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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

“Tenemos un Real Decreto de fauna ”invasora“ que nos pone muy difícil la protección de animales exóticos”

Tere Rodríguez con el guacamayo Samba

Lucía Arana

¿Se han preguntado alguna vez quién ayuda a los ratoncillos, las serpientes, las cotorras, los patos o los conejos en apuros? Lo cierto es que casi nadie lo sabe, ya que no existen ni criterios claros, ni estadísticas al respecto. Son miles, millones de pequeños destinos olvidados por las instituciones.

La variedad de especies (algunas de ellas no aptas para la vida en cautividad y otras estigmatizadas por puro desconocimiento), la irresponsabilidad de los que los adquieren como mascotas y la falta de normas unificadas a nivel legal hacen de la protección de exóticos un camino lleno de dificultades.

Sin embargo, cada vez hay más personas en nuestro país para quienes las vidas pequeñas también importan. Personas que dedican todo su tiempo y su esfuerzo a visibilizar y paliar el sufrimiento de estos animales. Una de ellas es Tere Rodríguez, coruñesa afincada en Barcelona, proveniente del mundo de la publicidad y fundadora de APAECatalunya (Asociación Protectora de Animales Exóticos de Cataluña), que cuenta con un refugio en el que viven actualmente unos 60 animales.

¿Cómo empezó todo?

Yo era de las personas que pensaban que las aves solo servían para adornar y que donde hubiera un perro se quitase todo lo demás, pero en plena adolescencia me regalaron un agaporni con un ojo destrozado, diciéndome que no tenía que ir al veterinario. A mí casi me dio un infarto al escuchar aquello. Creo que la idea de APAEC nació, como algo abstracto, aquel día.

A los 28 años y ya con Jorge, mi pareja, descubrimos de forma casual que no había nada para los animales exóticos. Fue una noche volviendo de fiesta, entre risas y empujones. Delante de nuestro portal había una caja de plástico con un pobre pájaro con neumonía, débil, sin plumas. Se nos cortó la risa de golpe. Nos miramos y lo metimos en casa.

Aquel día descubrimos que no había nadie para ayudar a todos los demás y APAEC tomó forma en nuestras cabezas, aunque el nacimiento oficial fue en agosto de 2008, en el Departamento de Justicia de la Generalitat de Catalunya.

¿Por qué un refugio para los animales exóticos?

La protección de los animales exóticos, así como la lucha por sus derechos, no era algo demasiado popular hace 11 años. Hoy por hoy, es algo que está más normalizado. Al haber más conciencia, también aparecen más casos. La gente empieza a preocuparse por el periquito que han encontrado en mitad de la calle, por el conejo abandonado en un descampado o por las cobayas que han tirado a la basura. Ya no se pasa de largo pensando que no sufren.

Así que estábamos en ese punto en el que era necesario crear un centro que no llegaba jamás de la mano de la Administración. Este centro no es solo un contenedor de animales rescatados, también es un aula educacional, una oficina de gestión de normativas para mejorar las condiciones legales de este tipo de animales, un centro de colaboración con otras entidades.

¿Cómo es tu día a día en el refugio?

Pues me levanto muy temprano y atiendo a mis propios animales en casa. Después, llego al refugio con muchísimo cansancio físico pero con el espíritu muy alto, porque estoy viviendo el sueño de mi vida y soy una persona muy afortunada.

Medico a los que lo necesitan y pongo comida y agua a todos los habitantes. Cada animal aquí funciona de una forma única y particular, hay que conocer bien a cada individuo y saber qué come, cuándo lo come y cómo mejorar su dieta.

En APAEC no damos nada por sentado. Trabajamos cada día para arreglar lo que la indiferencia o la crueldad han destrozado. Con las adopciones entregamos una gran parte de nosotros: conocimientos, felicidad, noches sin dormir, picotazos, mordiscos y arañazos, risas y lágrimas.

Aquí los animales se viven uno a uno, todos tienen nombre y anécdotas para contar, todos son especiales. Tan especiales que hasta las tareas de limpieza de sus habitáculos se realizan en función de cómo son.

Por las tardes es el momento de plantarse delante del ordenador, contestar a los emails, asesorar en rescates, en cuidados de otros exóticos, reunirse con los compañeros para plantear nuevos proyectos y preparar cursos de formación para todas las personas que quieran aprender sobre el tema.

¿Qué es lo más duro de vuestro trabajo?

A nivel moral, los animales que llegan destruidos. Son como puñetazos a una vida entera de esfuerzo. Los primeros días transcurren entre estar a la altura de cada reto y las ganas de llorar. A nivel mental, lo más complicado es la eterna lucha con las administraciones y con la sociedad. Por ejemplo, si ahora mismo digo “serpiente”, mucha gente hará una mueca de rechazo. Por suerte, si detrás de la palabra “serpiente” escribo “quemada viva por una mala praxis”, más gente abrirá los ojos y empatizará con el sufrimiento de la serpiente. Contando las historias que hemos vivido conseguimos cambiar la conciencia de muchísimas personas.

¿Y lo más gratificante?

Los adoptantes, ellos son el eje principal de todo esto. Cada adopción es un triunfo, cada persona que abre el corazón, los brazos y su hogar es una recompensa, un amigo, más energía, más motivación. Los adoptantes y las adopciones son el 80% de todo. También los alumnos, los colaboradores, las donaciones, incluso los ánimos en las redes sociales. Nuestros queridos veterinarios, por favor, no puedo olvidarme de ellos, los que nos ven llorar con rabia cuando no llegamos a tiempo y saltar de alegría cuando todo va bien. Son como el corazón del refugio y, sin ellos, colapsaríamos y moriríamos.

¿Qué cualidades debe tener un buen adoptante?

Un buen adoptante ha de tener los medios y conocimientos para mantener al animal que adopta, espacio, economía y también muchas ganas de aprender. La gente que cree que lo sabe todo se resiste a mejorar y eso es algo que no nos gusta demasiado. Un buen adoptante deberá saber además que, en algunos casos, la esperanza de vida del animal que adopta es superior a la suya propia. Debe ser consciente de que la adopción tiene que venir con un 'plan B' para el futuro. A nadie le gusta hablar de este tema, pero es algo que es imprescindible abordar.

¿Hay algún caso que te haya marcado especialmente?

Es una pregunta muy difícil. Aquí todos los casos son especiales, todas las historias son de superación personal y animal. Me cuesta elegir solo un caso concreto, aunque sí puedo decir que estoy enamoradísima de Howard, nuestro pato mascota. Pero la verdad es que me encantan todos: Paddy la aratinga Mitrata; Horus, la paloma gigante; Copito, el conejo más bueno del mundo; incluso Pistón, el gato más famoso de Facebook, porque la etapa perro-gato no la he superado jamás, ¡ni quiero superarla!

¿Cómo ves APAEC dentro de, digamos, cinco años?

Lo veo como ejemplo de refugio de animales exóticos, recogiendo y salvaguardando su dignidad, dándolos en adopción a familias maravillosas, facilitando herramientas, luchando en despachos, en la calle, con políticos y contra el comercio de especies exóticas. También lo veo transparente, limpio, creíble y con mucha gente acompañándonos. APAEC es como un niño curioso y valiente que quiere hacerse mayor de buenas maneras. En cinco años seremos todo lo útiles que queremos ser.

¿Eres optimista con la evolución de la protección de los animales en nuestro país?

Soy optimista, pero optimista de pico y pala. A mí el optimismo me invade cuando trabajo duro, cuando me paso noches sin dormir anotando ideas que envío por Whatsapp a Jorge: “¡Hay que pedir que el chip sea obligatorio para todas las especies animales!”. Jorge lo recibe y, cuando tenemos un momento, lo hablamos en voz alta. Ahí empieza el optimismo, que continúa cuando llegas al Conseller y le expones tu proyecto y las cosas empiezan a rodar. La verdad es que en estos 11 años de APAEC se han hecho muchísimas cosas, aunque no les hemos dado bombo y platillo, pero ha habido avances inmensos para los animales exóticos, a nivel legal y a nivel social.

¿Qué ocurre con la protección de las especies consideradas “invasoras”?

Ocurre que tenemos en este país un Real Decreto de fauna “invasora” que nos pone muy difícil la protección de animales exóticos. Es un mazazo que no nos permite rescatar y dar en adopción a un montón de especies que se ha permitido vender y abandonar, y que ahora molestan. Estamos en medio de una guerra que no perdona y que está alentada por un ecologismo que no quiere contemplar las medidas éticas para controlar a unos animales que están en el medio natural por culpa de las mismas personas que les pagan subvenciones.

Sé que es duro lo que digo, pero actualmente no puedo expresar con amabilidad el hecho de que no podamos denunciar maltrato animal, por ejemplo, a una cotorra argentina, porque la propia denuncia mandaría a sacrificio al animal. La lucha no es retirar el Real Decreto, la lucha es hacer entender que necesitamos poder seguir ejerciendo la protección sobre estos animales, un concepto simple que se complica cuando llegas a los despachos.

¿Te gustaría añadir algo más?

Sí, siempre me gusta recordar que todo esto es gracias a que no he caminado sola ni un solo día, siempre ha habido una persona a mi lado cogiéndome fuerte de la mano, incluso cuando se le ha venido el mundo encima. Esto suena a dedicatoria típica y sentimental, pero lo cierto es que APAEC tiene dos cerebros, dos corazones y cuatro manos. La parte que no se ve nunca se llama Jorge, es el padre de la criatura, o como le llamamos con cariño, el 'Tere Consorte'. Sin él seguramente algo hubiera explotado al principio del camino, así que, ¡gracias!

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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