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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

Sánchez en su resiliencia, Casado en su laberinto

Sánchez y Casado,en el Congreso

Arsenio Escolar

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El “No voy a liderar un PP bronco ni desestabilizador” de Pablo Casado este lunes ante la Junta Directiva Nacional de su partido ha sido recibido en el PSOE entre chanzas. “¿Y qué ha estado haciendo hasta la fecha?”, comentaba en un tuit Óscar Puente, alcalde de Valladolid y portavoz de la Comisión Ejecutiva Federal del Partido Socialista. Ya con media España entrando en la mal llamada nueva normalidad tras lo peor de la pandemia, en la dirección del Partido Popular se ven a sí mismos más fuertes políticamente y más centrados que en marzo y ven al Gobierno muy tocado y débil. En el PSOE, todo lo contrario: al PP, echado al monte con Vox para abatir al Ejecutivo, y con Aznar moviendo sus hilos; y al Gobierno de coalición de la formación socialista con Unidas Podemos, bastante más asentado y firme que lo que auguraba el brutal terremoto de la pandemia y las distintas réplicas sísmicas que le han ido golpeando. Desde la poco rápida reacción de los primeros días hasta la falta de material de protección para los sanitarios y para la población en general. Desde los sobresaltos por la debilidad parlamentaria hasta las sucesivas polémicas y charcos, llámense EH Bildu, Pérez de los Cobos, cambios en los datos, descoordinación interna, tiranteces con algunas comunidades autónomas, etc. etc.

Es muy probable o incluso es seguro que ambas visiones estén en buena parte viciadas, sesgadas. Pero lo cierto es que transcurridos ya casi tres meses desde el estado de alarma, el Gobierno que preside Pedro Sánchez presenta un balance plagado de claroscuros, sí, pero con lo muy oscuro alejándose, pues fue en marzo, y lo más claro ahora, en estos últimos días. A finales de marzo morían entre nosotros por la covid-19 casi mil personas al día, España figuraba en los peores lugares del ranking mundial por la pandemia, los servicios sanitarios y funerarios se encontraba al borde del colapso y el confinamiento parecía que iba a asfixiar por completo la economía y el empleo. El túnel, en definitiva, pintaba negrísimo y sin ningún indicio de claridad por ninguna parte. En los primeros días de junio, la curva de muertes y de contagios se ha desplomado, la enfermedad parece controlada, los sistemas de alertas ante posibles rebrotes se han desplegado y el Gobierno ha creado un sólido escudo social y empresarial -ERTE, ingreso mínimo vital, créditos blandos avalados por el ICO, moratorias fiscales y de cotizaciones sociales...-, va a disponer de un manguerazo europeo de muchas docenas de miles de millones de euros para paliar los destrozos económicos sector a sector y hasta ha aumentado sus apoyos parlamentarios en algunos momentos cruciales gracias al Ciudadanos de Inés Arrimadas.

Quienes hace apenas dos meses se frotaban las manos desde la oposición de derechas pensando que Sánchez era ya un cadáver político -y Pablo Iglesias su lazarillo ciego y también zombie- deben de estar ahora frotándose los ojos. Uno y otro resucitados, y el primero reforzada su leyenda de resiliente; y el conjunto del Gobierno, lleno de magulladuras y de incertidumbres -entre ellas, la judicial; la más imprevisible-, pero aún en pie y con intención de seguir dando pasos aunque le sigan lloviendo piedras y golpes.

El PP de Casado, por el contrario, presenta hoy una cuenta de resultados desequilibrada. Antes de la pandemia, dejaba a Vox el rincón extremoderecho del tablero, coqueteaba con la moderación y convertía a Ciudadanos en un satélite al que se disponía a cerrarle progresivamente la órbita hasta engullirlo amistosamente. Hasta tuvo el Partido Popular algún atisbo de moderación y de institucionalidad en las primeras semanas de la pandemia. Pero le duraron poco. Hace ya muchas semanas entendió que la coronacrisis era su oportunidad de acabar con el Gobierno y se lanzó a competir con Vox por ver quién se anotaba el mérito de cobrarse la cabeza de Sánchez o al menos la de Iglesias. Tras varios plenos parlamentarios de escalada de crispación y de ataques desaforados de las dos derechas, ni una cosa ni la otra. Ni la cabeza de Sánchez, ni la de Iglesias, ni siquiera la de Marlaska... Y Ciudadanos alejándose de la órbita del PP, apoyando ocasionalmente al Gobierno rojo-morado y amagando con romper la coalición azul-naranja en la Comunidad de Madrid y con recuperar su papel de bisagra.

La intervención este lunes de Pablo Casado ante el principal órgano del PP entre congresos ha estado llena de ambigüedades, probablemente calculadas. Frases como “esta crisis, además de sufrimiento y dolor, está generando un capital nacional en forma de responsabilidad y moderación que no tenemos derecho a desaprovechar” podrían interpretarse como que el líder del PP va a bajar un poco o un bastante el pistón de la crispación. Pero otras como “ser moderado es ajustar la palabra a la realidad. No voy a liderar un PP bronco, que pierda de vista sus obligaciones institucionales, pero tampoco un PP ingenuo. Voy a defender un PP firme. No habrá un silencio cómplice por parte del PP” pueden querer decir que, aunque estemos ya en la desescalada sanitaria, su escalada política va a seguir escalando.

Para saber cuál de los dos caminos toma el líder del PP habrá que estar atentos a dos escenarios. A cómo se desempeñe en la comisión de reconstrucción del Congreso de los Diputados y a cómo le vaya en las inminentes elecciones gallegas y vascas. En las primeras urnas, compite el PP moderado de Alberto Núñez Feijóo, que ya estaba allí, y desde hacía mucho tiempo, cuando Casado llegó al liderazgo nacional del partido. En las segundas, el PP duro de Carlos Iturgaiz, al que Casado aupó en febrero pasado tras destituir al moderado Alfonso Alonso. La situación en uno y otro sitio es muy desigual, es cierto. El PP es hegemónico en Galicia desde hace décadas y casi marginal en el País Vasco desde hace años. Pero los detalles del escrutinio probablemente le ayuden a Casado a salir de su laberinto.

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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