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Will Gadd y Sarah Hueniken escalan las cataratas del Niágara

© Greg Mionske/Red Bull Content Pool

Las cataratas del Niágara son una de las formaciones naturales más famosos del mundo. Está maravilla de la naturaleza, que se encuentran en la frontera entre Canadá y Estados Unidos, recibe más de 20 millones de turistas al año procedentes de todas partes del mundo.

Hasta allí se acercó el pasado martes Will Gadd, uno de los mejores escaladores en hielo del momento y recientemente nombrado Aventurero del Año por la revista National Geographic, junto con Sarah Hueniken, con el objetivo de ¡escalarla! Así es, escalarla. Las cataratas se encontraban heladas debido a la ola de frío que azota la región norte del continente americano y Gadd no quiso desaprovechar la oportunidad de convertirse en el primer hombre que las escalaba.

Una vez allí, pudo comprobar que no sería nada fácil, el enorme torrente de agua que seguía cayendo hacía vibrar el suelo y las paredes, convirtiendo las capas de hielo en superficies inestables e impredecibles.

Sin embargo, Gadd estaba decidido a seguir adelante aunque tenía claro sus prioridades: ética y seguridad. “Queríamos emplear únicamente seguros naturales, nada de parabolts. Además no íbamos a dejar nada en el hielo que no estuviese allí antes”. La línea elegida, que se asienta en la parte americana conocida como Horseshoe (Herradura), tiene una longitud de casi 45 metros. Y en cuanto a la dificultad técnica Gadd estima que ronda el WI6+ aunque sobre hielo en malas condiciones. “El hielo está formado en capas, es decir, hay una capa de hielo, luego una de nieve con mucho aire y luego otra de hielo. Muy inestable en general”.

La vía arranca con una intensa travesía sobre una formación a la que Will ha bautizado como el “caldero maldito” y donde el agua de la catarata impacta con violencia en un agujero en el hielo. “Si caes en el caldero maldito estás acabado. Puedes golpearte con rocas, ahogarte o congelarte hasta morir”. Justo encima de esta formación Will y Sarah montaron la reunión, dentro de una cueva de hielo algo más pequeña que una cabina telefónica. Desde ahí, fueron progresando poco a poco metiendo seguros de hielo cada pocos metros y enfrentándose a uno de los grandes retos de esta escalada: el agua. “Estaba tan cerca del agua que alargando el brazo podía meter el piolet dentro de la propia catarata”, aseguraba Will.

Una vez conseguido el objetivo, el propio Will no se mostraba tan eufórico por el logro: “Esta escalada me ha dejado destrozado. Quizás haya alcanzado la cima, pero Niágara ha ganado la guerra. Al final del día sufría de hipotermia, así que a buen seguro la catarata me ha dejado a mi mucho más herido que yo a ella”.

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