LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Manuel Pablo: La locomotora de Bañaderos (2000-2004)

Alineación española en el Villa Park de Birmingham en un amistoso ante Inglaterra. Forman, de inzquierda a derecha y de arriba abajo: Casillas, Helguera, Abelardo, Luis Enrique, Romero, Guardiola (de pie); Urzaiz, Manuel Pablo, Raúl, Mendieta y Unai.

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Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaManuel Pablo García Díaz (1976) se formó en la cantera de la UD Las Palmas y debutó en el primer equipo con 20 años, de la mano de Ángel Cappa. Tras dos temporadas de amarillo, fue traspasado al Deportivo, donde pronto se ganó una plaza de titular y fue pieza básica en la única Liga ganada por el equipo gallego en toda su historia. En el mejor momento de su carrera, en septiembre de 2001, cuando era indiscutible en la selección española, una terrible lesión, doble fractura de tibia, interrumpió su progresión. Tardó 18 meses en recuperarse y un par de años más en ser titular. El pasado verano renovó hasta 2011… de momento.

La locomotora de Bañaderos

La locomotora de BañaderosHoy hemos perdido mucho más que dos puntos. Todo el equipo está destrozado y ahora me preocupa más el jugador que el partido en sí“. Aquel 30 de septiembre de 2001, el entrenador del Deportivo de La Coruña, era incapaz de hablar del derby que su equipo había empatado (1-1) ante el Celta en Riazor. Y el futbolista al que se refiere es Manuel Pablo García, titular indiscutible en su equipo y en la selección española hasta el minuto 52 de aquel encuentro. Fue entonces cuando el jugador grancanario, en busca de un balón dividido, chocó con el brasileño Giovanella. Su pierna derecha se quebró en dos y una parte quedó colgando en medio del horror. Aquella fractura de tibia y peroné le dolió a toda España. Manuel Pablo acababa de iniciar una ilusionante temporada con el Deportivo, que debía desembocar en el Campeonato del Mundo de Corea y Japón. Pero su sueño mundialista se acabó aquella tarde sobre el césped del estadio de Riazor.

En los siguientes 18 meses sólo jugó veinte minutos en dos ratitos. Para cualquier otro futbolista aquella lesión podía suponer el final de su carrera. Pero con mucho trabajo y sin hacer ruido, como siempre, Manuel Pablo logró levantarse de aquel duro golpe para retomar una carrera deportiva que había empezado tres lustros antes cuando la UD Las Palmas lo acogió tras unas pruebas que hizo animado por un primo suyo que ya militaba en los filiales amarillos. Nacido el 25 de enero de 1976 en Bañaderos (Arucas), Manuel Pablo acostumbraba a jugar con sus amigos o con su padre en las calles y los terrenos de pueblo y se integró perfectamente en la dinámica de entrenamientos marcada por un equipo y una competición organizada. Desde el primer minuto mostró las cualidades que le valieron para hacerse un hueco en la élite del fútbol nacional, europeo y mundial: la disciplina, el tesón, la entrega y el trabajo.

Fue una pieza fija para todos los entrenadores que tuvo en las categorías inferiores, siempre incrustado en la banda derecha. Y pasó por todos los equipos, incluido el juvenil C, el B y el de División de Honor que competía por aquel entonces a nivel nacional. Enrolado en Las Palmas Atlético, forma parte de una de las mejores generaciones que ha dado la cantera amarilla en los últimos años. Aunque no consiguen el ascenso a Segunda División B, aquel grupo deslumbra con futbolistas como Juan Carlos Valerón, Lampón, Guillermo Castro, José Ojeda, Ismael, Marcelino, Pedro Cruz o Jero, con el que Manuel Pablo había coincidido desde el primer día que se vistió de amarillo. Y todos alcanzan su madurez colectiva venciendo en la Copa Federación. “Fueron años inolvidables porque éramos un grupo de amigos y eso se notaba en el campo. Incluso siendo juveniles, Juan Carlos, Pedro, Marcelino y yo nos fuimos una semana de vacaciones a Lanzarote y ahí forjamos una auténtica amistad”, recuerda.

Con Boronat al frente de la primera plantilla de la UD, Manuel Pablo es llamado para algunos entrenamientos y juega varios partidos, pero sin encontrar continuidad. Y en la temporada del ascenso a Segunda División, con Pacuco Rosales, tampoco hay hueco para el lateral grancanario. Ya en la categoría de plata se hace fijo en los entrenamientos con Pacuco, pero no es hasta la llegada de Ángel Cappa –y luego con Paco Castellano– cuando Manuel Pablo tiene la oportunidad de hacerse con un puesto fijo en el once amarillo, que en la Copa del Rey sorprende a dos primeras como Valencia y Espanyol antes de caer en semifinales ante el Barça de Ronaldo. Y al curso siguiente, en la temporada 97/98 en la que Las Palmas acaba tercera y juega la promoción de ascenso a Primera División frente al Oviedo, es indiscutible. Eso sí, los amarillos no alcanzan su objetivo y se quedan sin subir a la élite.

Ese mismo verano, sin embargo, Manuel Pablo recibe una gran sorpresa, una llamada que cambiaría su vida. Al otro lado del hilo telefónico su representante le comunica su traspaso al Deportivo de La Coruña junto al Turu Flores. “Yo no sé ni cómo surgió todo porque no hubo ni un rumor y no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Yo pensaba en descansar para hacer una buena temporada con Las Palmas, pero…”. La escuadra gallega venía hacer una campaña irregular tras haberse codeado durante los años anteriores con los mejores equipos españoles y europeos. Javier Irureta quiso nacionalizar un equipo que, con la ley Bosman, se había plagado de futbolistas extranjeros. Y esa temporada dio el primer paso. Y con éxito: el Deportivo acabaría sexto y se clasificaría para disputar la Copa de la UEFA. Catorce partidos de liga y cinco de Copa fueron el primer bagaje de un Manuel Pablo que había venido como acompañante en un traspaso cuya estrella era el Turu Flores.

Pero el de Bañaderos se encomendó a su ritual habitual para cambiar esa dinámica. Trabajó, trabajó y trabajó hasta que comenzó la temporada 99/00 como titular indiscutible y se consolidó en su lateral derecho de una zaga [Manuel Pablo, Naybet, Donato, Romero] que fue básica en la consecución del único título liguero de la escuadra gallega en su historia. “Llegamos al mes de enero con nueve puntos de ventaja y en la segunda vuelta todos pensaban que nos íbamos a desinflar, pero supimos aguantar. Y aunque aún pesaba la sombra de aquel penalti fallado por Djukic, dentro del vestuario nos sentíamos campeones y sabíamos que no se iba a repetir la historia”, cuenta Manuel Pablo, que pudo levantar al trofeo de campeón al finalizar aquel inolvidable encuentro de la última jornada que el Deportivo le ganó (2-0) al Espanyol.

“Como colectivo, ganar la Liga es lo máximo y aquello sirvió para pagar la deuda que se había contraído con la afición cuando se perdió la Liga seis años antes en la última jornada con el fallo de Djukic”, reseña el grancanario… al que el fútbol le tenía preparada otra sorpresa agradable antes de comenzar el siguiente curso liguero. “Estábamos de pretemporada en agosto y recibí la llamada de la selección para un amistoso en Hannover contra Alemania”, recuerda Manuel Pablo, que sólo contaba como bagaje internacional el haber ido a un torneo amistoso disputado con la sub 21 en Italia. España pierde (4-1) aquel partido ante unos germanos más rodados y en plena competición, pero su rendimiento convence al seleccionador, que buscaba sustituto para Michel Salgado. “Yo estaba en el vestuario y miraba a mi alrededor y veía a muchos ídolos de la adolescencia como Abelardo, Guardiola, Raúl… Futbolistas que lo habían sido todo y que ahí eran mis compañeros. Fue impresionante”.

Y pese a que Camacho hace una mínima prueba con un joven Carles Puyol (FC Barcelona), al final apuesta por Manuel Pablo, que encadena una docena de presencias consecutivas en la roja. “Lo que ha hecho Manuel Pablo en su carrera deportiva tiene un gran mérito porque siempre, desde los filiales, había jugadores en sus equipos que se llevaban mayor atención. Él destacaba mucho en su posición, pero siempre pasaba desapercibido porque era un hombre que lo hacía todo bien y no levantaba esa expectación. Y sin embargo, es el que más lejos ha llegado de todos y se ha mantenido ahí”, cuenta su inseparable Juan Carlos Valerón. Con la confianza plena de Camacho, el lateral grancanario disputa en ese curso 00/01 un total de 64 partidos oficiales (37 de Liga, dos de Copa del Rey, 14 de Liga de Campeones y 11 con la selección, la mayoría clasificatorios para el Mundial 2002). Y llama la atención de los grandes de Europa, incluido el Real Madrid.

El traspaso no se consuma porque Lendoiro confía en sacar más dinero al verano siguiente, tras el Mundial. Pero, tras una intensa pretemporada y un inicio liguero prometedor, llega el fatídico partido ante el Celta. “Todo el trabajo que había hecho se vino abajo en un momento”, explica Manuel Pablo antes de encontrarle algo positivo a aquella fatalidad: “Es verdad que es duro perderse el Mundial, aunque lo que peor se lleva es estar fuera de la dinámica del grupo, fuera del vestuario. Sin embargo, a mí me sirvió para conocer a médicos, fisioterapeutas, recuperadores y mucha gente que también forma parte de este mundo del fútbol y que se pusieron a mi total disposición y me ayudaron mucho”. La bondad de Manuel Pablo hizo que su lesión, televisada en directo, se convirtiera en un fenómeno social. “Me llegaban cajas llenas de cartas, paquetes con libros, ramos de flores Fue emocionante darse cuenta de la dimensión que había alcanzado. Y aunque fue un momento desagradable, encontré el lado positivo en toda esa gente que me apoyó y a la que estaré agradecido siempre”.

Juan Carlos Valerón, el compañero y amigo, sufrió como pocos aquel contratiempo. Y destaca que “le llegó en el peor momento porque no sólo estaba el Mundial, sino que ya había muchos equipos grandes que se habían interesado por él, pero Manuel reaccionó como siempre ha hecho, trabajando ahí, calladito. Y le costó, pero volvió a recuperar su nivel y se mereció volver a la selección muchas más veces”. Lo haría tres años más tarde, en abril de 2004, cuando menos lo esperaba. Iñaki Sáez lo incluyó en la convocatoria para un amistoso disputado en Italia. “Fue como un segundo debut internacional”, recuerda un futbolista que se define como exigente y regular. La constancia al final siempre me ha dado resultado porque acababa convenciendo a todos los entrenadores que iba teniendo y ganándome su confianza a base de trabajar; y cuando no contaba para alguno, pues seguía trabajando“.

Y así, con trabajo, fue como después de más de 18 meses de casi total inactividad competitiva, volvió al once de su equipo el 6 de abril de 2003 en Riazor ante una Real Sociedad que peleaba por la Liga con el Madrid y el propio Depor. Los de Irureta se imponen por 2-1 y Manuel Pablo repite como titular una semana después en el Camp Nou, con triunfo (2-4) ante el Barça. Y aunque al final la liga fue blanca, el de Bañaderos se ha consolidado como imprescindible en un conjunto que valora su profesionalidad y su eficacia. Y ahora, con Lotina en el banquillo y convertido en capitán del Deportivo, mantiene su regularidad, juega más de treinta partidos ligueros por temporada con un rendimiento notable y obliga a la entidad a renovar su contrato, que acaba en 2011. Si no sigue un año más. O dos. O…

 

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