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El K2 se lleva a Miguel Ángel Pérez

Miguel Ángel Pérez (© Darío Rodríguez/Desnivel)

Hace unos días todo era alegría, el alpinista catalán Ferrán Latorre anunciaba que lograba hacer cima en el K2 sin oxígeno. Otra gran gesta que sumar al extenso currículo de este gran alpinista. Esta era la segunda vez que el alpinista intentaba el K2, la primera vez fue hace 10 años con un equipo de Al Filo de lo Imposible, y esta vez por fin Latorre ya podía contarlo como su décimo ochomil. Pero toda esa alegría desaparecía tan solo unas horas después… cuando llegaba la noticia de que el alpinista catalán Miguel Ángel Pérez había sido encontrado sin vida en el campo 4 del K2.

Miguel Ángel Pérez, al igual que Ferrán Latorre (y otros alpinistas que se encontraban en el K2) había intentando alcanzar la cima el pasado día 26, pero a unos trescientos metros de desnivel de la cima Miguel Ángel optó por retirarse debido al frío. Descansó un día en el campo 4 y al día siguiente volvió a intentarlo, en esta ocasión logrando su objetivo. Tras alcanzar la cima comenzaría un descenso lento y complicado, posiblemente debido a que ya se encontraba mal, lo que le obligó a vivaquear por encima del Cuello de Botella (a unos 8.200 metros de altitud). Al día siguiente logró descender hasta el campo 4 lo que avivaba la llama de que ya estaba recuperado. Sin embargo, este no era el caso, y Miguel Ángel era encontrado ayer sin vida dentro de la tienda.

Miguel Ángel, nacido en Barcelona en 1968, era abogado del estado en excedencia, y actualmente era alto ejecutivo de un importante grupo alimentario español. Era un alpinista muy experimentado y prueba de ello es su currículo en el que contaba con ocho ochomiles: Gasherbrum II (2004), Nanga Parbat (2005), Everest (2006), Cho Oyu (2007), Broad Peak (2008), Manaslu (2010), Lhotse (2011) y Dhaulagiri (2012). Ferrán Latorre y los componentes del campo base han colocado una placa en su honor en el campo base, junto a la de Manel de la Matta. Y el propio Ferran le dedicaba unas últimas palabras a Miguel Ángel en su página web (http://www.ferranlatorre.com) momentos después de la modesta ceremonia de despedida en el mítico memorial del K2:

“Hoy ha terminado el K2. Hace pocas horas. Bueno, de hecho el K2 que yo deseaba se terminó hace dos días, y se convirtió en otro K2, que es el que ha muerto hace dos horas. Al finalizar la ceremonia modesta pero muy sincera, en el mítico memorial del K2, he sentido que todo había terminado ya. Casi con las últimas luces de la tarde, he emprendido solo el camino de bajada de esta especie de altar que domina el glaciar del Golden Austen, donde está situado el memorial. Antes he dejado que todos los escaladores congregados fueran regresando, con la lentitud del peregrino, hacia el CB, y me he quedado así un rato solo, dejando que la intensidad del momento y los sentimientos fluyeran dentro de mí. Desde este mirador, el espectáculo es grandilocuente. El glaciar que nace al pie del K2 se desliza hacia Concordia, ancho y solemne, atrapado en el tiempo por el frío y por la ausencia de vida, y se manifiesta así como una metáfora preciosa del paso lánguido del tiempo, que atrapa las nuestras vidas en este río enigmático y absurdo, pero con un destino conocido al que nos arrastra a todos. Acabaremos tarde o temprano, todos en Concordia.

Lo pienso al pie de la tumba de Manuel de la Matta, y junto a la placa que hemos dedicado hoy a Miguel Ángel. Y todavía no me puedo creer lo que ha pasado. La cumbre del K2, de hace tan sólo dos días, se ha perdido en mi memoria como un recuerdo inconcreto y vaporoso. El K2 que quería llevarme a casa ha dejado de existir, y ahora ya es otra cosa. Todavía no sé muy bien cual, pero una sensación extraña recorre mi cuerpo desde hace dos días. Han sido días agotadores. Y de la sonrisa y la euforia he pasado a la perplejidad. La vieja perplejidad de no entender el misterio de la vida. Con Miguel Ángel, en los campos de altura, perdíamos el tiempo haciendo filosofía barata. El mundo es, pero podría no haber sido. Y lo mismo nos pasa a nosotros. Pero parece indiscutible que tanto Manuel, como Miguel Ángel y como yo hemos sido. La gran razón aún no la sé. Pero sí tengo claro que ellos dos vinieron con la intención de hacer del mundo un lugar un poco mejor de lo que era antes. Y que lo consiguieron.

Desde el altar del memorial, puedo ver cómo el glaciar se lleva la vida de mis dos amigos hacia Concordia. El aire frío y obstinado hiela mi alma. Y un silencio sepulcral reina en el espacio inmenso ante mis ojos. Todo el gran misterio se apodera de mi alma. Y mi vida se convierte así como un pequeño milagro que guardo como un tesoro. Mientras el río helado de la vida al que vamos a caer un día u otro, hace su recorrido impasible y firme hacia el fondo del valle. Concordia nos espera, y allí nos reencontraremos“

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