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Pon vida a los años y no años a la vida

María Talavera

¿Sabias que las células de la córnea se regeneran en seis horas; el recubrimiento del estómago cada cinco días; la piel, una vez al mes; el hígado cada seis semanas, y el esqueleto, cada tres meses?

Pues sí, aunque resulte increíble, cada siete años tenemos un cuerpo totalmente nuevo. ¿Por qué entonces envejecemos? Pues porque la precisión de nuestras células va fallando y el reemplazo se hace con material cada vez menos nuevo.

La telomerasa, enzima que parece controlar el reloj biológico de la célula, actúa sobre los telómeros, unos capuchones que recubren los extremos de los cromosomas, ejerciendo una función protectora. Con cada división de la célula, los telómeros se acortan. Cuando el acortamiento alcanza un punto crítico, la célula deja de dividirse. Los científicos creen que eso es lo que ocurre en el envejecimiento. María Blasco, científica española experta en telómeros y telomerasa, dice que el tabaquismo, la obesidad y el estrés están asociados con los telómeros cortos. Y sugiere que con un cambio de vida es posible volver a tener telómeros largos.

No se puede negar a la biología. Animales y plantas envejecen cumpliendo con una ley universal de la naturaleza. Sin embargo, los humanos somos los únicos seres capaces de transformar nuestra biología a través de lo que pensamos y sentimos. Así como el alimento, el agua y el aire del que nos nutrimos, los pensamientos y sentimientos también producen una serie de reacciones bioquímicas en nuestro organismo que en definitiva van a constituir la amalgama de lo que somos.

El psiquiatra y gerontólogo Jesús Fraiz, director de la Galería de la Longevidad, tiene una base de datos documentales de aproximadamente 6.000 notables centenarios. Su conclusión, después de estudiar sus costumbres, alimentación, enfermedades, situación personal, profesional o el entorno, es que el factor más común de todos ellos es el optimismo.

Los optimistas. No se preocupan demasiado por el futuro, se enfrentan a las adversidades de una manera digna, intentando superarlas de manera positiva y tienen un fuerte sentido del propósito de sus vidas. Tenemos muchos ejemplos de grandes artistas longevos que estuvieron creando hasta el final de sus vidas. Miguel Ángel, que en su novena década, proyectó la cúpula de San Pedro. Con 80 años Verdi compuso Falstaff, una de sus mejores óperas. Alice Herz-Sommer, la superviviente más longeva de los campos de exterminio nazi, vivió hasta los 110 años de edad y nunca dejó de tocar el piano. El arquitecto brasileño Oscar Niemeyer seguía con mas de 100 años en activo. La bailarina Martha Graham hizo con 90 la coreografía de La consagración de la primavera de Stravinski. Increíble, ¿no?

Con que exista un solo ejemplo de una persona longeva que vive en plenitud, con proyectos y entusiasmo, deberíamos plantearnos si nuestro deseo es vivir mucho y bien, que sí se puede. Hace años se creía que la genética influía en un 90% en la longevidad de las personas, hoy sabemos que la longevidad está determinada en un 75% por el estilo de vida y un 25% depende de la genética.

El doctor Deepak Chopra en su libro Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo, habla sobre la capacidad del ser humano para cambiar su biología a través de los pensamientos y sentimientos. Según su teoría, mantenernos jóvenes depende en gran medida de nuestra actitud. Donde quiera que va un pensamiento, un elemento químico lo acompaña. Así se entienden las estadísticas de por qué las viudas recientes tienen dos veces más posibilidades de desarrollar un cáncer de mama o por qué las enfermedades son más probables en los depresivos crónicos.

En la misma línea de pensamiento está Bruce Lipton, reconocido doctor en medicina e investigador en biología celular que tras 40 años de investigación afirma que los genes y el ADN no controlan nuestra biología, sino que es el ADN el que está controlado por las señales procedentes del medio externo celular, entre las que destacan los poderosos mensajes que provienen de nuestros pensamientos positivos y negativos. De esta manera, nuestro cuerpo puede cambiar realmente si reeducamos nuestra forma de pensar. Lo que plantea la biología moderna, la epigenética, es que las células cambian en función del entorno, es decir, de las influencias medioambientales, la nutrición, el estrés y las emociones.

Así como la alegría o el amor provocan una química que hace que las células crezcan, por el contrario, la química provocada por el miedo hace que nuestras células mueran.

Mantenerse joven es sobre todo un estado mental, y los pensamientos positivos son un imperativo biológico para una vida feliz, saludable y longeva.

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