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El agua vertida al río Huerva tras una tormenta supera con creces los niveles de contaminación para la vida acuática

El río Huerva a su paso por Tosos.

Marta Salguero

Zaragoza —

¿Qué ocurre en una ciudad tras un episodio de tormenta? El agua de la lluvia arrastra toda la suciedad de las calles y termina su recorrido en un río, donde se acaba vertiendo una gran cantidad de contaminantes. Esto que pasa en muchas ciudades españolas es lo que un grupo de investigación de la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia (EUPLA) de la Universidad de Zaragoza ha estudiado para extraer datos concluyentes dentro de la capital aragonesa.

Durante un año, el grupo de Ingeniería Hidráulica y Ambiental de la EUPLA ha monitorizado uno de los cien puntos de alivio que tiene la ciudad, ubicado en la plaza Emperador Carlos V con salida al río Huerva, afluente del Ebro. Tras una tormenta, la red de alcantarillado no es capaz de llevar toda esa cantidad de agua a la depuradora y, por eso, existen estas estructuras de alivio que rebosan en el río.

Los datos extraídos no son más alarmantes de los habituales en estos casos de redes unitarias en España, pero sí ponen de manifiesto la necesidad de tomar medidas para evitar verter contaminantes al medio natural.

La turbidez del agua es uno de los parámetros que se ha recogido en este punto de alivio y que está relacionada con la contaminación. Se ha comprobado que la turbidez del agua en este punto tras una tormenta supera con creces los niveles para garantizar vida acuática en el río. Y los datos son claros. Los niveles recomendados para no poner en peligro la fauna y la flora se sitúan entre 30-50 NTU (Nephelometric Turbidity Units), mientras que los recogidos en este punto de Carlos V Emperador están por encima de los 1.000 NTU.

No es una cuestión baladí, y menos teniendo en cuenta los caudales registrados en esta zona, que llegan a los 8.000 litros por segundo. “Hablamos de vertidos que son superiores al caudal de ríos en España”, matiza el coordinador del proyecto de la EUPLA, Beniamino Russo.

“Si por un río pasa poca agua, el impacto todavía es mayor”, añade Russo, quien explica que al final estos afluentes llegan a un río más grande, donde los contaminantes se diluyen evitando que el problema vaya a más

“Pero si queremos devolver al río Huerva su condición inicial, recuperarlo gradualmente como río con sus riberas y con fauna y flora, hay que tomar medidas”, explica este investigador, para agregar a continuación que, en ocasiones, los afluentes acaban convertidos en una especie de “cloacas enterradas”.

Proyecto ‘Promover’

Esta investigación se ha hecho en el marco del proyecto ‘Promover’, coordinado por la EUPLA, que ha contado con financiación del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Para monitorizar en tiempo real la cantidad y la calidad del agua vertida al Huerva se han instalado sensores de temperatura, turbidez y nivel en uno de los puntos de alivio más caudalosos de la ciudad. Esto permite conocer los datos en tiempo real y recoger la información, para luego analizarla.

El siguiente paso es relacionar todos los parámetros recogidos por los sensores y crear un prototipo que funcione, para que después la administración competente lo aplique a otros puntos de alivio. Y, lo más importante, pueda adoptar medidas, como actuar en los depósitos que retienen el agua o instalar rejas que impidan el paso de los sólidos, que son los que tienen la mayor parte de contaminantes.

“Si con el río Huerva no queremos hacer nada seguiremos teniendo un medio receptor que recibe muchas entradas del sistema de alcantarillado de la ciudad y donde no tendremos nunca flora y fauna. Si, al contrario, queremos recuperarlo habrá que hacer actuaciones, depósitos, rejas otro tipo de tratamiento...”, sostiene.

Depósitos anticontaminantes en el subsuelo

Los depósitos de retención enterrados, esto es pequeños embalses en el subsuelo que retienen el agua y evitan que lleguen al río, son habituales en ciudades europeas de Francia y Alemania.

En España, en cambio, apenas existen, a excepción de Barcelona que tiene varios de estos llamados depósitos de contaminación. No obstante, el Real Decreto 1290/2012, que obliga a los municipios a realizar un control integral para reducir la contaminación por vertidos, ha servido para continuar avanzando en esta línea. Al albur de esta norma, se han hecho los inventarios de los puntos de alivio, ya que “antes ni siquiera sabíamos cuántos había ni dónde estaban estos puntos de vertido” en las ciudades.

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