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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

El Zoo de La Magdalena, capítulo 2: el pleno de la vergüenza

Foca del minizoo de La Magdalena en Santander cubierta de verdín. | A.S.

Leonardo Anselmi Raffaeli

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El pasado jueves 25 de junio el ayuntamiento de Santander, con los votos en contra de PP, Ciudadanos y Vox, rehusó una propuesta presentada por PSOE, Partido Regionalista de Cantabria y Unidos por Santander para cerrar el zoológico de La Magdalena. Este pequeño zoo, que actualmente sólo alberga seis pingüinos, siete focas y dos leones marinos, saltó a la fama recientemente por dejar un león marino muerto y medio tapado con una bolsa de basura a la vista del público. Las fotos realizadas corrieron como la pólvora por internet y fue entonces cuando muchos de nosotros supimos de esta instalación arcaica y que no cumple ninguna función educativa, científica o conservacionista.

La gente empezó a publicar más fotos y vídeos de este espacio donde se mostraba algún pingüino con graves problemas respiratorios y las focas, particularmente una, cubierta totalmente por algas que crecían sobre su pelaje, algo que ni siquiera los expertos habían visto nunca en otras focas, ni libres ni cautivas. También supimos que este mini-zoo fue idealmente diseñado para tener leones, que luego tuvo incluso un oso polar, y que posteriormente las instalaciones se reconvirtieron para tener animales marinos.

Un día antes de esta votación, el PP hizo una contrapropuesta para no votar el cierre, sino iniciar un periodo de reflexión; algo que ya se había sugerido hace años (concretamente a inicios de 2016), pero a lo que el propio gobierno municipal (del PP y Ciudadanos) había hecho caso omiso. Ni PSOE, ni Unidos por Santander ni el Partido Regionalista de Cantabria mordieron el anzuelo con esta carnaza de última hora, y la propuesta para cerrar el zoo siguió hacia adelante tal como se había presentado. La propuesta se rechazó entre llamamientos de la alcaldesa de Santander a no legislar en caliente (nombrando una y otra vez el debate “viciado y falso” en redes sociales), aunque tuvieron más de cuatro años para hacer este debate “en frío” y tampoco lo hicieron.

En su justificación para no cerrar el zoo, el portavoz de Vox inició su intervención con un despectivo “[…] llevamos ya más de 45.000 muertos, según las últimas estadísticas, y nos traen ustedes aquí una cuestión relativa a la muerte de un león marino […]”. Toda una declaración de intenciones. Para este partido político no tiene sentido discutir nada en la ciudad de Santander que tenga menos importancia que la pandemia de la COVID-19. En definitiva, no tiene sentido discutir nada.

En la intervención de Ciudadanos, su portavoz, Francisco Javier Ceruti, contó que había ido ese domingo a otro zoológico donde había podido recordar que gracias a los zoos el caballo de Przewalski no se había extinguido. Difícilmente el señor Ceruti podía haber seleccionado un ejemplo peor, y a la historia hay que remitirse. A inicios del siglo XX, cuando este caballo se describía para la ciencia occidental en las estepas de Mongolia, el empresario alemán Carl Hagenbeck se lanzó a obtener algunos de estos animales. Hagenbeck era un comerciante de animales que importaba especies para vender principalmente a los zoos; hasta que descubrió que la exhibición de tribus indígenas en zoológicos y ferias era mucho más provechosa económicamente, momento en el que se lanzó a traer nativos de África, Asia y América para ser exhibidos por varios países europeos. En algunos casos, los nativos eran secuestrados y llevados por la fuerza a Europa (como el famoso caso de la étnia Kawésqar de Tierra de Fuego, actualmente extinta); en otros casos, simplemente se les engañaba y realmente no sabían lo que les esperaba cuando llegaba a Europa.

Hagenbeck, que jamás tuvo ningún tipo de mentalidad conservacionista, educativa o científica en su trabajo, no pudo capturar caballos adultos, pero se trajo de Mongolia 53 potros. No queda claro cuántos caballos de Przewalski quedaban en aquella época, pero se sabe que 60 años después ya estaban al borde de la desaparición y ninguna causa descrita había causado tanto impacto negativo en la población de esta especie como la expedición de Hagenbeck. La mitad de esos 53 potros murieron durante el viaje, y de los 25 que sobrevivieron, solo la mitad se reprodujeron. Como no existía ningún motivo conservacionista en aquella época, incluso se cruzaron caballos de Przewalski entre hermanos o se cruzaron con caballos domésticos. El resultado fue unos animales seleccionados para aguantar las condiciones de cautividad, empobrecidos genéticamente y con un cráneo significativamente más pequeño que el de los caballos salvajes.

Los zoos participaron activamente (y posiblemente de forma definitiva) en la extinción del caballo de Przewalski en la naturaleza, pero si se tapa la historia que no interesa, entonces parece que esta especie se ha salvado gracias a los zoos.

Y llegó el momento de hablar de uno de los otros zoos de Cantabria que fue muy nombrado durante el pleno: Cabárceno. El señor Ceruti preguntó a la oposición: “[…]¿Dónde habría ido el león marino cuando lo desecharon de Cabárceno después de estar durante años en su espectáculo? ¿Qué habrían hecho con él? ¿Sacrificarlo? A algún sitio tendría que ir una vez que no lo han querido en el parque de Cabárceno que es donde estuvo actuando durante muchos años[…]”. Posteriormente, la propia alcaldesa se vanaglorió de que cuando era concejala de turismo trajo leones marinos de Cabárceno porque “[…] esos dos leones marinos ya no valían para el espectáculo[…]”. La actitud de PP y Ciudadanos de reducir los animales a un simple juguete de usar y tirar nos hace comprender un poco mejor por qué la moción no salió hacia delante.

Incluso, el señor Ceruti comentó que el león marino “[…] había sido explotado convenientemente […]” en Cabárceno. Queda claro que mantener el zoo de La Magdalena es dar un respaldo a la política de explotación animal que utiliza Cabárceno, un zoológico, por cierto, envuelto constantemente en la polémica, especialmente desde que decidieron matar a tiros a todos sus lobos con la lamentable excusa de que no podían asegurar que no se iban a escapar de la instalación. Que parques como Cabárceno o La Magdalena sigan abiertos también dice muy poco del gobierno de Miguel Ángel Revilla, que es el que debe velar por el cumplimiento de la ley estatal 31/2003 de conservación de la fauna silvestre en los parques zoológicos.

Lo cierto es que lo más sensato hubiese sido que se votara a favor de cerrar el zoo tal como propuso la oposición. Ese cierre solo hubiese implicado inicialmente que el público no pudiese acceder a ver las condiciones en las que están esos animales. Unos animales claramente enfermos (pingüinos con problemas respiratorios, focas y leones marinos con graves problemas oculares, sobrecrecimiento de algas en la piel de algunas focas, etc.) y con graves carencias de bienestar. Según la legislación actual, un zoológico que no recibe visitas o no está abierto al público para exhibir animales deja de ser un zoológico, y eso era todo lo que pedían los grupos de la oposición. Con el zoo cerrado como tal, ya habría tiempo de pensar qué hacer con los animales y con las instalaciones.

Además, todas las ideas lanzadas para reconvertir las instalaciones (centro de recuperación, santuario, centro de rescate…) implican que el espacio deje de funcionar como zoológico, por lo que ya se podía haber tomado el primer paso en esa dirección. Al final el pleno fue un buen ejemplo de cómo muchos zoos lamentables no se cierran solo para no darle ese gusto a quien ha sugerido hacerlo.

En repetidas ocasiones el equipo de gobierno echó en cara a la oposición no haber ido a ver las instalaciones interiores del zoo ni haber hablado con el veterinario. La verdad es que no hacía falta: viendo las condiciones en las que están los animales y conociendo la absoluta falta de componentes educativos, conservacionistas o científicos, el zoo debería cerrarse aun teniendo las mejores instalaciones interiores del mundo o el mejor veterinario del mundo. La sesión acabó con la alcaldesa reconociendo que, para cerrar el zoo, ella no tenía “[…]ni conocimientos ni criterio[…]”. Por fin estamos de acuerdo en algo.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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