Patricia Hernández: ‘niña prodigio’ y base ejemplar (1987-1992)

La selección española que disputó el Eurobásket de Cadiz en 1987 forma con Rosa Castillo, Clara Jiménez, Piluca Alonso, Margarita Geuer, Ana Eizaguirre, Loli Sánchez (de pie); Rocío Jiménez, Roser Llop, Anna Junyer, Patricia Hernández, Mónica Messa y Carolina Mújica.

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Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaPatricia Hernández Arencibia (Las Palmas de Gran Canaria, 8-9-1970)

Selección española: 26-5-1987 / 7-8-1992 (Debut / despedida)

Veces internacional: 108 (67-41 victorias / derrotas)

Puntos: 547

Torneos oficiales:

Eurobásket España 87 (6º)

Preeuropeo Atenas 90 (Eliminada)

Juegos Mediterráneo Salónica 91 (Oro)

Preeuropeo Helsinki 92 (Clasificada)

Juegos Olímpicos Barcelona 92 (5º)

‘Niña prodigio’ y base ejemplar

‘Niña prodigio’ y base ejemplarPatricia Hernández siempre estuvo por delante de su tiempo. Y obligada a cumplir unas expectativas brutales ante las que siempre respondió. Ya causaba asombro siendo una niña cuando, en el programa Objetivo 92, lideró a la selección canaria de baloncesto femenino hasta la final nacional junto a Blanca Ares y Oranda Rodríguez, otros dos referentes de la generación del 70. La progresión no se detuvo y con 14 años ya tuvo minutos en Primera División.

A partir de ahí, no dejó de crecer: con quince años era titular en el Kerrygold 85-86 que –contra todo pronóstico– se clasificó para la lucha por el título en la élite femenina, con 16 tacos debutó con la selección española absoluta y cumplió los 17 mientras disputaba un Eurobásket en el que España logró una entonces histórica sexta plaza. Obligada desde niña a responder a unas expectativas exageradas, Patricia dice que “jugar al baloncesto era una pasión y una diversión. No sentía presión, sino que me encantaba jugar y entrenar y ése era mi estilo de vida”.

“No podía estar sin el baloncesto. Había que ganar, pero me divertía en la cancha”, sentencia. Por el camino, conquistó un campeonato nacional infantil con el entonces llamado Kerrygold, estuvo con la selección en todas las categorías inferiores... y debutó con el combinado nacional absoluto en un amistoso ante Polonia en Gdansk. “Fue una experiencia inolvidable. Se me pusieron los pelos de punta cuando me llamaron, pues ya era una convocatoria para defender a tu país con la selección absoluta y no imaginaba que pudiera llegar tan lejos siendo tan joven”, explica.

“Cuando juegas te vas poniendo metas y tanto Mingo como Bego [Domingo Díaz y Begoña Santana, impulsores y entrenadores del CB Islas Canarias] lograron que siguiera dando pasos en el baloncesto”, agradece. Preseleccionada junto a su compañera Blanca Ares –en calidad de invitadas– con el grupo que debía representar a España en el Eurobásket de Cádiz 1987. Su inclusión en la lista definitiva resultó “una sorpresa y a la vez un premio a una de las niñas del equipo, aunque no jugué mucho y fue más un reconocimiento a mi trayectoria con la selección juvenil y el Kerrygold”.

“Mi presencia en esa cita me la tomé como una señal y algo dentro de mí dijo que me quería dedicar a eso y ser profesional del baloncesto”, agrega Patricia, que ganó protagonismo a medida que se acercaba el estreno oficial del Eurobásket. Ya en el torneo, España pagó las derrotas mínimas que sufrió ante Checoslovaquia (47-49) y Yugoslavia (58-60), que dejaron a la selección fuera de la lucha de las medallas. “Fue una pena, porque a esa generación le faltaba aún un poquito para explotar y realmente lo hizo a partir de Barcelona 92”, apunta.

“Lo que pasó en Cádiz es que se vio a un grupo que tanto física, como técnica o tácticamente ya estaba a un nivel avanzado, por lo que podíamos dar guerra a otras muchas selecciones. Ya se había superado aquello de perder por cincuenta puntos de diferencia contra las mejores”, explica Hernández de una cita en la que la selección obtuvo un sexto puesto final que hasta entonces era la mejor clasificación española en los siete campeonatos de Europa en los que había participado. “No jugué mucho, pero fue gran una experiencia”, recalca.

De regreso al Kerrygold y sin haber cumplido la mayoría de edad, Hernández no sólo lideró la Primera División en asistencias en la temporada 87-88, sino que se quedó a un paso de alcanzar la final liguera tras una dramática eliminatoria ante el Tintoretto de Madrid que lideraba la gigante soviética (2,12 metros) Semenova. “Fueron tres partidos brutales que se jugaron con mucha pasión, pero la suerte no estuvo de nuestro lado. En cualquier caso, ya éramos un equipo de mucho potencial, que no se venía abajo y al que se temía porque en el Obispo Frías éramos muy fuertes”, recuerda.

No fue lo único bueno que dejó aquel playoff contra el Tintoretto, “pues aquella eliminatoria hizo que se hablara de baloncesto femenino”, recuerda. ¿Algo más? Pues sí: acabado el verano, se incorporó al conjunto creado por la Federación Española de Baloncesto. Su marcha y la de Blanca Ares a un colectivo ideado para preparar los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 debilitó a un Kerrygold llamado –por la juventud, el talento y la progresión de sus jugadoras– a pelear por el campeonato durante años.

A las órdenes de Chema Buceta, seleccionador nacional, el llamado equipo federativo –que tendría el patrocinio de CajaToledo y del Banco Exterior de España– compitió durante cuatro temporadas fuera de concurso en la liga española, encabezando la competición alguna vez... pero sin opciones de lograr el título. “Nosotras sabíamos que la meta no era ganar la liga. Los clubes lo impusieron y era lógico y justo, ya que se desprendieron de sus mejoras jugadoras. Pero no poder luchar por la liga era algo que nunca nos preocupó, porque la meta era formarse a cuatro años vista”, destaca Hernández.

Mientras, aquel conjunto que a la vez era la selección española, disputaba decenas de partidos internacionales cada curso, la mayoría de ellos amistosos, con giras interminables que llevaron a Patricia a conocer medio mundo. En un tiempo en el que España tenía que ganarse el derecho a participar en las grandes citas, la base canaria estuvo ausente de la selección que fracasó en el Preeuropeo de Naantali (Finlandia) y el Preolímpico de Singapur, que daba derecho a ir a los Juegos de Seúl 88, pero sí participó en numerosos torneos y giras por Polonia, Italia, Francia, Hungría, Grecia o Canadá.

“Era un no parar, pues no sólo jugábamos la liga española y alguna competición europea [un año tomaron parte en la Copa Liliana Ronchetti y al siguiente en la Copa de Europa], sino que recorríamos medio mundo con la selección. Eso sí, la espera sí se hizo un poco larga, sobre todo para las que veníamos de fuera. Para las chicas de Madrid era diferente, porque tenían allí a su familia. Y también fue duro porque había una presión psicológica y física grande. Había que estar al pie del cañón todos los días y no te podías despistar porque te quedabas fuera... ¡pero teníamos tantas ganas de ir a los Juegos Olímpicos!”, rememora Hernández.

Patricia fue partícipe de la progresión experimentada por la selección en esa concentración de cuatro años. Y Grecia fue el escenario donde quedó reflejada esa mejora: en mayo de 1990, España fracasó en Atenas en el intento de lograr una plaza para el Eurobásket de Israel... pero en septiembre de 1991 logró el oro en los Juegos del Mediterráneo de Salónica, con triunfos ante Grecia, Italia o Francia. “Ahora España siempre lucha por las medallas, pero antes era diferente”, agrega la base grancanaria, quien también tomó parte en el preeuropeo de Helsinki (Finlandia).

La agónica clasificación lograda en aquel preeuropeo le permitiría a España participar en el Eurobásket de Italia 1993, en el que ganaría su primera medalla de oro continental, aunque Patricia quedó fuera de esa cita. “Creo que tenía que haber estado en ese campeonato, pero una serie de cuestiones me apartaron de la selección. En todo caso, me considero en parte responsable de ese título”, dice Hernández, quien cree que aquella generación puso la primera piedra de los éxitos actuales. Así, un cuarto de siglo después de aquel éxito, estima que España puede “aspirar a todo” en el Mundobásket de Tenerife.

“Si vemos la trayectoria de los últimos años, queda claro que estamos ante un equipo conjuntado, compacto y con experiencia. En casa y con el apoyo de la gente tiene una gran oportunidad, pero sin olvidar que Estados Unidos es el favorito al oro”, agregas. Además, Hernández advierte del peligro “de Australia o de países emergentes como China o Japón”. En todo caso, está segura de que la cita supondrá “un impulso para el baloncesto femenino en las Islas, aunque el nivel ya está subiendo y están surgiendo nuevos equipos que lo están haciendo muy bien”.

“Eso sí”, añade, “el Mundial puede ser una motivación muy grande para las niñas a la hora de acercarlas al baloncesto, además del atractivo turístico que supondrá visitar Tenerife durante esos días”. Sin embargo, hace un cuarto de siglo, el objetivo de la selección femenina –y de todo el deporte español– eran los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, cita a la que aquel grupo en el que militaba Patricia acudió tras haber disputado, sólo en esa misma temporada, un total de ¡37 partidos de preparación! Y casi un centenar durante los cuatro años de concentración.

Llegada la hora esperada durante cuatro años, España pagó el tropiezo sufrido en la jornada inaugural ante China (63-66), que la dejó fuera de las semifinales y facilitó el tránsito de las asiáticas hacia su medalla de plata. La inevitable derrota (59-114) ante los Estados Unidos de Teresa Edwards o Cynthia Cooper obligó a España a luchar por una quinta plaza que consiguió tras imponerse dos veces a Checoslovaquia –en ambos casos por un punto de margen– y en una ocasión a Italia, tras una dramática cita que incluyó la disputa de dos prórrogas.

Hernández se fue de los Juegos con 3,2 puntos, 1,2 rebotes y 0,6 asistencias en 18 minutos “y con la sensación de que pudimos entrar en la lucha por las medallas, aunque las selecciones que lo hicieron estaban un poco por encima de nosotras. Al final, ese quinto puesto hasta fue bueno”. Eso sí, reconoce que tomar parte en Barcelona 92, desfilar en la ceremonia de inauguración y convivir con miles de deportistas de todos los países del mundo “fue algo increíble y lo más bonito a lo que puede aspirar un deportista. Y además, en tu país, con la gente volcada con los deportistas españoles, con los medios de comunicación pendientes... Y lo de vivir en la Villa Olímpica, igual de alucinante. A los amantes del básket nos quedó la pena de no tener allí al Dream Team [el equipo masculino de Estados Unidos, con las principales estrellas de la NBA], pero te cruzabas con Petrovic o Sabonis, que eran referentes, nuestros ídolos... ”, recuerda.

“Yo tenía 21 años y era casi una niña, así que imagina lo que era sentir todo eso”, agrega la base canaria, quien, acabado el ciclo olímpico, no volvería a la selección española, aunque siguió jugando casi una década al más alto nivel. Un título de Copa de la Reina logrado en Granada con el Banco Exterior, dos subcampeonatos de Copa –uno con el BEX y otro con el Sandra Gran Canaria 94-95, en su efímera vuelta a casa– y dos subcampeonatos de liga con el Halcón Viajes de Salamanca adornaron una trayectoria que también incluyó un curso en el baloncesto francés.

La retirada llegó en el Mann Filter Zaragoza 00-01 a punto de cumplir los 31 años, pero con promedios de 3,9 puntos por partido en casi veinte minutos de juego. “El baloncesto era mi vida y pasé por diferentes equipos y ciudades hasta que recalé en Zaragoza y, con treinta años, tomé la decisión de no seguir jugando y luego de ser madre. Eso cambió las cosas, aunque sigo ligada al básket porque he seguido entrenando y tengo la suerte de que a mis hijos les gusta este deporte”, agrega Patricia, hermana y “fan número uno” de Berni Hernández, que durante una década jugó en la ACB.

En la actualidad, Patricia Hernández mantiene “la pasión por un juego que me sigue atrayendo, aunque como mujer que soy muchas veces no puedo dedicarle todo el tiempo que me gustaría”. Eso sí, durante tres temporadas fue entrenadora de los equipos de base del CB Cuarte de Huerva y la próxima campaña 18-19 asumirá también la labor de coordinadora administrativa del club maño. Es el presente de una niña prodigio que siempre estuvo por delante de su tiempo y que se convirtió en una jugadora superlativa que cumplió el sueño de disputar unos Juegos Olímpicos.

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