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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Los poemas y los pájaros: alfabetización animal

Uno de los pocos roqueros rojos que quedan, fotografiado por ©Andrés M. Domínguez

Eva Aladro Vico

  • Con motivo del Día Mundial de la Poesía, que coincide con la llegada de la primavera, la autora se acerca a los poemas sobre pájaros del poeta José Jiménez Lozano, cuyas alondras, vencejos o garzas considera vías para comunicar profundas verdades metafísicas
  • Andrés M. Domínguez, fotógrafo de la naturaleza, es el autor de las fotos que ilustran este post. Su obra ha sido reconocida con numerosos premios

CAMINO

Caminas por la nieve, andas.

Andas y andas, y el camino

no lleva a parte alguna.

Vuelves atrás los ojos, tampoco

hay camino alguno. Solamente

ciertas escrituras cúficas de pájaros,

hechas a tu espalda, y un blancor purísimo

a la luz de la luna. Pero no entiendes

esta escritura antigua de los pájaros.

Si, como decía Dante Alighieri, la naturaleza es el arte de Dios, nuestras formas más conseguidas de arte aspiran a ser Naturaleza y, sobre todo, vida orgánica. Podemos considerar que el arte más depurado, y las realizaciones en toda forma de expresión artística, de la plástica a la poesía, no son sino una alfabetización para animales humanos, en el mundo de las hechuras animales y vegetales.

Cuando estamos ante una obra artística, lo mejor que nos puede ocurrir es que nos devuelva a la realidad, pero en un sentido trascendente. Ananda Coomaraswamy, creador de la llamada 'Concepción Normal del Arte', entendía que las obras artísticas eran singulares medios de comunicación de experiencias, dispuestos sencillamente para transmitirnos el sentido y el por qué de alguien, o de alguna cosa o ser, o de un modo de actuar. Según esta antigua teoría, el arte nos enseña a hacer las cosas bien, a entender el equilibrio ideal de elementos en cada actividad, y a recordar el por qué de todo lo que constituye la vida normal en la tierra, del ser humano.

Estas ideas resultarían extrañas si no pudiéramos ejemplificarlas con la presencia inmemorial de formas de arte puro cuya sencillez, simplicidad y profundidad constituyen realmente una enseñanza y una alfabetización en la profundidad de la unión de los seres vivos. Cuando vemos, leemos, escuchamos piezas de arte refinado, suponen todas ellas, sistemáticamente, una reconexión con la vida en el planeta. En ellas se expresa, más allá de la intención humana, la completa perfección de la vida animal, vegetal e inorgánica. El arte puro, que no ha degenerado, constituye la expresión más profunda y abarcadora de las otras formas de vida en el planeta, de su justificación y su carácter redentor para con la especie humana. Vamos a ver algunos ejemplos poéticos.

Obras inmortales de la poesía han tenido, como esencia fundamental, la expresión del ser animal. William Wordsworth, en su poema 'Peter Bell: A Tale in Verse', del 1730, reflejaba de la manera más sencilla, y a la vez más profunda, el ser de un burro. La presencia de un burro que transporta a un hombre hasta la cabecera de un moribundo sirve a este inmenso poeta para dotar de un sentido la acción que se desencadena, y en la que de nuevo la Naturaleza sirve al hombre para llegar a la apelación profunda al sentido de la existencia. En nuestra lengua, y no muy lejos en el tiempo, tenemos la espléndida poesía de José Jiménez Lozano, el poeta de los pájaros, quien expresa como nadie la esencia pura del ser de estos animales, sin darse ni una pizca de importancia por ser capaz de ello.

Los pájaros de Jiménez Lozano representan, como ningún otro animal, la esperanza. Sus alondras, vencejos, garzas, una vez penetrados por el ojo poético, son la vía para comunicar profundas verdades metafísicas, que están sin embargo intrincadas en el ser del animal:

Y es esta espera, un instante de silencio,

la que retrasa el fin del mundo.

Contemplad, si no, a la alondra en el sembrado,

un amanecer de duelo,

cuando se lamenta por su nido devastado,

pero espera, esperará mil años, como a veces el hombre,

y el mundo se sostiene.

La expresión de Jiménez Lozano capta el inmenso peso de la dignidad de la vida de este breve animal. Estos poemas, en lugar de añadir palabrería y ornamentación a la expresión de las aves, eliminan y pulen bien el lenguaje para mostrar, realmente desnudos de toda intención humana, lo que los pájaros son y, con ello, elevar el pensamiento hasta límites de ética y de metafísica impresionantes:

No es vanidad el mundo,

Qohélet amigo. ¿Nunca

tuviste en el cuenco de tus manos

un poco de agua o el cadáver

de un pobre gorrioncillo?

¿No se escapaba el agua y era libre?

¿No pesaba aquel cadáver,

como un mundo?

El poema capta, mediante la sensibilidad suprema de su escritor, el enorme dilema dostoievskiano del porqué de la más pequeña muerte, y lo solventa en dos versitos, pero de una profundidad que nos llevan a la sabia Simone Weil, y su estudio de la gravedad y la gracia.

En el poema de la lavandera, Jiménez Lozano muestra la unión entre la belleza y la profundidad de la vida de este pájaro, y el colmo del sentido de la vida humana. Lo reproducimos aquí completo:

LAVANDERA DE INVIERNO

Lavandera de invierno que se inclina

sobre el riachuelo y rompe el hielo,

y el ruido de la rota cristalera

llena el solemne silencio matutino.

Luego ella alza aquella geometría tan pura

y transparente hacia el sol rojo

en sus ateridas manos, sus azulencas uñas,

sus dedos deformados, dolor propio,

ropa ajena, martirio y sacramento.

La blancura del lienzo en la mañana, luego.

Y tú has asistido a estos misterios.

El valor absoluto que los animales pueden llegar a tener en la vida humana está plenamente recogido en la poesía metafísica y esperanzadora de los pájaros de Jiménez Lozano. En ella se aprecia a la perfección que observar y pintar a los pájaros no es un mero ejercicio formal, ni siquiera estético, en un sentido moderno, sentimental o emotivo. La poesía y el arte en torno a estos animales expresa al propio ser profundo del hombre, por su paralelismo de situación, por su más elevada posición como seres desvalidos, libres, delicados y fabulosamente bellos:

TRISTEZA

¡Buenos días, tristeza!

Pero ya llegas tarde:

la alegría de los gorrioncillos

tejió ya la seda roja y matutina.

¡Y ya me he envuelto en ella!

CIGÜEÑA

La cigüeña a lo lejos,

sobre el rastrojo del otero,

parece una nube baja y sostenida

como por un sarmiento seco y muy delgado:

una esperanza.

El poder de estos simples versos es impresionante. Hay poco más que decir o que reivindicar, cuando se ha llegado a la profunda comprensión de la conexión que existe entre cualquier animal y la absoluta sacralidad del planeta. No estamos en un plano racional de reflexión, ni siquiera en uno humano simplemente. El poeta expresa al pájaro y, con él, se incluye en el cántico que los seres vivos emiten y que es la esencia de existir.

LA ENSEÑANZA DE LAS GARZAS

Cuando el mundo era muy joven

ya tenía estas dudas de las nieblas,

el alivio nocturno del relente en la hierba,

la obstinada alegría de las alondras y las lilas;

y de entonces les viene, a garzas y cigüeñas,

su andar cuidadoso y de respeto

ante la hermosura del mundo que puede romperse,

como un vidrio muy delgado, o un cántaro.

Lo que descubre este poeta actual, como otros artistas recientes, es que la expresión artística llega a su ápice absoluto cuando se convierte en una entidad mediadora. Es un intermediario que enseña y descubre lo más sagrado de la vida que nos rodea, que se evoca para exultar en la esperanza, el amor y la belleza que está nítidamente en esos animales y seres no humanos que nos rodean. El arte recibe el impacto de esa existencia viva, y se hace eco. Y con ese eco, alfabetiza a otros seres humanos para que en el fondo de su ser comprendan. Ningún impulso humano, por complejo que sea, puede ser expresado mejor, de otra manera.

(...)

así sea la maravilla

de las maravillas todas.

Ya has visto los ojos de los pájaros

(...)

Los poetas angélicos, los que hablan la lengua de los pájaros que citaba René Guénon (del pájaro solitario de Juan de la Cruz, al canto de Dante, de la densa y corta palabra del haiku anónimo al poemilla, como él gusta llamarlo, de Jiménez Lozano), representan y expresan la “iluminación solar”, angélica, y los versos levantados hasta la máxima sutileza. En el umbral de la poesía pura se situó Rainer María Rilke, capaz de cantar al sabor de las manzanas o a la vida de las pequeñas muchachas muertas. Son también los poetas que hablan con mayor simplicidad y mayor acercamiento a las cosas del mundo natural, a los animales, a las plantas. Son las obras producidas por escritores eruditos e iniciados en misterios muy mayores, que han llegado a este grado cero de la escritura poética. El carácter sagrado de estos versos, su naturaleza sacramental, proviene de su capacidad simbólica gigantesca, que envuelve todo su fenómeno. Esta capacidad verbal alada nos hace ascender hacia la vibración poética total, desnuda de todo aditamento y adorno, y nos hace extendernos en todas direcciones, contemplar el mundo desde los ojos de los pájaros, desde la belleza y simpleza del presente y de la fuerza de la vida natural.

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