia que permita optimizar los recursos necesarios para la revitalización de asentamientos todavía deshabitados y rentabilizar el impacto sobre el territorio que los rodea. Entre estas se constata que ”el rápido proceso de despoblación al que fue sometido el territorio altoaragonés en el siglo pasado ha permitido mantener inalterado el patrimonio y esto supone una oportunidad a la hora de plantear intervenciones de conservación o recuperación“.

La dispersión no es un problema

Marín reivindica “la dispersión entre poblaciones, que lejos de suponer un problema añadido, puede ayudar a su repoblación”. Entre las causísticas que ha registrado su equipo, el director del proyecto destaca “la actuación pública pero también de asociaciones que reclaman la cesión de los terrenos, el movimiento neorrural o los pueblos ocupados”. Respecto a la titularidad privada, prevalecen aquellos casos de localidades que fueron abandonadas y mediante una reversión o la vuelta de su gente han regresado a la vida.

Un nexo común que se ha encontrado en todos estos ejemplos es, como relata Marín, “que todos tienen una mala conexión a internet”. Y destaca algunos individuales como el de Isín, que cuenta con un centro vacacional adaptado para minusválidos; Aineto, sacado adelante por neorrurales tras la cesión de la administración y el resembrado de los campos; o Belsué, que gracias al empuje del ayuntamiento cuenta con casas ocupadas durante casi todo el año. “Hemos de apostar por la recuperación del territorio y su puesta en valor, por la protección del patrimonio y por la unión de las iniciativas pública y privada sin que echemos a perder el hábitat natural”, sintetiza el director del proyecto.

Miguel Gracia, por su parte, recuerda la necesidad de una legislación ad hoc que prime de una forma u otra a quienes apuestan por residir en un pueblo.

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