Lidia Mirchandani: básket en vena y en el cerebro (2000-2002)

Mirchandani, Fernández, Sánchez y Pascua celebran una canasta de España en el Mundial de China.

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaLidia Mirchandani Villar (Santa Cruz de Tenerife, 28-07-1976)

Selección española: 22-5-2000 / 25-9-2002 (Debut / despedida)

Veces internacional: 34 (27-7 victorias / derrotas)

Puntos: 168

Torneos oficiales:

  • Eurobásket Francia 01 (Bronce)
  • Mundobásket China 02 (5º)

Básket en vena y en el cerebro

Básket en vena y en el cerebro Es difícil definir atributos como el talento o el oficio aplicados al baloncesto. Y es aún más complicado explicar lo que es la inteligencia en una cancha. Tal vez una buena forma de hacerlo sea observar a Lidia Mirchandani sobre el parqué. Incluso ahora, ya con cuarenta años cumplidos y dispuesta a volver a jugar al básket a un buen nivel, esta vez en Islandia. Puede hacerlo porque nunca vivió del físico y sí de esos elementos tan difíciles de definir –y de encontrar– como el talento, el oficio, la inteligencia...

Si los combinamos con la pasión por un juego que le sigue gustando y un desarrollado gen competitivo, encontramos la explicación a la longevidad deportiva de una jugadora a la que se le podría aplicar el tópico de “lleva el baloncesto en las venas”. Es mentira. En realidad, Lidia lleva el baloncesto en el cerebro. Y es que mentir ha sido la especialidad de Mirchandani sobre una cancha de baloncesto. Lleva toda la vida haciéndolo: parecía lenta, pero se movía rápido; no corría, pero llegaba la primera; nunca fue alta (1,70 metros), pero siempre cogió rebotes; no tenía buen tiro, pero metía triples con excelentes porcentajes; no estaba catalogada como defensora, pero secaba a la base rival...

Así jugó durante más de veinte años a un altísimo nivel, sin apenas lesiones y con un rendimiento óptimo. ¿Hablamos en pasado? Pues sí, pero también en presente. ¿Cómo es posible? Porque Lidia volvió a mentir en 2014 cuando anunció su retirada tras ganar la liga chilena con el Boston College y ser nombrada MVP (jugadora más valiosa) de la competición. “El baloncesto ha sido y es mi vida, por lo que siempre pensé que el día que no jugara con ilusión o tuviera otros objetivos sería el momento de dejarlo... y ese momento ha llegado”, anunció entonces. “Es curioso, pero llevan años preguntándome cuándo me iba a retirar y ahora que lo anuncio, me comentan que por qué no sigo”, agregaba con humor.

Conviene aclarar que Mirchandani cumplió su palabra: se retiró “para ser madre” y formar una familia junto a su marido, Richi González Dávila, entrenador de baloncesto del que no hay que preguntar en qué países ha dirigido sino en cuáles no lo ha hecho. María (tres años) y Marcos (un año) son el fruto de su retirada. Y así estaba hasta que al inicio del curso 17-18 Richi aceptó una oferta para dirigir al equipo femenino del Skallagrimur, representativo de la ciudad de Borgarnes (Islandia). Y como a Lidia le picó el gusanillo y a su marido le hacía falta una base para que sumara “algunos minutos de calidad” en la rotación, pues pasó lo evidente: descolgó las botas para “echar una mano”... y acabó siendo una pieza básica en el equipo.

¿Consecuencia? Este verano ha fichado por el vecino Keflavik, donde jugará en la campaña 18-19. Eso sí, en este repaso de su trayectoria también es preciso aclarar que longevidad de Mirchandani no se explica desde una llegada tardía al baloncesto. Todo lo contrario: Lidia juega desde los cinco años. Y a los diez formaba parte de la selección española de minibásket. O sea, siendo niña se acostumbró a jugar con la presión propia de quien genera grandes expectativas, sobreviviendo en la élite durante décadas gracias a un cerebro privilegiado y a su conocimiento del juego. Y desde esa autoridad moral afirma que “ver a Canarias acoger una cita como el Mundobásket femenino es la culminación de un sueño para todos los que amamos el baloncesto”.

“Estoy convencida de que Tenerife y los aficionados estarán a la altura. Las fechas del Mundial son complicados, porque los niños ya están en el colegio y la gente trabaja, pero creo que merece la pena ver un acontecimiento como éste y a selecciones del nivel de Estados Unidos, Australia... o España”, agrega Mirchandani, quien confía en que el grupo de Lucas Mondelo haga un muy buen papel, “aunque no será fácil porque dependes del resto y también hay otros equipos muy bien preparados y con mucho nivel. Ser anfitrión es una ventaja, pero también te puede pesar la responsabilidad, aunque este equipo está acostumbrado a jugar al más alto nivel y no creo que le pueda la presión”, zanja.

En cualquier análisis de su trayectoria, Mirchandani jamás se olvida de aclarar que aprendió a jugar al minibásket en La Pureza, “con Wen Perdomo y Javi Brito como técnicos. Javi [Brito] me marcó como jugadora. Me dedicaba horas y horas, en grupo o en solitario, muchas veces a mediodía cuando las canchas estaban libres... Un detalle: cuando ya jugaba en aros grandes, me convocaron para la selección española de minibásket y Javi vino a entrenarme en aros pequeños, para que recuperara movimientos de mini”. Otro apunte: el agradecimiento también es otra virtud de Lidia. “La dedicación era recíproca, pero lo que invirtió Javi [Brito] en nosotras, y en mí particularmente, ahora no lo hace nadie”, explica.

La progresión de Lidia hizo que a los 14 años se incorporara al proyecto Siglo XXI y estuviera “casi dos cursos completos” en Barcelona. “Al final me vine a Las Palmas unos meses para estar cerca de mis padres. Ellos querían que su hija cumpliera su sueño, pero mi padre lo llevaba fatal. Y yo igual: muy feliz por jugar a baloncesto en unos años que me hicieron madurar... pero lejos de casa”, indica una base que explotaba la buena lectura de los partidos o la capacidad de mando, virtudes que aprecian más los técnicos que el público. Líder de la selección canaria cadete que logró el título nacional, a los 16 años se hizo un hueco en el Cepsa 92-93 que dirigía Paco Apeles para jugar con Danira Nakic o Zana Lelas. “Una pasada, puro caviar”, dice.

Eso sí, desde el inicio se sintió “integrada en un grupo con buen ambiente porque todas éramos competitivas”. Al curso siguiente ya fue titular en el Cepsa... y logró la medalla de plata en el Eurobásket junior de Bulgaria 94 con Sainz de Aja como técnico y compañeras como Valdemoro o Aguilar. Tras tres temporadas en el Cepsa, una en el Ensino Lugo y otras tres en el Sandra Gran Canaria, Mirchandani se convirtió en una veterana de 22 años, que cerró su primer ciclo en Las Palmas con los títulos de Copa de la Reina [siendo elegida MVP] y Copa Liliana Ronchetti, “con cinco mil personas abarrotando el Centro Insular... y entre ellas, mis padres”.

Y no sólo se fue de Gran Canaria “con una de las mejores sensaciones de mi vida”, sino también con una oferta del Universitari de Barcelona donde, tras un curso notable, recibió la llamada del seleccionador Vicente Cholas Rodríguez, que la hizo debutar –junto a Marta Fernández– en un torneo en Cantabria, con triunfos ante Portugal y Rusia. “Con Cholas ya había coincidido en la selección promesa y no creo que influyera que estuviera en Barcelona, aunque en esa época igual lo tenías más complicado jugando en Canarias”, apunta. “Tenía esperanzas de ir a la selección, porque había estado en las categorías inferiores, aunque ir a la absoluta siempre era una sorpresa y un orgullo, pues la competencia era durísima”, agrega Lidia.

Al curso siguiente tuvo continuidad con España en el Eurobásket de Francia 01 y jugó, de camino a la cita continental, dos partidos de preparación ante Finlandia y Lituania en el Puerto de la Cruz. “Aunque fueran dos amistosos, para mí resultó especial jugar con la selección española en Tenerife, rodeada de mi gente. Te vienen a ver la familia o los amigos y eso siempre emociona; y más a mí, que llevaba seis años fuera”, señala una base que califica a Rodríguez como “un entrenador particular y duro, pero con el que tuve buena sintonía. A la selección iba la que sobrevivía y los entrenamientos eran muy competitivos, a un nivel mental y físico muy grande, pero él era claro”.

Ya en Francia, Lidia colaboró en el bronce logrado por España como primer recambio de “palabras mayores” como García y Anula en la rotación exterior, firmando cuatro puntos, dos rebotes y dos asistencias por partido pese a jugar quince minutos de promedio: “Fue un punto de inflexión para el baloncesto femenino español, pues a partir de ahí llegaron los éxitos”. “A nivel colectivo fue un campeonato muy bueno, aunque sufrí una gastroenteritis en pleno torneo y eso me afectó. Una siempre espera tener más presencia y te quedas con esa espinita”, explica la base tinerfeña, que salió del Eurobásket con una medalla y el fichaje por el Ros Casares, con el que haría doblete: ganó la liga española y la Copa de la Reina.

Eso sí, tuvo menos minutos al competir con la base americana Shannon Johnson, por lo que no acudió a la primera convocatoria de cara al Mundobásket de China 02. Sin embargo, la lesión de Anula hizo que Rodríguez buscara veteranía y finalmente resultó elegida por delante de la joven (18 años) Nuria Martínez. “Estaba en Tenerife de vacaciones, pero todos los veranos entrenaba y Cholas lo sabía. Un día me llamó, me preguntó que si estaba preparada para ir a la selección... y nos fuimos para China”. Ya en el Mundial, una derrota ante Australia en el debut y otra con el anfitrión en la segunda fase llevaron a España a un cruce imposible con Estados Unidos en cuartos de final. Eliminada pero sin secuelas anímicas, cerró la cita en la quinta plaza al ganar a Francia y China, en la “mejor participación” de Lidia con la selección.

“Fue un torneo inolvidable en el que Australia y Estados Unidos eran inalcanzables y nosotras llegamos a lo máximo posible; además, jugamos ante figuras como Leslie o Swoopes, la australiana Jackson, la rusa Baranova...”, agrega Mirchandani, quien volvió a ser el primer recambio exterior de Begoña García y Laia Palau, “en una selección que tenía oficio, con gente que entendía el baloncesto... pero poca altura. Salí despreocupada a jugar y, al final del Mundial, Vicente me felicitó por lo que había hecho y me dijo que contaba conmigo para los Juegos Olímpicos”. Sin embargo, Lidia no volvería a la selección tras un curso 02-03 en el que cedió minutos en el Ros Casares a Elisa Aguilar y dejó el club con un nuevo título copero y el regusto amargo de regalar la liga en el quinto partido del playoff final.

“No hay quejas”, recalca la base tinerfeña, que se quedó con “la espina” de no acudir a Atenas, la única gran competición que le faltó por disputar con la selección. “Me veía en los Juegos si Cholas era fiel a sus palabras, pero creo que le pudo la presión de algunas jugadoras... que fueron las que lo acabaron echando”. “Duele no volver a la selección, pero el recuerdo que tengo es maravilloso; y eso que Vicente era un técnico que te llevaba al límite en lo físico y en lo mental”, explica la jugadora tinerfeña, que con 27 años dio un giro a su vida: asombró en el Santa Eulalia (Ibiza), compartió vestuario con “un monstruo del básket” como Tamika Catchings en el Spartak de Moscú y jugó en la liga italiana.

¿Algo más? Pues sí, mucho más: ejerció de americana en el Vinaroz –donde conoció a su marido, Ricardo González– o en el Pio XII (La Coruña)... y jugó en una misma temporada en Burgos, Canoe y Gran Canaria. Por el camino, Mirchandani volvió a casa para ayudar al Aguere, aunque dejó el equipo ¡para ganar la liga italiana con el Nápoles! Y tres cursos más tarde, con 33 años, puso al Uni Tenerife 09-10 al borde del ascenso con 14,2 puntos, cuatro rebotes y tres asistencias por partido, con un 49% de acierto en el triple. Ese ascenso por fin llegó un par de años más tarde, cuando lideró el salto del Conquero Huelva a Primera División. “No lo puedo olvidar por todo lo que habíamos padecido para llegar ahí”, dice.

Y no lo puede olvidar “porque fue la última vez que mi padre pudo verme jugar en directo. Estaba muy mal e hizo un sacrificio enorme... pero ahí estaba”. Y luego, aún jugó un curso a gran nivel en la élite española con el equipo onubense. Y dos más en Chile sumando títulos. Y si hizo un amago de retirada, fue para ser madre, “no porque no me queden ganas de jugar”. Pero ni así ha sido capaz de abandonar al baloncesto. Las próximas lecciones, ya con 42 años cumplidos, las impartirá en Islandia. Allí van a disfrutar de algo tan difícil de encontrar como el talento, el oficio, la inteligencia...

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