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“La gente no dejará de migrar con el cambio climático porque se cierren las fronteras”

Clemente Álvarez

Cada vez más a menudo, grandes mareas inundan todas las ciudades del pequeño archipiélago de Tuvalu, en el Pacífico Sur. Este estado insular constituye uno de los símbolos de los desastres que vienen por el cambio climático, una especie de Atlántida moderna condenada a ser tragada por la subida del mar. Para estudiar los movimientos de su población, hace unos años estuvo allí François Gemenne, investigador de la Universidad de Lieja (Bélgica) y uno de los mayores especialistas en migraciones y medio ambiente. Aunque una parte de sus 12.000 habitantes se habían marchado ya a Nueva Zelanda y muchos mostraban ansiedad, desesperación e incluso rabia por el futuro de Tuvalu, lo que encontró es que el factor decisivo para desplazarse no había sido el riesgo climático y la mayoría de la gente no se planteaba marcharse de este conjunto de atolones e islas. Este investigador participó esta semana en una ponencia sobre migraciones climáticas del Pabellón de España en la Cumbre Mundial del Clima, COP25.

¿Hasta qué punto el cambio climático está provocando migraciones?

El cambio climático es hoy uno de los primeros factores de desplazamientos y migraciones en el mundo. En 2018, más de 17 millones de personas se tuvieron que desplazar por desastres naturales, y una mayoría de esas catástrofes estaban ligadas a cuestiones climáticas, como sequías, huracanes, inundaciones… Sin embargo, aunque se ha considerado que el cambio climático producía un tipo de migración diferente, no se puede diferenciar de otras migraciones, lo que ocurre es que tiene una profunda influencia en los factores económicos y políticos. Más que categorizar las migraciones, hoy en día debemos buscar un enfoque global, intentar comprender cómo la cuestión climática va a influir y cambiar los otros factores de las migraciones.

¿Por qué es tan importante hablar de inmigración en estas cumbres del clima?

El cambio climático se va a convertir en un factor cada vez más importante en las migraciones. Más y más gente se va a desplazar al degradarse sus condiciones de vida o la situación política de donde vive por el calentamiento global. Y sería un error si consideramos que esto se va a arreglar únicamente con políticas ambientales o climáticas. Hace falta que las políticas de inmigración y de asilo se ocupen de esto, si no vamos a caer en una incoherencia política total.

¿Los impactos del cambio climático en las poblaciones humanas van a depender en gran medida de lo que ocurra en las fronteras?

Así es, el problema es que cada vez los países tienen más tendencia a cerrar sus fronteras y esto va a aumentar los dramas humanos. Habrá personas que tendrán que cruzar absolutamente esas fronteras y que estarán dispuestas a asumir cualquier riesgo para conseguirlo. La gente no dejará de migrar con el cambio climático porque se cierren las fronteras. Hace falta que desde ya empecemos a anticipar y a organizar este proceso, a tejar alianzas con los países de origen y de tránsito para intentar que estas migraciones se hagan de la mejor forma posible, no solo para los migrantes, sino también para los países.

¿Qué opina entonces del surgimiento de partidos como VOX en España?

¿Por qué estos partidos populistas están creciendo en Europa? Porque la gente está preocupada por la inmigración y porque se tiene la impresión de que esta es una crisis que se vuelve ingobernable, que la única solución es replegarse sobre uno mismo y cerrar las fronteras. Por eso hay que ir con un mensaje posibilista y proactivo para decir que no tiene que convertirse necesariamente en una crisis. Claro que va a llegar una inmigración importante, pero podemos organizarla en interés de todos. Si se transforma en crisis es precisamente cuando crecerá la hostilidad en la opinión pública y aumentarán los populismos.

Usted habla de empezar a prepararse para recolocar a las poblaciones amenazadas. ¿No es así?

Si lo miramos a largo plazo, en 50 o 60 años, está claro que hay sitios del mundo habitados hoy en día que no lo serán para entonces. Un ejemplo es lo que ocurre en Indonesia, donde el Gobierno va a desmontar su capital, Yakarta. Hay que reflexionar tranquilamente sobre cuáles son las zonas en las que queremos que vivan las personas en el futuro. Esta es una conversación que hay que tener de forma racional. Se puede hacer bien, pero la clave es la anticipación.

¿Cuál es la situación hoy en día en Tuvalu?

Cada vez hay más mareas gigantes que duran cada vez más tiempo y que inundan la totalidad de las ciudades. Por ahora la gente resiste, pero afronta la migración sobre todo como una forma de garantía para el futuro.

Los habitantes de estas islas no quieren marcharse.

La prioridad de todos los habitantes de los pequeños estados insulares es quedarse y para ellos hablar de migración climática es una forma de bajar los brazos y darse por vencidos con el cambio climático. Toda la dificultad en la que se encuentran estos pequeños estados insulares es determinar los límites de la adaptación: hasta dónde es posible adaptarse a la subida del nivel del mar. Este es un gran dilema político para estos gobiernos.

¿El dilema entre marcharse o adaptarse?

Dependiendo de las islas y las medidas para reducir emisiones que se tomen aquí, en los países más industrializados, la balanza va a inclinarse hacia un lado u otro. En algunos casos, la relocalización, si está planificada y decidida por los habitantes, puede ser una solución de adaptación.

¿El caso de Tuvalu muestra el error de analizar estas cuestiones con una visión occidental?

Ocurre a menudo, analizamos las cosas desde una visión occidental y no tenemos en cuenta las voces de los desplazados y sus gobiernos. De hecho, cuando diferenciamos entre un inmigrante ambiental y un inmigrante económico es porque nosotros como occidentales separamos lo uno de lo otro, pero para la mayor parte de la gente en el mundo sus recursos económicos dependen directamente de las condiciones ambientales. Para mucha gente del planeta el medio ambiente y la economía es lo mismo.

Usted defiende que hay que hablar de refugiados climáticos.

Es importante que hablemos de refugiados climáticos porque esto subraya que el cambio climático es una especie de persecución que afligimos nosotros, los países más industrializados, a las poblaciones más vulnerables del planeta. Por supuesto, desde el punto de vista técnico y legal, no son refugiados, no están amparados por la Convención de Ginebra, pero el hecho de llamarles refugiados permite recordar que hay una razón política en esta inmigración.

¿Cómo tiene que prepararse la Unión Europea?

En Europa no estamos para nada preparados, hace falta un debate racional y pragmático sobre la inmigración. Hace falta una verdadera política europea común en materia de asilo y de inmigración. No puede continuar cada país actuando por su cuenta con políticas de asilo e inmigración completamente diferentes. Y luego hay que crear protecciones complementarias para las personas desplazadas por el cambio climático, en cooperación con los países de origen y los países de tránsito.

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