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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La fiesta del cerdo

Una secuencia de la matanza

Pablo López A.

Como cada año cientos de personas de localidades cercanas se congregaban en la plaza mayor del pueblo para recibir un trozo del cuerpo de la cerda que acababan de matar. La matacía, una de las fiestas más populares en esa castigada zona rural que Sergio del Molino llama con afecto “La España vacía”, no permite a quien participa pensar en la vida que había detrás. El vino, el chocolate y el chorizo combinados con las risas de familiares, amigas y vecinos invitan poco a la reflexión sobre temas profundos. El ambiente festivo no hubiese sido tan generalizado si hubiesen presenciado lo que había ocurrido media hora antes en una granja de la zona. Una escena cruel que ponía fin a esa vida de desgracias; a la vida que habían arrancado de ese cuerpo expuesto en el centro de un gran círculo que observaba cómo las llamas y después los cuchillos desdibujaban progresiva y minuciosamente la figura de ese animal.

Para mostrar lo que oculta el consumo de productos animales y las reacciones de una persona cualquiera al conocer in situ la realidad que afrontan los animales “de consumo” hicimos la visita con una amiga no vegana que se prestó voluntaria. A pesar de que sabía lo que iba a presenciar, tuvo que apartar la mirada casi al comienzo, cuando a la cerda le clavaron un gancho en la base de la mandíbula inferior que atravesaba su cuello hasta la boca. No vio cómo la cerda sin aturdir, un minuto después fue colgada de un tractor  por una de sus patas traseras y recibió una puñalada en el cuello que le haría desangrarse plenamente consciente pero sin entender lo que ocurría. Sin embargo, lo que vio fue suficiente para hacerle reflexionar y plantearse preguntas que fueron surgiendo en el camino de regreso.

Además de buscar el pensamiento crítico de la sociedad ante el trato que reciben los animales no humanos, la visita pretendía conseguir la reflexión del movimiento de defensa animal sobre varios aspectos.

El pasado mes de noviembre, el presidente del PP, Pablo Casado, hacía unas declaraciones islamófobas cuando advertía con aires de quien cree pertenecer a una sociedad más avanzada que “aquí no matamos los carneros en casa” para continuar diciendo que “las costumbres occidentales o se respetan o se han equivocado de país”.

Estas actitudes de especial desprecio hacia la barbarie de las costumbres ajenas se dan también entre quienes defienden a otros animales. En agosto, unos meses antes de las declaraciones de Pablo Casado, el partido Partido Animalista denunciaba con unas desgarradoras imágenes la cruel masacre de la fiesta del cordero. Las redes sociales acogieron bien la campaña y ardieron con comentarios racistas por parte de un sector que dice luchar por los animales.

Cada vez que en nuestro muro de Facebook colgamos una imagen que muestra explotación animal en un país no europeizado vemos cómo se expresa el racismo interno de la parte más reaccionaria del “movimiento animalista”, esa parte que no respeta pero a la que nos dicen que debemos respetar para crear un movimiento cohesionado “más allá de las ideas políticas”. No es pertinente reproducir los comentarios racistas que hemos leído, pero sí queremos hacernos eco de un fragmento de un texto que publicó en la red social la activista Daniela Romero como respuesta: “(...) La hipocresía islamófoba que nos permite culpabilizar y estigmatizar a la población musulmana, mientras mucho menos se dice sobre una práctica equivalente y tan oriunda como es la matanza tradicional de cerdos. La España rural, a espaldas de la legislación europea ratificada (Ley 32/2007), sacrifica a miles de cerdos sin ser aturdidos”.

Igual que tras un atentado de terrorismo islámico muchas personas aprovechan la oportunidad para expresar libremente su ideología racista, algunos animalistas dejan aflorar libremente sus prejuicios tras la fiesta del cordero. Ambas actitudes utilizan a víctimas reales para difundir sus ideas discriminatorias disfrazadas de solidaridad. Como a Casado, habría que recordar a este sector de la lucha animalista que “la matacía”, “el matacerdo” o “la matanza” es la forma en la que nos referimos a la versión española de la fiesta del cordero. “La fiesta del cerdo”.

La responsabilidad de que se produzcan estas declaraciones no es únicamente de quienes las emiten, hay otras actitudes más sutiles y más extendidas que sientan la base de las posturas discriminatorias más evidentes. Deberíamos preguntarnos qué responsabilidad tenemos en que sepamos tanto de lo que está realizando nuestro movimiento en los territorios ocupados por Israel, pero tan poco sobre lo que ocurre en la Palestina no invadida. O por qué apenas oímos nada del creciente movimiento en China, Urugay o Uganda. Deberíamos preguntarnos también qué dice esto de nuestra coherencia ideológica y cómo perjudica a los animales humanos y no humanos.

Hay otra forma de desprecio que nos preocupa, esa que se dirige de forma sistemática a quienes practican la explotación animal. Cuando planteamos la idea de hacer este pequeño proyecto no queríamos transmitir la idea de que los granjeros y matarifes son malas personas, porque no es cierto. Quienes formaban parte de la organización del evento, lo hacían desinteresadamente, como un acto festivo de unidad popular. Las tres personas que se infiltraron, a pesar de ser desconocidas, fueron acogidas como iguales, les ofrecieron chocolate caliente con bollería y el granjero les abrió las puertas de sus instalaciones para mostrarles lo que iban a hacer. La publicación de este vídeo no es una crítica a quien clavó el cuchillo o participó de otro modo. Se han ocultado las caras y no se ha dicho el nombre del pueblo porque no son lo relevante. No mataron al cerdo por ser malas personas. Mataron al cerdo por ser especistas.

Aunque a enemigos políticos como Santiago Abascal le interesa difundir la idea de que el movimiento de defensa animal está motivado por el desprecio al entorno rural o el odio hacia ganaderos, toreros, cazadores, y otros explotadores, lo que nos mueve es un sentimiento de igualdad contra la opresión que debe extenderse hacia todos los seres sintientes. No nos enfrentamos a malas personas, nos enfrentamos a la idea de que los demás animales están a nuestro servicio y que lo que les ocurre en libertad o en cautividad tiene menos relevancia por la especie a la que pertenecen. Nos enfrentamos a toda forma de discriminación y opresión, también a la que encontramos dentro de nuestro movimiento.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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