Rosi Sánchez: la estrella silenciosa (1999-2004)

La selección que acudió al Eurobásket de Hungría 97 posa con Valdemoro, Pons, Cebrián, Alonso, Aramberri, Ferragut (de pie); Grande, Anula, Sánchez, Valero, Álvaro y Aguilar.

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaRosaura Carmen Sánchez Luján (Las Palmas de Gran Canaria, 2-12-1974)

Selección española: 24-4-1996 / 27-8-2004 (Debut / despedida)

Veces internacional: 121 (93-28 victorias / derrotas)

Puntos: 877

Torneos oficiales:

  • Preeuropeo Oviedo 96 (Clasificada)
  • Eurobásket Hungría 97 (5º)
  • Preeuropeo Croacia 98 (Eliminada)
  • Mundobásket Alemania 98 (5º)
  • Eurobásket Francia 01 (Bronce)
  • Mundobásket China 02 (5º)
  • Eurobásket Grecia 03 (Bronce)          
  • Juegos Olímpicos Atenas 04 (6º)

La estrella silenciosa

La estrella silenciosaRosi Sánchez sería candidata, en cualquier elección, al título honorífico de mejor jugadora canaria de la historia. Eso sí, ella jamás reclamará esa condición. Méritos para postularse tiene, pero vivió toda su carrera deportiva sin hacer el menor ruido fuera de las canchas de baloncesto, casi desde el anonimato extradeportivo. No ha cambiado con los años, convertida ahora en directora técnica de la sección femenina del CB Gran Canaria tras una brillante etapa, también como entrenadora, en las categorías inferiores de la selección española.

Nadie recuerda cómo llegó Rosi a la élite. Sus más allegados la vieron correr y anotar los veranos en alguna cancha de La Garita (Telde). “En la playa jugaba a todo y también al fútbol, al tenis, al béisbol o a lo que fuera”, dice, mientras su hermana asegura que, por las noches, entre sueños, seguía jugando al baloncesto. Con ese escaso bagaje se presentó al inicio del curso 88-89 en las canchas del Rodríguez Monroy, donde fue reclutada para el equipo cadete del CB Islas Canarias y logró un campeonato de España de la categoría. “El primer año me costó bastante. Nunca había estado bajo la disciplina colectiva y tuve algún encontronazo con los entrenadores, porque tenía mi carácter, pero estoy muy agradecida al trabajo que todos los técnicos hicieron conmigo”, agrega.

Rosi no tardó en debutar en el primer equipo. Lo hizo en el Sandra 90-91 con Santana, Cabrera, Mbulito, Negrín o Urquijo como compañeras y poco a poco ganó protagonismo: con 17 años ya era titular y con 18, tras la marcha de Santana y Cabrera, pasó a liderara el grupo junto a la americana Pam McGee. Y mientras, no dejaba de ganar títulos nacionales en las categorías de base. “Yo me pongo un sesenta por ciento de entrenamiento y un cuarenta por ciento de algo innato”, asegura Sánchez, para quien siempre primó el colectivo. “Soy una jugadora de equipo y hay partidos en los que soy la máxima anotadora y otros en los que se necesita que haga más asistencias”, explicaba una base que crecía a la par que el Sandra: subcampeón de liga 93-94 y doble subcampeón nacional de liga y Copa de la Reina al año siguiente.

Eran años en los que se topaba siempre con el imbatible Dorna Godella, aunque Rosi cree que “ya era importante estar ahí. Para mí y para el club, pues yo crecí con la entidad, cogiendo galones y siempre rodeada de jugadoras de la casa. La clave fue que no destacó una sola jugadora, sino que mejoramos todas juntas”, apunta Sánchez, que en la primavera de 1996 se ganó un hueco en una selección que había fracasado en el Eurobásket 95 de Brno y, tras la marcha de las veteranas Carolina Mújica y Mónica Messa, procedió al cambio generacional. Ella llegó para quedarse y ya fue importante en el preeuropeo de Oviedo, con cinco puntos de promedio, en una cita en la que España logró su objetivo de clasificarse para el Eurobásket 97 de Hungría. “No tengo palabras para expresar lo que supone jugar con la selección española”, dice.

“Lo mejor”, agrega, “es que una vez ahí fui ganando importancia poco a poco, como en el Sandra. Empecé tarde y no tenía el bagaje técnico de mis compañeras, pero había competido a nivel internacional y eso te da una experiencia distinta y te ayuda a seguir creciendo”, explica Sánchez, que nunca se planteó objetivos a medio plazo, “excepto el de ser olímpica... y lo logré”. Antes, en el Eurobásket 97 tiró la puerta para reclamar protagonismo en la selección: no jugó en cinco de los seis primeros partidos de la cita húngara, pero no bajó los brazos y reclamó su sitio. Y lo hizo en la cancha: camino del quinto puesto final, anotó once puntos en la victoria ante Serbia (71-47) en un cuarto de hora y quince tantos en el triunfo sobre Rusia (82-77) en trece minutos. “Es la mejor tiradora española de todos los tiempos”, dijo de ella Amaya Valdemoro.

Eso sí, Sánchez no era sólo una anotadora, pues también era una notable defensora exterior que podía jugar de base gracias a su buena visión y capacidad de dirección. Infalible en el tiro libre y con una correcta aplicación en el rebote, su inteligencia en el juego la convirtió en fija en la selección durante una década. También fue la líder del mejor Sandra de la historia, que en el curso 97-98 avisó de lo que vendría: cayó en la final copera ante el imbatible Pool Getafe con un equipo con pleno protagonismo canario. La temporada siguiente llegó la explosión: con diez canarias y dos americanas, Hicks y Bronner, conquistó la Copa de la Reina tras vapulear (69-44) al Ensino Lugo con 22 puntos de Sánchez... y en un Centro Insular repleto se adjudicó la Copa Liliana Ronchetti.

“Es el partido que nunca podré olvidar en mi vida. No sólo por ganar un título, sino por hacerlo con un equipo semiprofesional y con cinco mil personas en las gradas que no pararon de animar. Fuimos a celebrarlo a la Plaza de la Victoria como hacía la Unión Deportiva y fuimos portada de los periódicos... y lo que más valoro ahora es que había diez canarias y que éramos un grupo de amigas muy unidas”, resume Rosi al valorar a un equipo que en el curso 99-00 se quedó a un paso de repetir gesta: volvió a ganar la Copa de la Reina tras barrer al Burgos (73-48) otra vez con diez canarias en el equipo –junto a las extranjeras Hicks y Sarenac– y fue finalista de la Copa Liliana Ronchetti al caer en la final ante Lavezzini Parma, que gestionó en Gran Canaria los cuatro puntos de margen que se había traído de Italia.

Además, aquel curso 99-00 se cerró con un subcampeonato liguero tras caer en el tercer y decisivo partido del playoff con el Celta en el Centro Insular. “Fue un año muy bueno y más para un equipo donde todas estudiábamos por las mañanas y entrenábamos por las tardes para medirnos contra equipos profesionales”, agrega. “Ganar aquella liga hubiera sido lo máximo, pero en el partido decisivo de la final, cuando les habíamos remontado el partido, se estropeó el marcador, la sirena no dejó de sonar durante dos minutos, tuvimos que parar... y nos fuimos del partido. Se nos acabaron la pilas y pagamos los diez meses anteriores, jugando tres competiciones con siete-ocho jugadoras y estudiando a la vez”, apunta Sánchez. A partir de ahí, el Sandra  ya fue incapaz de aspirar a títulos en un básket nacional cada vez más profesionalizado.

Eso sí, Rosi se mantuvo como pieza básica de una selección española que ofreció un rendimiento irregular: incapaz de lograr en Daruvar (Croacia) una plaza para el Eurobásket de Polonia 99, semanas después cerró su participación en el Mundial de Alemania 98 con una espectacular quinta posición. “Lo de Croacia fue un palo. Salimos de Madrid como si ya estuviéramos clasificadas y eso siempre se paga”, apunta. Y lo pagó: la ausencia del Eurobásket de Polonia dejó a España sin opciones de buscar plaza para los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Obligada a un lavado de cara bajo la dirección de Vicente Rodríguez, España tuvo tiempo de lograr la medalla de oro en la Universiada de Palma de Mallorca, donde también estuvo Rosi.

“Me queda el desconsuelo de que España no hubiera jugado más partidos, pues podría haber sumado más internacionalidades”, admite. En todo caso, recuperada la dinámica competitiva, la selección se hizo con un hueco en la élite continental, con Rosi como pieza básica: la escolta grancanaria fue vital en la medalla de bronce lograda en el Eurobásket de Francia 2001, donde se consolidó como titular con promedios 23 minutos y 8,8 puntos por partido. Y brilló en la lucha por el tercer puesto contra Lituania: nueve puntos sin errores en el tiro. Dos años después mantuvo su protagonismo en el Eurobásket de Grecia 2003, saldando la cita con una nueva medalla de bronce y otra exhibición en la pelea por la tercera plaza con Polonia: quince puntos sin un solo error en el tiro.

Aquellos dos bronces serían las dos primeras medallas del siglo XXI de una selección que se ha subido al podio en ocho de las nueve citas continentales en las que ha participado en el presente siglo. “Pusimos la base de un ciclo que ya dura casi dos décadas. Nos ganamos el respeto de otras selecciones y eso gana partidos. Además, los cambios no han sido bruscos, apenas dos-tres jugadoras por convocatoria, lo que ayuda a dar continuidad”, explica Sánchez, que en el Mundobásket de China 2002 cuajó su mejor torneo con España con promedios de 24 minutos y once puntos por partido en un quinteto base formado por García, Sánchez, Valdemoro, Pons y Ferragut. Y tras caer ante Estados Unidos en cuartos de final, deslumbró en las dos victorias ante Francia (69-59) y China (91-72) que dieron a España el quinto puesto final.

Su encuentro contra las anfitrionas fue antológico: 32 puntos y seis rebotes, con siete triples de doce intentos, 4/5 en tiros de dos puntos y 3/3 tiros libres. “Quizás haya sido mi mejor partido con la selección en un campeonato en el que el quinto puesto era nuestro techo. Es un día de esos en lo que te entra todo. Metí siete triples... y dos fueron a tablero”, destaca Sánchez, quien recuerda que fue “el Mundial del body” y que ella estaba “a favor” de usar esa polémica prenda. Por el camino, no pararía de brillar en un Sandra rebautizado luego como Caja Rural. Y lo hizo durante ocho temporadas, con la puntualidad de un  reloj suizo. Apenas se pierde un partido, juega 35-36 minutos por encuentro y firma entre 16 y 18 puntos en cada aparición, a los que añade cuatro rebotes, tres asistencias y tres robos.

Y todo, con porcentajes cercanos al 40% en los triples y al 90% en los tiros libres. Y así, día tras día y año tras año. “La regularidad y la constancia son mis mejores virtudes”, admite con modestia. Sin embargo, en el verano de 2003 dio un giro a su vida: dejó Gran Canaria y aceptó una oferta del Caserta para jugar en la liga italiana. Y acabado el curso, participó en los Juegos Olímpicos. “En la inauguración me sentí en la cima del universo. Es el mayor logro para un deportista y además en Atenas, con toda la carga simbólica que tiene. Fueron dos semanas muy intensas a nivel competitivo... y social. Hay algo de novelería, de fotos con todo el mundo, pero también tienes que estar concentrada y es un momento de hacer repaso y acordarte de tu familia y de toda la gente que te ha ayudado a nivel personal y profesional”, explica.

Mientras, en el plano deportivo España fue sexta, una plaza que analiza con una sensación agridulce. “Hay que valorar lo que supone un diploma olímpico, pero es cierto que dos minutos tontos en la eliminatoria de cuartos de final ante Brasil (63-67) nos dejaron fuera de la lucha por las medallas. Igual no estábamos al nivel de Estados Unidos, Rusia y Australia, pero sí pudimos haber entrado en las semifinales”, resume. Además, aquella cita de Atenas acarreó una ruptura –con cruce de acusaciones– entre varias jugadoras y el seleccionador Vicente Rodríguez. “Pasados los años, me arrepiento de haber criticado a Vicente de forma pública. Teníamos que haberlo hablado en persona”, apunta una jugadora que ese verano regresó a España para jugar un año en el Ros Casares y ganar una Supercopa.

En la selección, Rodríguez fue sustituido por Domingo Díaz y Rosi no volvió a jugar con España, “porque después de disputar los Juegos Olímpicos, dije que no quería seguir”. Eso sí, completaría su palmarés con dos títulos de liga consecutivos en Italia con Schio (05-06) y Cras Taranto (06-07). ¿Fin de trayecto? Pues no. Licenciada en Educación Física, aún regaló cuatro años a gran nivel a su equipo, un CB Islas Canarias conocido entonces como La Caja de Canarias. Profesional ejemplar, en los dos últimos cursos ejerció además como preparadora física de un grupo en el que asomaban Astou Ndour y Leticia Romero para despedirse en la campaña 10-11, camino de los 37 años, con 37 minutos por encuentro y promedios de 10,5 puntos, seis rebotes y tres asistencias.

“A más edad, más te cuidas. Y si no has tenido lesiones graves, es cuando mejor te encuentras”, dice una jugadora que quería retirarse “siendo importante y disfrutando, no por culpa de una lesión o estando en el banquillo y yéndote mal por querer alargar la carrera”. “De mí siempre han dicho que soy de las mejores jugadoras de España sin balón... y es curioso que digan eso cuando todo el mundo te ha considerado siempre una tiradora”, resumía una escolta que también vivió de su inteligencia y ese verano de 2011 ganó el primero de sus tres oros europeos [2011, 2012 y 2013] como asistente de Evaristo Pérez en la selección española sub 16. Ahí confirmó su vocación de técnico y vio de cerca la forma de trabajar de la selección española, lo que la hace ser optimista con el papel de España en el Mundobásket de Tenerife 2018.

“Estados Unidos es la favorita, pero no es invencible y España está capacitada para dar la sorpresa”, explica Rosi, quien cree que “celebrar un acontecimiento de este nivel debe resultar muy positivo para Tenerife y para el baloncesto femenino”. “Ver de cerca a las estrellas que juegan un Mundobásket siempre genera afición... y espero que los padres se animen a llevar a sus hijos y que eso sirva para que crezca el número de licencias”, agrega. Retirada como jugadora, Rosi crece ahora como entrenadora, lo que la ha llevado a ser la directora técnica de la sección femenina del CB Gran Canaria. Antes, en marzo de 2013, el Cabildo de Gran Canaria la reconoció con el Roque Nublo de Plata. Ni ese día hizo ruido Rosi Sánchez.

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