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“Las víctimas de trata sufren un estigma doble: son maltratadas y prostitutas”

Erika Chueca.

Ana Sánchez Borroy

Cuando llegamos a las oficinas de Médicos del Mundo, Erika Chueca (Zaragoza, 1980) está redactando un informe para que una pareja que no habla castellano reciba asistencia sanitaria pública. Salimos unos minutos a la calle para hacer las fotografías y dos mujeres de piel negra la saludan sonrientes desde lejos. Da la impresión de que en el barrio de San Pablo todos conocen bien a esta trabajadora social.

También la conocen los dueños de los principales clubes de alterne de Zaragoza. La han visto muchas noches, desde que está al frente del proyecto Promoción de la salud con personas que ejercen la prostitución. Médicos del Mundo lo puso en marcha en Aragón en 2008; era la primera vez que esta organización acudía a atender a las prostitutas a los lugares en los que ejercen.

¿Por fin la sociedad está empezando a prestar atención a la lucha contra la trata de personas?

En estos últimos años la administración pública ha impulsado ciertos protocolos que dan mayor visibilidad a la trata. Aun así, yo estoy bastante expectante, creo que la sociedad sigue sin querer darse cuenta. Tendemos a mirar hacia otro lado porque supone reconocer que algo está fallando en España, es vergonzoso aceptar que muchas mujeres están siendo explotadas aquí. Hay un pequeño despertar, pero poco a poco.

¿La trata de personas ni siquiera era un delito recogido en el Código Penal hasta hace relativamente poco, hasta 2010?

Sí, en 2010 fue cuando se instauró el primer Plan contra la Trata, con el gobierno socialista, y es entonces cuando se reformó el Código Penal y parte de la Ley de Extranjería para introducir cambios en beneficio de las mujeres que eran explotadas sexualmente. A pesar de que había muchas organizaciones con una larga trayectoria en atención a víctimas de trata, han sido unos cambios muy recientes.

¿Por qué se ha tardado tanto?

Yo asemejo la trata a la violencia de género: también es algo arraigado históricamente en nuestra cultura y hemos tardado en contar con una ley integral que defienda a la mujer. En el fenómeno de la trata, la mayoría de las víctimas son mujeres extranjeras, en situación irregular, en riesgo de exclusión social, pobres, que no conocen el idioma... Hay pocas leyes y pocas políticas que defiendan a estas personas. Están completamente olvidadas.

¿La legislación es ahora suficiente?

La legislación y las campañas de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado han cambiado, pero en Médicos del Mundo abogamos por una ley integral, como ocurre con la violencia de género. Hasta que no se apruebe, los planes van dando pinceladas, pero dejan muchos detalles a la buena voluntad de las comunidades autónomas. Algunas trabajan mejor y otras peor, con lo que tenemos víctimas de trata de primera o de segunda, según en qué comunidad vivan.

¿Qué comunidades protegen mejor a las víctimas de trata y cuáles peor?

Por ejemplo, Cataluña y Galicia tienen protocolos de identificación y detección de víctimas que mejoran el plan integral nacional. No digo que esos protocolos sean perfectos, pero al menos, hay más coordinación entre la administración pública y las ONG's que trabajamos con estas mujeres. En Aragón, Cáritas, Sos Racismo, los sindicatos mayoritarios y Médicos del Mundo creamos en 2008 una mesa de trabajo sobre prostitución y trata. Hasta el año pasado, no conseguimos reunirnos con la administración y solo se ha redactado un “mini-procedimiento de urgencia” para los casos en los que detectamos que hay víctimas.

¿Por qué hay esas diferencias? ¿Hay más víctimas en unas comunidades que en otras?

Yo no creo que tenga que ver con el registro de víctimas, sino con la sensibilidad política de los gobernantes. También es verdad que Andalucía, por ejemplo, tiene oenegés muy reivindicativas.

En un delito como este, parece evidente que también es necesaria la colaboración internacional...

Sí, indudablemente. Ese trabajo aún es más complicado, no funciona como debería. Me he encontrado con pocos casos de mujeres que hayan querido regresar a sus países de origen, pero allí no hay organizaciones especializadas y podrían volver a convertirse en víctimas de trata. Es mucho más frecuente que las mujeres quieran que sus familias puedan venir a vivir aquí. Una ley integral podría contemplar reagrupaciones en un país seguro para los casos en los que las víctimas o sus familiares están en riesgo.

¿Eso no ocurre?

Hubo una sentencia favorable en el caso de una mujer que había sido explotada sexualmente y que pudo traer a España a un hijo menor de edad, pero fue un caso excepcional. Una ley integral favorecería a las mujeres, a las oenegés e incluso a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que dependen de la sensibilidad de los cargos al mando. En Aragón tenemos suerte porque al frente de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales hay una persona muy sensible con las víctimas de trata. Pero, en general, no suele haber mucha sensibilidad.

Hablando de la sensibilización, mucha gente ni siquiera distingue bien qué es la trata de seres humanos…

Es un concepto relativamente nuevo, es verdad que tendemos a confundir los términos. Creo que es principalmente porque la prostitución está muy denostada y estigmatizada. Damos por hecho que todas las mujeres que hay en los clubs son putas, sin importarnos la situación real de cada una de ellas. La trata de seres humanos es una esclavitud, es el delito de que una tercera persona se lucre del ejercicio de la prostitución. Esa tercera persona puede ser alguien a quien la mujer quiere, como su marido o novio, o pueden ser víctimas de grandes mafias, que las venden a dueños de clubes. Estas mujeres son violadas diariamente por los hombres que recurren a ellas. Y además, suelen haber sufrido coacciones, engaños, agresiones físicas, torturas... En Médicos del Mundo trabajamos sobre todo con víctimas de explotación sexual, pero la trata de seres humanos también se refiere a la esclavitud de personas que se dedican al servicio doméstico, a la mendicidad en las calles, al tráfico de órganos y a los matrimonios forzosos.

¿Cuáles son las dificultades para detectar los casos?

En primer lugar, solo las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tienen la potestad de hacer la identificación de las víctimas. Es más fácil que lo detectemos las oenegés porque es un ambiente más cálido, les inspiramos más confianza. Además, suelen estar aleccionadas de que la Policía puede expulsarles del país. La cuestión de que la víctima sea entrevistada por un hombre o por una mujer también es importante: se trata de personas que sufren a diario violaciones y malos tratos por parte de hombres. Por eso, una de nuestras peticiones es que la Policía nos avise cuando detecten posibles víctimas para que las acompañemos en el momento de testificar. Además, faltan más campañas para que las víctimas se vean reflejadas, como la última que ha hecho Ana Rosa Quintana. La mayoría de las mujeres ni siquiera son conscientes de que son víctimas, de que en España hay leyes que las protegen. Por otra parte, no quiero generalizar porque hay muchos tipos de trata según la nacionalidad de la víctima, pero en muchos casos el tratante es una persona en la que la víctima confía. Suele ser la figura del marido o el novio en el caso de los países del este; la tía, para las mujeres nigerianas... Por eso, es difícil que la mujer denuncie.

¿Cómo detectáis los casos en Médicos del Mundo?

A Médicos del Mundo nos llegan casos de mujeres con las que hemos trabajado en intervenciones directas en clubes, que han venido a la consulta médica... Suelen venir por un motivo diferente a la trata. Cuando detectamos indicios, mantenemos el contacto y les permitimos que ellas marquen sus tiempos; son ellas las que tienen que decidirse a denunciar. Es un proceso muy largo porque cuesta que lleguen a confiar en alguien. Además, denunciar supone para ellas reconocer que están ejerciendo la prostitución. Es un estigma doble: están siendo maltratadas y además son prostitutas. Trabajé con una mujer rumana que fue explotada sexualmente por el mejor amigo de su marido. Cuando el marido se enteró desde Rumanía, dijo que le parecía genial porque así él podría dejar de trabajar. A ella le costó un año contarme esto, se bebía una botella de whisky al día para ejercer. Estaba hecha polvo psicológicamente, había sufrido malos tratos de su pareja toda su vida, sentía vergüenza. Fue un caso que terminó muy bien, fue muy reconfortante.

¿Qué cifras de víctimas calculáis que puede haber?

Lamentablemente, se detectan muchos menos casos de los que realmente hay. Los estudios de la Policía Nacional hablan de que se estima que el 70 % de las mujeres que ejercen prostitución pueden ser víctimas de trata. Es muy difícil dar cifras porque ni siquiera hay datos estadísticos sobre cuántas mujeres prostitutas hay. En España, se habla de entre 45.000 y 300.000 mujeres ejerciendo la prostitución. En Aragón, el último estudio del sociólogo David Baringo calculaba en 2008 unas 1.500 prostitutas solo en la ciudad de Zaragoza. De todas formas, aunque la trata es un delito muy grave, pienso que hay muy poca prostitución realmente libre. La mayoría de las mujeres que ejercen prostitución se encuentran con que es la única forma de vida que España les depara. Llevo desde 2008 trabajando aquí, habré hablado con unas 3.000 mujeres y ninguna me ha dicho que se dedica la prostitución del mismo modo que podría trabajar en cualquier otra cosa. Se sienten explotadas.

¿Explotadas también por los clientes? ¿Seríais partidarios de castigarles?

Médicos del Mundo somos abolicionistas, creemos que la prostitución es un tipo de violencia de género que perpetúa el rol de que la mujer es un objeto sexual que puede ser penetrado. Partiendo de esa premisa, miramos al modelo sueco, que sí penaliza a los clientes y que está desarrollando políticas sociales de apoyo muy fuerte para las víctimas. Pero no sé si realmente es efectivo. Y cuando hablo con las prostitutas, ellas no ven bien penalizar al cliente porque piensan que dejarían de ganar dinero. Además, temen que se castigaría solo a los clientes de la calle, pero no a los de los clubes, que suelen ser espacios más peligrosos. Lo ideal sería no tener que penalizar a los clientes porque hubiese una educación en igualdad y una sensibilización tan buenas que no hubiese clientes.

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