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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Cita otoñal en Bidebarrieta

Palomas urbanas. © APDA

Kepa Tamames / Kepa Tamames

Es Bidebarrieta el nombre de una calle de Bilbao, en pleno Casco Viejo, que alberga en su tramo inicial a su “biblioteca de toda la vida”, sita en un contundente edificio que tiene bien pasado un siglo, de estilo ecléctico, que es como no decir nada porque de todo tiene un poco. Como tal, la biblioteca ocupa una sala de alto techo, romántica y silenciosa, que para eso es sala de lectura y recogimiento. Pero yo frecuento más el Salón de Actos, en el piso superior, imponente y al tiempo discreto, con vidrieras que por sí mismas merecen una visita. Me acerco allí cada otoño, pues se celebran desde hace algunos años unas sesiones vespertinas (y públicas) de lo más interesantes, creo. Y, además, sé con absoluta certeza que no estaré solo escuchando las ponencias, siendo que desde la platea observa con atención cerúlea Don Miguel [de Unamuno]. Quizá siente nostalgia el viejo profesor de aquella su primera conferencia en lo que era entonces el centro cultural y disidente de la ciudad. Disidente aún lo es, por cuanto se tratan allí los más diversos temas a lo largo del curso. Por ejemplo, la cuestión de los animales, que a eso voy.

Este próximo lunes día 3 se inauguran, en efecto, las VII JORNADAS VASCAS DE PROTECCIÓN ANIMAL. Se trata de un foro de opinión en su más estricto sentido, con invitados de todas las tendencias y pareceres, media docena cada año, divididos en tres sesiones: una pareja cada jornada.

La primera suele estar dedicada al debate, elemento esencial, entiendo, de toda ideología que se precie. Pero, que se sepa, para cualquier debate se necesitan al menos dos opiniones no coincidentes, y resulta que la administración invitada declinó (ni siquiera me atrevo a decir que “amigablemente”) la invitación para explicar cara a cara su política de exterminio de palomas urbanas. Porque, salvo rarísimas y plausibles excepciones, no hay en España ayuntamiento de cierta entidad demográfica que no tenga establecido un rudo protocolo para eliminar a estas aves. Que, por cierto, son usadas al tiempo por esos mismos consistorios como representación icónica de valores tan virtuosos como la paz y el buen entendimiento. ¡Tiene tela!

Una palomita al aire siempre arregla una portada. No obstante, y a pesar de su pomposa etiqueta, los citados ayuntamientos las trampean en masa para después eliminarlas de la misma forma con gases venenosos. Aunque ello conlleve un sufrimiento insoportable, no quiero evitar pensar en toda la escena: en cómo las aves se ven de súbito atrapadas en la jaula; en cómo se manejan por parte de unos operarios desmotivados (desde su mentalidad estándar, ¿por qué tendrían que observar un trato considerado hacia quienes van a gasear apenas unos minutos más tarde?), en cómo las presas se golpean entre sí durante el viaje; o en cómo empiezan a sentir los primeros síntomas del mareo una vez abierta la espita. Y acaso lo peor de todo es que esta razzia –incluso desde su perspectiva técnica– no sirve absolutamente para nada, razziapuesto que pasados unos meses el número de aves en un espacio dado volverá a ser el mismo, mientras la comunidad siga teniendo la misma carga reproductora. Es así que la mera eliminación protocolaria y repetitiva se limita en la práctica a “contentar” a ese fragmento de vecinos que protestan por todo. Podría hablarse de un auténtico “sacrificio ritual”.

Durante la segunda sesión (martes día 4) nos visitará la policía. No, no es que tengamos en mente hacer nada malo. Es que está invitada. Dos curtidos agentes –pertenecientes a la Ertzaintza y al SEPRONA– nos trasladarán en vivo su experiencia profesional en el particular campo de la defensa de los animales: de cómo en ocasiones se encontraron tras una puerta con el infierno en la tierra, o aquella vez que pudieron acariciar, ya recuperado, al mastín que no hace tanto fue un saquito de huesos y terror.

La tercera jornada (miércoles día 5) se dedica a eso que podríamos llamar “la madre del cordero”: la educación. Cuentan algunos que somos lo que aprendimos de niños, y digo yo que también de mayores podemos dar un giro al timón y resetearnos de arriba abajo, o casi. Cuestión de caracteres y de compromiso, como todo en esta vida. En dicha sesión habrá ocasión de escuchar a dos educadores, que lo son por tratar con gente menuda (¡menuda gente!) para tratar de cimentar sus valores en cosas como la empatía, la solidaridad, la ayuda al necesitado: esculpir en ellos una ética global, en definitiva. Así entrarán en la edad adulta con tales valores, y no habrá necesidad de reseteo alguno. ¡No me negarán que venir a este mundo –o a alguna de sus etapas vitales– con la ética global “de serie” es de lo más práctico!

Olvidaba remarcar un detalle que, por su calado político, no debiera pasar desapercibido: las Jornadas están auspiciadas por el Gobierno Vasco, que encarga su organización a una entidad animalista. Allá cada cual, pero se me antoja que esta apertura de miras debería ser justamente reconocida, visto lo visto y soportado lo soportado.

Termino el artículo aclarando para los no iniciados que Bidebarrieta significa algo así como “caminos nuevos”. Como amante que soy de la metáfora sencilla, les dejo esta, por ligar de alguna forma el espacio físico, las Jornadas y, sobre todo, su propósito central: enseñar, aprender… Pero, sobre todo, “aprendernos”. A quienes acudan, bienvenid@s.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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