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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El día que Pepe Mel se tragó sus palabras

Pepe Mel no tuvo un afortunado paso por el CD Tenerife.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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“Vamos, comemos, jugamos, ganamos y volvemos”. Antes de que Pep Guardiola pusiera de moda viajar el mismo día del partido, su tocayo Pepe Mel experimentó con esa opción con motivo de una eliminatoria de Copa del Rey ante la UD Lanzarote. El choque no tenía peligro, pues los blanquiazules estaban en Primera División y su rival militaba en el grupo III de la Segunda División B. Y además, el desplazamiento era cómodo: unos tres cuartos de hora en avión. Algunos medios de comunicación entendieron que volar en la misma fecha del encuentro traslucía un exceso de confianza y/o un menosprecio al rival, amén de un riesgo innecesario en caso de que surgiera cualquier contingencia en el traslado.

“No pasa nada. Vamos, comemos, jugamos, ganamos y volvemos”, dijo Mel. Acertó el ochenta por ciento del pronóstico: fueron, comieron, jugaron y volvieron. En lo de ganar se equivocó. Y en lo de comer... la realidad es que se comieron cinco. Además de por viajar el mismo día del partido, el técnico blanquiazul también apostó por las rotaciones. “Tenemos gente que es bueno que participe y otra que es bueno que descanse, porque hay tocados del domingo [victoria en el Heliodoro por 3-1 ante el Rayo Vallecano, lo que alejaba un poco a los blanquiazules de la zona de descenso], por lo que es beneficioso que haya cambios en el equipo”. Pablo Paz, Basavilbaso, Iván Ania y Bino ni siquiera viajaron.

Por ello, el Tenerife formó ese 10 de octubre de 2001 en la Ciudad Deportiva de Arrecife con: Aragoneses; Javi Venta, Lussenhoff, David Charcos, Alexis Suárez (Bermudo, 46’); Jordi (Xisco, 37’), Jaime, Martí (Hidalgo, 50’), Slovak; Fuertes y Marioni. Julio Iglesias y Acorán completaban la convocatoria, pero no jugaron y se evitaron el bochorno. Eso sí, Pepe Mel recalcó que, aunque con rotaciones, el equipo iba a jugar “manteniendo la seriedad y el equilibrio”. Pese a sus palabras, a los tres minutos ya perdía por uno-cero. Y antes de los veinte lo hacía por dos-cero. Además, el entrenador había confesado en la previa que no había seguido en detalle la campaña del Lanzarote, “aunque tenemos informes”.

Defensor entonces de un fútbol atrevido, más propenso a potenciar las virtudes propias que anular las habilidades ajenas, Mel recalcó que “en todo caso, no nos ocupamos mucho del adversario, ya que si no lo hacemos en la liga de Primera División con las individualidades de cada equipo, tampoco lo haremos con el Lanzarote”. Maciot demostró que Mel no mentía: le marcó tres goles al Tenerife sin que nadie se enterara de cómo anular su juego. Finalmente, el técnico también reconoció que jugar en un campo de césped artificial “no sería una excusa” en caso de derrota y que quedar eliminados “sí que sería un fracaso”. En todo caso, pidió “no hablar de esa opción”, porque habría que ver las circunstancias.

De la posibilidad de perder por 5-1 nada dijo. Así que, relajados y tranquilos, mientras el resto de la plantilla entrenaba en El Mundialito, los 16 expedicionarios embarcaron a las 10:30 de la mañana de aquel miércoles con destino a Lanzarote. Y lo hicieron con la intención de ir, comer, jugar, ganar y volver. Lo dicho: se comieron cinco.

P.D. Curiosamente, cuatro días después, con muchos de los jugadores que fueron goleados en Lanzarote, el Tenerife regresó a la rutina de la Primera División con un triunfo (0-2) ante Osasuna en Pamplona.

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.

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